Al igual que en las demás grandes vueltas, el análisis estará dividido en varias partes, para facilitar la búsqueda de la información y que no quede una entrada excesivamente larga.
En esta 1ª parte: análisis general, con la participación y recorrido, e historia de la prueba.
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Durante las próximas semanas, del 5 de julio al 27 de julio, se celebra la 112ª edición del “Tour de France”, la carrera por etapas más prestigiosa, así como la más esperada por gran parte de los aficionados al ciclismo profesional, celebrándose este año íntegramente en Francia, además de recuperar el final en París, tras haber acabando en Niza en 2024 debido a los Juegos Olímpicos en la capital gala.
Como es habitual, la participación es espectacular, contando con la mayoría de los grandes vueltómanos y clasicómanos actuales, si bien con la baja de última hora de Richard Carapaz, podio en 2021 y en el reciente Giro. La carrera se presenta como un nuevo duelo entre Tadej Pogacar, triple ganador de la prueba y que llega tras vencer en Dauphiné, y Jonas Vingegaard, ganador en 2022 y 2023, siendo entre los dos vencedores de las últimas 5 ediciones. Y cuentan con los equipos más potentes de la prueba: UAE, con un estelar Joao Almeida, habiendo ganado Itzulia, Romandía y Suiza; Adam Yates, podio en 2023, Marc Soler, Tim Wellens, Pavel Sivakov, Narváez … Y Visma, que junto a Vingegaard cuenta con otros 2 vencedores de GV: Simon Yates, aunque puede pagar el desgaste del Giro, y Sepp Kuss, además de Matteo Jorgenson, ganador de Niza, Wout Van Aert, Tiesj Benoot …
En un segundo escalón de favoritos estarían: Remco Evenepoel (Soudal), 3º el año pasado, aunque en el reciente Dauphiné estuvo peor de lo esperado; y Primoz Roglic (Red Bull-Bora), cuádruple ganador de la Vuelta y que busca resarcirse de su mala suerte en Tours anteriores, teniendo en su equipo a otro de los candidatos, Florian Lipowitz, que viene de ser 3º en Dauphiné, además de Alexander Vlasov, 5º hace 2 años, aunque no está en su mejor momento.
Ya con menos posibilidades, pero que también podrían luchar por la general o al menos brillar en las etapas más duras: Enric Mas, varias veces top-6, y Einer Rubio (Movistar); Mattias Skjelmose, 5º en la Vuelta y ganador AGR y Andorra (Lidl-Trek); Ben O’Connor, 4º en 2021 y podio en la Vuelta, y Eddie Dumbar (Jayco); Carlos Rodríguez, 5º hace 2 años, Geraint Thomas, vencedor en 2018, y Thymen Arensmann (Ineos); Felix Gall, revelación en 2023 y Aurelien Paret-Peintre (Decathlon); Santiago Buitrago, 10º el año pasado, Lenny Martínez y Jack Haig (Bahrain); Tobias Johannessen, 5º en Dauphiné (Uno-X); Kevin Vauquelin, 2º en Suiza, y Christian rodríguez (Arkea); Guillaume Martin, varias veces top-10, y Roman Gregoire (Groupama); Michael Storer (Tudor); Lennert Van Eetvelt (Lotto); Emanuel Buchmann (Cofidis); Steff Crass (Total Energies); Ilan Wilder y Valentein Paret-Peintre (Soudal)
Sobre los clasicómanos y «todoterreno«, junto al propio Pogacar destacan Mathieu Van der Poel (Alpecin), con 4 Monumentos entre los 2 últimos años; Filippo Ganna (Ineos), podio este año San Remo y Harelbeke; Julian Alaphilippe, con 5 etapas en ediciones previas, Marc Hirschi, con un gran año 2024, y Matteo Trentin (Tudor); los ya nombrados Wout Van Aert, 9 etapas en Tours anteriores, Tiesj Benoot y Victor Campenaerts de Visma y Tim Wellens, campeón belga, y Jonathan Narváez del equipo UAE; Neilson Powless, ganador DDW y Gippingen, Ben Healy, podio Lieja, Kasper Asgreen y Michael Valgren (EF Education); Matej Mohoric y Fred Wright (Bahrain); Iván Romeo (movistar), campeón de España; Soren Waerenskjold, ganador OHN, Magnus Cort y Jonas Abrahamsen (Uno-X); Ion Izagirre y Alex Aranburu (Cofidis); Thibau Nys, Jasper Stuyven, Quinn Simmons y Tom Skujins (Lidl-Trek); Max Schachmann (Soudal); Valentin Madouas (Groupama); y el veterano Alexey Lutsenko (Israel).
De cara a las llegadas masivas, sobresalen Tim Merlier, con 10 triunfos en lo que va de año (Soudal); Jonathan Milan, (Lidl-Trek), 6 victorias esta temporada; Jasper Philipsen, 9 triunfos en los 3 últimos Tours, y Kaden Groves, 7 victorias en la Vuelta (Alpecin); Biniam Girmay, 3 etapas y la regularidad en el último Tour (Intermarche); Jordi Meeus y Danny Van Poppel (Bora); Dylan Groenewegen, 6 triunfos en ediciones previas (Jayco); Phil Bauhaus (Bahrain); Marijn Van der Berg (EF); Pascal Ackermann y Jake Stewart (Israel); Arnaud de Lie (Lotto); Tobias Lund y Pavel Bittner (Picnic): Arnaud Demare (Arkea), lejos de sus mejores momentos; Emilien Jeanniere (Total Energies); Paul Penhoet (Groupama) y Bryan Coquard (Cofidis), que busca romper su «maldición» en el Tour.
En cuanto al recorrido, como decíamos al inicio se desarrolla íntegramente en Francia, algo muy poco habitual los últimos años, con salida desde Lille, en la punta norte del país, con una 1ª jornada básicamente llana, aunque con pequeñas cotas, seguida por una etapa quebrada en Boulogne sur Mer (2ª), con meta en repecho -> parte final, y otra etapa bastante llana camino de Dunkerque (3ª), aunque ojo al viento. Tras esta jornada, festival de etapas tipo clásica, aunque siempre sobre asfalto, empezando por la jornada de Rouen (4ª), con 5 cotas en los últimos 50 km -> tramo final, si bien con la crono individual en torno a Caen (5ª) intercalada, en un día clave para la generral, aunque siendo la única crono llana es demasiado corta: 33 km.
Las 2 etapas siguientes son quebradas con meta en repecho duro, ambas rondando los 200 km: Vire Normandie (6ª), que incluye 6 subidas puntuables -> últimos 13 km, antes del muro final; y Mur de Bretagne (7ª), con doble paso por esta subida -> circuito final, al igual que en 2021, cuando ganó Van der Poel. Extrañamente, el fin de semana hay dos etapas llanas, Laval (8ª), aunque la llegada pica hacia arriba; y Chateroux (9ª), donde a priori solo el viento podría evitar un sprint masivo, quedando para el lunes la jornada de media montaña en el Macizo Central: Le Mont Dore / Puy de Sancy (10ª), incluyendo nada menos que 8 subidas puntuables (además de 4 cotas sin marcar), entre ellas el encadenado final de Croix St. Robert (ojo a la bajada) y Mont Doré / Sancy (últimos 3 km). En total, casi 4500 m de desnivel acumulado.
Tras el día de descanso, etapa trampa en Toulouse (11ª), catalogada como llana pero con 50 km finales muy quebrados, destacando el muro de Pech David, con 800 m al 12%, a sólo 8 km de meta. No obstante, pueda quedar para escapadas al ser vísperas del bloque pirenaico, que comienza con una etapa de 174 km camino de Hautacam (12ª), con una 1ª parte sencilla pero incluyendo Col du Soulor y Borderes antes de la dura subida final, que tiene 14 km al 7,7%, siendo su 7ª llegada en el Tour, la última en 2022 con triunfo de Vingegaard. En la jornada siguiente, cronoescalada de 11 km a Peyragudes (13ª), subiendo por la vertiente oeste del Peyresourde antes de tomar el desvío hacia el altipuerto, con muro final -> perfil oficial, donde también en 2022 acabó una etapa en línea, ganando Pogacar, siendo el tramo de subida 8 km al 8%, .
El sábado, la etapa reina de los Pirineos, con 183 km entre Pau y Superbagneres (14ª), cima que vuelve al Tour repitiendo la ruta previa de 1986, con el mítico Tourmalet -> vertiente oeste, Col d’Aspin y Peyresourde, este último por la misma cara de la cronoescalada, antes de la exigente subida final, que cuenta con 16,2 km al 7% de media, siendo lo más duro el final. También se subieron estos 4 puertos en 1989, aunque en una etapa más corta, con ataque lejano de Perico y victoria de Millar. Y como cierre de la 2ª semana, etapa de media montaña en Carcassonne (15ª), incluyendo las subidas a Saint Ferreol, Soreze y Fontbruno por Pas du Sant, con 3 km iniciales al 10%, durante los 100 km finales, siendo a priori un dia para escapadas.
Después del descanso, ya en la 3ª semana, etapa unipuerto con el famoso Mont Ventoux (16ª), teniendo una ruta llana (aunque ojo al viento) antes de afrontar el coloso de la Provenza por su vertiente clásica, que cuenta con 15,7 km finales al 8,8%, siendo lo mas empinado la parte del bosque peo lo mas icónico el último trano, con un paisaje «lunar», estando entre los puertos más duros subidos en carrera. La jornada siguiente, camino de Valence (17ª), es la última con opciones para los velocistas puros, aunque tampoco puede descartarse una escapada, con el viento como factor clave.
El bloque de alta montaña en los Alpes incluye la que a priori es la etapa reina de esta edición, con 172 km entre Vif y el Col de la Loze por Courchevel (19ª),teniendo que afrontar el Col du Glandon sur, irregular pero con tramos muy duros, y el Col de la Madeleine, que tiene 19 km al 8%, muy constante, antes de la larguísima subida al Col de la Loze por Courchevel, siendo lo más duro la parte central y sobre todo los últimos 5 km, tras dejar la zona donde acabó la etapa otros años, como en el 2000, venciendo Pantani, y 2005, ganando Valverde. Con este añadido pasa a ser un coloso de 26,5 km al 6,5% y 1700 m de desnivel, lo que unido al desgaste previo puede provocar grandes diferencias, como ya ocurrió en 2023, con triunfo de Gall, aunque se subía Loze por la vertiente contraria, acabando en el altipuerto.
La etapa siguiente, con casi 130 km camino de La Plagne (19ª), tiene una estructura muy similar aunque siendo más corta, incluyendo el Col des Saisies por Hery sur Ugine, marcado como 2 puertos, y Cormet de Roselend por Col du Pré, también «dividido» en 2, destacando el duro final de Pré, antes del peligroso descenso de Roselend y la subida final a La Plagne, sin rampas extremas pero muy constante, para un total de 19 km al 7,2%, pudiendo hacer mucho daño si hay buen ritmo desde la base, como en la escabechina de Indurain en 1995 -> vídeo, persiguiendo a un gran Zulle. No obstante, habiendo ya otros 4 HC finales, habría sido más lógico un final tras descenso o subida más tendida.
Y como cierre de la prueba,: media montaña entre Nantua y Pontarlier (20ª), incluyendo el muro de Thesy, con 3,5 km al 9%, a 60 km de meta; y la jornada final de París, con la novedad de que tras presentar inicialmente una etapa con el circuito final clásico, se cambió la ruta para programar 3 pasos por la cota de Montmartre, que tanto juego dio en la prueba en ruta de los Juegos Olímpicos, coronándose por última vez a solo 6 km de la meta en los Campos Elíseos.
Analizando las etapas por separado, hay cosas muy interesantes, como la dureza de varias de las jornadas de montaña, con 4 de ellas superan los 4400 m de desnivel, e incluyendo la recuperación de Superbagneres 35 años después, así como el «picante» que aportan las etapas quebradas durante toda la prueba. Pero si se mira el recorrido global, no solo está muy desequilibrado, con únicamente 33 km de crono llana, sino que el abuso de finales duros (5 en HC) hace que el diseño de la alta montaña sea muy repetitivo: ni una sola etapa con final tras descenso o llegada más suave. Y aunque pueden dar juego, las etapas tipo clásica de la 1ª semana también son repetitivas entre sí: muritos + final en repecho, siempre sobre asfalto, sin pavé o tierra. Y no sustituyen a etapas llanas, habiendo 4 en los primeros 9 días, sino a jornadas con puertos más largos
Tema aparte es la enorme cantidad de traslados, que según varias fuentes suman unos 3000 km, con 14 de ellos de más de 100 km, que encima no evitan que el 2º fin de semana haya justo 2 etapas llanas. En cualquier caso, como siempre la última palabra será de los corredores. Y si son combativos desde lejos, sin esperar a las subidas finales, podrá verse un buen espectáculo, como lleva ocurriendo desde 2021, con el duelo entre Pogacar y Vingegaard.
Historia de la prueba
El origen del Tour de Francia data de inicios del siglo 20, cuando Geo Lefevre, redactor del periódico L´Auto (actualmente L’Equipe), le propuso a su director, Henry Desgranges, la celebración de una carrera ciclista que uniera las principales ciudades francesas, para conseguir aumentar las ventas del periódico y superar al diario competidor Le Velo. Así pues, en julio de 1903 y no sin dificultades, incluyendo un cambio de fechas respecto a lo que estaba previsto, se disputó la edición inaugural -> mapa, con 2.428 km divididos en 6 etapas y victoria final para Maurice Garin, con casi 3 horas de ventaja sobre el 2º clasificado y una velocidad media de 25,7 km/h.
Durante los primeros años los organizadores tuvieron muchos problemas para sacar la carrera adelante, lo que les llevó a buscar nuevos alicientes. De este modo, en 1905 la general se estableció en base a una clasificación por puntos (sumando la posición en cada etapa, siendo 1º el que acumulara menos puntos) en lugar de por tiempos, aunque volvería a calcularse de ese modo a partir del año 1913. Además, aumentó el nº de etapas, pasando de 6 a 11, y se sustituyó el Col de la Republique, la única dificultad montañosa de las primeras ediciones, por Ballon d´Alsace en los Vosgos y Bayard + Laffrey en los Alpes.
Esto reactivó la prueba, pero cuando en 1909 Francois Faber, un corredor de casi 90 kilos, ganó 6 etapas y la general, los organizadores decidieron arriesgar y estrenar los Pirineos en 1910, programando 2 etapas brutales, sobre todo por el kilometraje y condiciones de la época, con los puertos de tierra: Perpiñán-Luchon (289 km), con Port, Aspet y Ares; y Luchon-Bayona (326 km) -> perfil / galería de fotos, teniendo que subir Peyresourde, Aspin, Tourmalet, Aubisque y Osquich. Durante esta 2ª etapa, al coronar el Aubisque, se produjo el famoso grito de Octave Lapize en contra de los organizadores: “Assassins, vous êtes des assassins!”. En el artículo “Memoria de un asesinato“ se puede rememorar la gestación y desarrollo de esta etapa, aunque parece que la realidad fueraun poco distinta. De hecho el Tourmalet ya se había subido en 1902 por otra prueba menos conocida, aunque por la vertiente de Bareges.
A pesar de las quejas de los corredores, el éxito deportivo y mediático hizo que en 1911 los organizadores no sólo repitieran las jornadas pirenaicas sino que se atrevieran con el más difícil todavía: una etapa en el corazón de los Alpes, Chamonix-Grenoble (366 km) -> perfil, en la que se estrenó el impresionante Col du Galibier (cota 2550 m, atravesando el túnel), que hoy en día aún está entre los puertos más duros que se afrontan en carrera. El ciclista que coronó en primer lugar fue Émile Georget, que tras 2h y 38′ de ascensión sin poner pie a tierra exclamó ante los aficionados: “¡Os he dejado pasmados”!. El impacto del Galibier fue tal que el propio Desgranges abrió el periódico L’Auto al día siguiente con un “acta de adoración” a la grandiosidad del puerto y el esfuerzo de los corredores para superarlo.
Ya con Pirineos y Alpes consolidados en el recorrido, el Tour fue creciendo en importancia, aumentando el kilometraje y nº de etapas, con los récords de 5.745 km en 1926 y 31 etapas en 1937 (12 normales, 5 dobles sectores y 3 triples), dejando sólo de disputarse durante las Guerras Mundiales: de 1915 a 1918 y de 1940 a 1946. Y fue en 1919, tras el 1º de estos conflictos, en el que murieron 3 ganadores de la prueba (Lucien Petit-Breton, Francois Faber y el propio Lapize), cuando el Tour estrenó una de sus señas de identidad: el maillot amarillo para distinguir al líder de la general. El resto de maillots fueron introducidos mucho más tarde, con el verde de la regularidad y el blanco con puntos rojos de la montaña estrenándose en 1953 y 1975 respectivamente.
A lo largo de la historia de la carrera hay 4 corredores que destacan en el palmarés, teniendo 5 triunfos en la general: Jacques Anquetil (1957, 61, 62, 63 y 64), Eddy Merckx (1969, 70, 71, 72 y 74), Bernard Hinault (1978, 79, 81, 82 y 85) y de 1991 a 1995 Miguel Indurain, con “el caníbal” récord de etapas y días de amarillo, con 34 y 96 respectivamente, mientras que con 4 victorias figura Chris Froome (2013, 15, 16 y 17). Aclarar que hasta 2012 encabezaba el palmarés Lance Armstrong, con 7 triunfos consecutivos desde 1999 a 2005, pero su sanción por dopaje hizo que todos sus resultados desde agosto de 1998 fueran eliminados, quedando la victoria vacante debido a “la nube de sospechas que permanece desde ese periodo oscuro”, según palabras del comunicado oficial que publicó la UCI.
Mención especial merecen Philippe Thijs y “el fraile volador”, Gino Bartali, con 3 y 2 victorias respectivamente pero que sin los parones provocados por las guerras mundiales podrían haber alcanzado un palmarés aún mejor. De hecho, fueron capaces de ganar antes y después de los conflictos bélicos, con 10 años de diferencia en el caso de Bartali (1938 a 1948). Otros ciclistas con resultados de mucho mérito son Raymond Poulidor, con 8 podios, y Joop Zoetemelk, con 7 (incluída una victoria), ambos con carreras muy largas pero perjudicados al haber coincidido con Anquetil y Merckx en el caso de “Pou Pou” y el propio Merckx e Hinault en el de Zoetemelk.
Sobre los corredores españoles, hasta finales de los 50 sólo Bernardo Ruiz acabó en el podio (1952), pero desde entonces han sido grandes protagonistas, con victorias de F.M.Bahamontes en 1959 (más 2 podios y 6 maillots de la montaña); Luis Ocaña en 1973, un triunfo que podría haber conseguido ya en 1971 de no ser por su caída en el descenso de Mente, cuando era líder; Pedro Delgado en 1988 (más otros 2 podios); el “repóker” de Indurain en los 90; Oscar Pereiro en 2006, tras la descalificación de Landis por positivo; Carlos Sastre en 2008, con un gran ataque en Alpe d´Huez; y Alberto Contador en 2007 y 2009 (también acabó 1º en 2010 pero fue sancionado posteriormente), siendo el 3er país con más triunfos después de Francia y Bélgica, con 36 y 18 victorias respectivamente.
En cuanto al resto de categorías, el francés Richard Virenque tiene el mayor nº de victorias en la clasificación de la montaña, con 7 triunfos entre 1994 y 2004, superando las 6 que consiguieron dos de los mejores escaladores de la historia, el mencionado Bahamontes y Lucien Van Impe. Asimismo, el esloveno Peter Sagan domina la clasificación de la regularidad con 7 victorias (2012 a 2016 y 2018-2019), seguido por el alemán Eric Zabel, con 6 triunfos de 1996 a 2001, y el irlandés Sean Kelly, con 4 maillots verdes en la década de los 80; con Tadej Pogacar haciendo lo propio en la clasificación de los jóvenes, al haberla ganado.4 veces, frente a las 3 victorias de Jan Ullrich y Andy Shleck.
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El podio de 2024: Pogacar, Vingegaard y Evenepoel. Click para ver un hilo con los ganadores de todas las clasificaciones
- Tadej Pogacar (UAE) 83 h 38′ 56″ (44.521 km/h)
- Jonas Vingegaard (Visma) a 6′ 17″
- Remco Evenepoel (Soudal)a 9′ 18″
- Joao Almeida (UAE) a 19′ 03″
- Mikel Landa (Soudal) a 20′ 06″
- Adam Yates (UAE) a 24′ 07″
- Carlos Rodríguez (Ineos) a 25′ 04″
- Matteo Jorgenson (Visma) a 26′ 24″
- Derek Gee (Israel) a 27′ 01″
- Santiago Buitrago (Bahrain) a 29′ 03″
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Recorridos
A lo largo de su historia, una de las señas de identidad de la prueba han sido una serie de grandes puertos de paso que por su dureza, sin rampas exageradas pero largos y con mucho desnivel, y habitual presencia en carrera han sido claves en muchas ediciones, convirtiéndose en míticos, destacando, junto a los ya mencionados Tourmalet, Aubisque, Peyresourde y Galibier, los puertos alpinos del Col d’Izoard y Vars, estrenados en 1922; Glandon – Croix de Fer, en 1947; el Mont Ventoux en 1951, siendo después también meta; Madeleine en 1969, estrenándose en 1975 la dura vertiente S, aún más exigente; y el Joux Plane en 1978, más corto que los anteriores pero con mayor pendiente media, con casi 12 km al 8,5%, y teniendo además un peligroso descenso hasta Morzine.
En 1952 fue el turno para los primeros finales en alto, con el estreno de Alpe d´Huez, “la montaña de los holandeses”, Sestriere (desde km 11,2), en Italia, y el volcán del Puy de Dôme, en el Macizo Central, todos con victorias de Coppi. Lo curioso es que este tipo de llegadas, hoy en día muy abundantes, no gustaron en su momento, ya que la lucha podía quedar reducida a la subida final. Como ejemplo las declaraciones de Jacques Goddet, jefe de de ciclismo en L´Equipe: “Nada incita a militar por llegadas en alto”. Esto provocó que salvo cronoescaladas (Ventoux 1958 y Puy de Dôme 1959) no hubiera más finales en alto hasta 1961, y sólo 1 ó 2 en ediciones posteriores. Sería en la década de los 70 cuando empezaron a ganar protagonismo, incluyendo el retorno de Alpe d’Huez en 1976, desde entonces la subida más icónica de la prueba.
El lado negativo es que al repetir tanto ciertas subidas han dejado de lado otras igual o incluso más interesantes, con grandes puertos inéditos u olvidados desde hace años por los organizadores, destacando el potencial de varias regiones muy poco transitadas por el Tour, como los Pirineos Atlánticos (Arthaburu, Ahusquy, Burdinkurutzeta-Bagargi, etc), Alpes del Sur (Cayolle, Champs, Couillole, Turini, etc) y la zona al este de Grenoble, destacando Coq, Luitel, Allevard, etc… así como las “caras b” de algunos puertos clásicos que siguen inéditas (salvo los tramos compartidos con la subida tradicional), como Luz Ardiden N, visto en Ruta del Sur 2017; o utilizadas desde hace décadas sólo de bajada, como Mont Ventoux O, sin subir desde 1972.
No obstante, en las últimos años ha habido grandes avances en este aspecto, con el estreno de Romme en 2009; Hourquette d´Ancizan en 2011; Grand Colombier, aunque no por vertiente más dura, y Peguere en la edición de 2012; Chatillón-Semnoz y la continuación de Alpe d´Huez, Col de Sarenne, con su espectacular descenso, en la edición de 2013; Petit Ballon y Chevreres en 2014; Col de Chaussy en 2015; el exigente Monte Bisanne (cota 1720 m) en 2016; y sobre todo en 2017, con la cordillera del Jura camino de Chambery, estrenando Col de Biche en profesionales, afrontando la vía directa de G.Colombier, con 3 km centrales durísimos, y recuperando Mont du Chat tras 4 décadas de olvido; y 2018, subiendo por 1ª vez en el Tour el Col de Gliéres, con 2 km de tierra, y el Col du Pré, además de estrenar el colosal Col de Portet tras asfaltar los km de tierra. En 2019 lo más novedoso fue el estreno de Prat d’Albis (hasta km 4,5) y recuperación del Col de Iseran, inédito como subida por vertiente sur desde 1963, mientras que en 2020 se estrenó Col de La Lusette en el Macizo Central, Issarbe-Hourcere en los Pirineos y el Col de la Loze en los Alpes, para ya en 2022 recuperar el terrible Col du Granon y estrenar Spandelles, que seguía inédito en el Tour, mientras que el año pasado destacaba la recuperación de La Bonette y La Couillole.
Otra característica desde 1934, cuando estrenaron las cronos en el Tour, ha sido la gran cantidad de contrarreloj, con multitud de ediciones que entre CRI y cronos por equipos sumaban más de 100 km, no bajando de 170 entre finales de los años 70 y mediados de los 90, lo que unido a la dureza de la montaña hacía que para luchar por la victoria los ciclistas tuvieran que ser muy completos, subiendo bien y a la vez siendo grandes rodadores (o muy superiores en algún terreno), con el equipo como otro factor clave si había CRE. Sin embargo, a partir de 2008 y con la única excepción del año 2012, cuando volvió a haber un prólogo y 2 cronos individuales largas, ha habido un claro descenso en el nº y longitud de las cronos, llegando a los extremos de 2015, cuando se batieron todos los records negativos de CRI, con apenas 14 km, y 2017, con el total más bajo de contrarreloj: 36,5 km (hasta el año pasado …), una tendencia que se ha mantenido las últimas ediciones, con solo 37 km en 2020 y apenas 22 km en 2023, aunque también ha habido años cercanos a los 60 km,
En cuanto a la estructura, durante mucho tiempo el esquema del recorrido fue similar, algo provocado por las características orográficas del país pero también por el inmovilismo de los organizadores una vez que dieron con su trazado ideal. De este modo, desde mediados de los 60 hasta hace una década lo habitual era empezar con un prólogo, seguido por una 1ª semana de etapas llanas (y hasta los 80 con alguna jornada de pavé), incluyendo una larga crono por equipos y otra individual, para a continuación afrontar la alta montaña, ya fueran Alpes o Pirineos y normalmente rotando de una edición a otra, seguida por varias etapas de enlace antes de encarar el 2ª bloque montañoso y las jornadas de aproximación a París, con una CRI el penúltimo día.
Sin embargo, ya en los últimos años, con Prudhomme como director del Tour, ha habido muchos cambios respecto a la tradición de la prueba, tanto para bien, con menos etapas llanas en la 1ª semana y más media montaña, como para mal, con la reducción de contrarreloj y la falta de etapas de alta montaña de gran fondo, haciendo además que la última acabe en un HC (salvo excepciones). Así, después del notable recorrido de 2007, con una estupenda alta montaña y dos buenas cronos, faltando sólo más media montaña para el sobresaliente, llegó una edición 2008 novedosa, con una 1ª semana atractiva pero que después resultaba decepcionante al haber sólo una jornada con 3 grandes puertos, además de una estructura donde las etapas se estorbaban entre sí, con las llegadas en alto como final de bloque perjudicando las jornadas previas.
El trazado de 2009 fue aún más original … pero también más decepcionante, ya que tenía ideas interesantes pero creemos que muy mal ejecutadas: etapas de montaña sin finales duros pero con demasiado llano entre puertos o hasta meta, y una última jornada decisiva de montaña en vez de crono pero con final en alto y encima unipuerto. De hecho, en la mayoría de etapas había opciones mejores que las programadas. Además, la carrera estaba descompensada, con una 2ª semana muy floja y poca CRI (aunque más que en las últimas ediciones). En el lado positivo, el etapón de Le Grand Bornand, que provocó grandes diferencias en meta, con el 10º a más de 6 minutos, siendo la mejor etapa de las tres grandes vueltas en la temporada 2009.
Comparado con 2009, el recorrido de 2010 (clasificaciones) fue un gran avance: no más de 2 etapas llanas seguidas, mucha media montaña y una alta montaña variada, además de incluir una etapa con pavé, siendo globalmente un trazado muy duro. Pero no todo era positivo: de nuevo pocos km de crono, un diseño mejorable en algunas etapas y ni un sólo gran puerto novedoso, algo que si habían aportado ediciones previas. A la hora de la verdad, la pobre actitud de los favoritos en algunas etapas clave hizo que fuera algo decepcionante, aunque también hubo jornadas preciosas, como St. Jean de Maurienne -> vídeo, con el grupo totalmente roto en la Madeleine, a 40 km de la llegada, y la mencionada jornada del pavé en la 1ª semana.
El trazado de 2011 se podía dividir en 2 partes: una 1ª mitad donde abundaban las jornadas llanas pero con final en repecho, y una 2ª mitad donde se acumulaban todas las etapas decisivas, con exceso de finales en alto duros (4 llegadas HC/1ª muy exigente) y apenas 42,5 km de CRI, una cifra escasa para un GV y que encima no llegaba hasta el penúltimo día. Esta descompensación, unida a una actitud “amarrategui” de la mayoría de favoritos, hizo que las 2 primeras semanas fueran muy aburridas, además de haber múltiples caídas, si bien la espectacular semana final, con grandes ataques lejanos de Contador camino de Gap y Alpe d´Huez, y de Andy Schleck en la etapa con meta en el Galibier, salvó la prueba, dejando un buen recuerdo en los aficionados.
En 2012 hubo un cambio radical, reduciendo la cantidad y dureza de finales en alto, recayendo el protagonismo en los puertos de paso, y aumentando crono, con dos CRI largas (algo que no sucedía desde 2007), teniendo las etapas decisivas más repartidas. Sin embargo, pese a una buena idea general fallaba la ejecución, con un orden y diseño de etapas mejorable. Finalmente, la carrera tuvo 2 partes muy diferentes: una 1ª mitad muy entretenida, con ataques lejanos de los favoritos en varias etapas … pero una 2ª con Pirineos decepcionantes y notándose la ausencia de Contador y Schleck, con un exagerado dominio de Sky, donde estaban los 2 corredores más fuertes, Wiggins y Froome, y la general decidida muy pronto.
Al año siguiente los organizadores dieron marcha atrás a varios de los cambios de 2012, al aumentar la dureza de finales en alto y reducir la longitud de las cronos (además de hacer que la 2ª fuera mixta, incluyendo 2 puertos), con una cantidad sorprendente de novedades para ser la 100ª edición, como el inicio en Córcega y el estreno de Sarenne. En general, la carrera fue bastante entretenida, aunque con el regusto amargo de que salvo el día de S.A.Montrond, donde los abanicos destrozaron el pelotón, no hubo ninguna etapa de sobresaliente, con la lucha entre los favoritos reducida a las subidas finales o el “coitus interruptus” de Bagneres de Bigorre, donde sí hubo batalla inicial pero después todo se calmó pese a que Froome estaba aislado.
En 2014 fueron un paso más allá, alejándose de gran parte de las características habituales de la prueba, con un trazado repleto de etapas nerviosas, teniendo especial protagonismo la media montaña, sobre todo en los primeros 12 días, y una alta montaña más blanda, aunque con bastantes llegadas en alto, habiendo sólo una crono, aunque de 50 km, que no llegaba hasta la 20ª etapa. Curiosamente, y aunque por diferentes motivos, el desarrollo acabó siendo parecido al de 2012, con una 1ª mitad entretenida, destacando el etapón de Arenberg, con lluvia y pavé, pero viéndose unos Pirineos decepcionantes (salvo la etapa de Luchon) y la general decidida muy pronto a favor de Nibali, que tras las caídas de Froome y Contador arrasó a sus rivales.
El trazado de 2015 llevó al extremo la senda de cambios iniciada en 2008, con una 1ª semana muy movida, incluyendo jornadas tipo clásica y finales muro; aumento en el nº de etapas quebradas pero reduciendo a cambio las distancias, sin jornadas de alta montaña de >200 km; una enorme cantidad de finales en alto, con 9 llegadas en subidas puntuables (3 de ellas HC), más otros 3 finales en repecho; y sobre todo exagerada reducción de las cronos, con sólo 14 km de CRI, quedando un recorrido muy desequilibrado. A la hora de la verdad, el tiempo ganado por Froome en la Pierre St. Martin, más lo obtenido en la 1ª semana, resultó decisivo, si bien Quintana, que esperó demasiado, le puso en apuros el último día de montaña, con llegada en Alpe d’Huez.
El recorrido de 2016 era de nuevo favorable para los escaladores, sobre todo los más explosivos, debido a la abundante montaña, con multitud de etapas quebradas pero sin grandes kilometrajes, llegando el desgaste por acumulación al haber muchas jornadas exigentes pero ninguna agonística, si bien con la novedad de menos finales en alto, 5, y bastantes llegadas tras el descenso de un puerto, además de tener 2 cronos individuales, una de ellas cronoescalada, sumando 54 km. Sin embargo, pese a que a priori era un avance respecto a 2015, la falta de combatividad de la mayoría de favoritos, que desaprovecharon la montaña, hizo que la “lucha” por la general fuera muy aburrida, siendo más interesante la pelea por triunfos parciales y las escapadas.
El trazado de 2017 era bastante novedoso, destacando la distribución de la montaña, con etapas en las 5 cordilleras, incluyendo una jornada en el Jura con 3 HC, y la reducción de finales en alto, aumentando a cambio el protagonismo de los puertos de paso, mientras que en el lado negativo volvía a estar la escasez de crono, con dos CRI cortas que apenaban sumaban 36,5 km, quedando desequilibrado. A la hora de la verdad, la carrera fue más entretenida que en 2016, con hasta 4 etapas donde hubo batalla desde lejos entre los favoritos, si bien la sensación de que pese a las escasas diferencias Froome tuvo siempre la carrera controlada hizo que la valoración general no fuera muy positiva, aunque sí mejor que la del año anterior.
En 2018 el recorrido era una mezcla de años anteriores, sobre todo 2014 (pavé en la 1ª semana y Pirineos último bloque), 2015 (CRE y concentración de la montaña las 2 últimas semanas) y 2017 (estreno de grandes puertos y etapas de montaña interesantes), repitiendo de nuevo la poca contrarreloj, con solo una CRI y de 31 km, lo que unido a un aumento en la dureza de los puertos, tanto de paso como llegadas, hacía que estuviera muy desequilibrado. A la hora de la verdad, el excesivo dominio del equipo Sky, con 1º, 3º y mejor joven, junto a incidentes como la caída de Nibali en Alpe d’Huez, provocada por el público, dejó una sensación negativa, aunque también hubo buenas etapas, como La Rosiere y Laruns.
El Tour de 2019 tuvo mayor protagonismo de la media montaña, sobre todo durante la 1ª semana, con los Vosgos y Macizo Central, habiendo pocas jornadas llanas, y con etapas de alta montaña cortas: 3 de ellas de solo 120-130 km y no habiendo otras de gran fondo para compensar, con solo Valloire, que incluía Vars, Izoard y Galibier, superando los 190 km. además de la ya habitual escasez de crono, con apenas 27 km de CRI (más otros tantos de CRE). No obstante, lo que marcó la carrera fueron las tormentas en los Alpes, provocando que no se hiciera completa la etapa del Iseran, que estaba siendo la mejor con diferencia, con un gran Bernal, y que se modificara la ruta de Val Thorens, haciéndola unipuerto, volviendo a quedar un poso de decepción.
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- En la próxima entrada, análisis detallado del recorrido.









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