TOUR DE FRANCIA 2018 – Recorrido

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Las demás entradas sobre el Tour de Francia 2018:

  • Previo (presentación del recorrido, con etapas importantes, enlaces a puertos y valoración).
  • Historia (orígenes, evolución de la prueba, ciclistas destacados, puertos míticos, recorridos, últimas ediciones).
  • Participación (equipos, favoritos a la general, incluyendo ránking, y velocistas).
  • 2ª semana (etapas 10ª a 15ª, hasta la última jornada de descanso).
  • 3ª Semana (análisis detallado de las últimas etapas, 16ª a 21ª)

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Como decíamos en el artículo anterior, este año se cumple la 105ª edición de la prueba, con salida desde la isla de Noirmoutier, en el departamento de Vendée, el sábado 7 de julio y final en los Campos Elíseos de París el domingo 29 del mismo mes, para un total de 3.351 km (sin contar los tramos neutralizados) divididos en 21 etapas, incluyendo 2 contrarrelojes, una por equipos y otra individual; 8 etapas de montaña, 4 de ellas con llegada en alto, incluyendo la jornada reina de Alpe d’Huez, y otras 2 etapas con pequeñas cotas, ambas terminando en repecho; mientras que en las jornadas llanas, la mayoría en la 1ª semana, destaca la presencia de una etapa con pavé, con final en Roubaix.

Video presentación del recorrido

En general, el recorrido es una mezcla de las últimas ediciones, teniendo características tanto de 2014, con el mencionado pavé en la 1ª semana y los Pirineos como último bloque montañoso, habiendo también una CRI entre estos y la jornada final de París; como 2015, con quién comparte la concentración de la montaña en las 2 últimas semanas (aunque cambiando el orden de Alpes y Pirineos), así como la inclusión de una crono por equipos y varios finales concretos; y 2017, con el estreno de grandes puertos inéditos (este año Glieres, Col du Pre, Portet, etc) y etapas de montaña a priori interesantes, pero de nuevo con muy poca contrarreloj, no llegando la CRI hasta el penúltimo día y con un kilometraje bastante corto, en esta edición superando por poco los 30 km y siendo además bastante quebrada.

Sin embargo, también hay aspectos q lo diferencian de últimos años, como el aumento en la dureza de los puertos, tanto llegadas en alto como puertos de paso, con 3 jornadas muy exigentes en los Alpes, que además están seguidas, y otras 3 en los Pirineos, aparte de las jornadas del Macizo Central; y el diseño de la 1ª semana, más parecida a la de otras décadas (salvo por la ausencia de CRI) que a las últimas ediciones anteriores, ya que predomina las etapas llanas. Más allá del trazado, mencionar la reducción de corredores por equipo, que pasa de 9 a 8, completando un pelotón de 176 corredores al no haberse aumentarse el número de equipos (22), la misma cifra que en Giro y Vuelta, mientras que en las clásicas y rondas de una semana habrá 7 corredores por equipo.

PRIMERA SEMANA

De este modo, la prueba se inicia al oeste del país, con una etapa llana de 200 km entre la isla de Noirmoutier, perteneciente a Vendée, y la localidad de Fontenay le Comte, estreno como llegada, siendo un día muy favorable para los sprinters pero donde los favoritos a la general no pueden despistarse, ya que además del habitual riesgo de caídas se circula junto a la costa durante gran parte de la ruta, con posibilidad de abanicos a poco que sople el viento. Señalar que es la 5ª ocasión en que el Tour comienza en Vendée, con el último antecedente en 2011, venciendo Gilbert en Mont des Alouttes. La 2ª etapa también es llana, con algo más de 180 km entre Mouilleron St. Germain y la Roche sur Yon, teniendo que retroceder a 1938 para encontrar la última llegada en esta localidad, con triunfo del también belga Meulemberg. La jornada siguiente es una de las más importantes de la 1ª semana: crono por equipos de 35 km en torno a Cholet, con un trazado que incluye largas rectas pero también algunos repechos, destacando la subida al paso por la Seguiniere, con 700 m al 6%, siendo en cualquier caso propicio para los equipos con potentes rodadores, capaces de mover grandes desarrollos. La anterior CRE en el Tour se disputó en 2015, camino de Plumelec, ganando BMC con Sky a un segundo, siendo de nuevo los favoritos este año.

En la 4ª etapa, nueva oportunidad para los velocistas, con una etapa llana de 195 km entre las poblaciones costeras de La Baule y Sarzeu, está última ya en la región de Bretagne, estrenándose como llegada en el Tour. Al día siguiente, camino de la localidad de Quimper, turno para los clasicómanos, con una jornada de 200 km plagada de cotas (a partir del km 50), destacando subidas a Kaliforn, con 1,7 km a más del 7%; Menez Quelerc’h, un clásico de la carrera Les Boucles de l’Aulne y que tiene 2 km finales a casi el 8%, coronándose en la etapa del Tour a 45 km de meta; y Locronan, con 2,2 km al 6% y situado a 23 km de la meta en Quimper, con un repecho final de un km al 5%, siendo la misma llegada del Tour de Finisterre, donde este año se impuso Hivert. Una jornada muy interesante, pudiendo dar bastante juego a poco que los corredores se muestren combativos, ya que además se circulará por vías secundarias, aunque en condiciones normales será difícil que haya diferencias entre los favoritos.

La 6ª etapa, aunque con menor nº de cotas, concentra su dureza en la parte final, destacando el Muro de Bretaña, con un km al 10% seguido por otro muy tendido -> perfil oficial, haciéndose un doble paso en los últimos 20 km, el último como meta, siendo de nuevo un final muy propicio para los “up-hill finishers”. Respecto a los antecedentes, fue llegada en 2011, con victoria de Evans y Contador 2º -> clasificacion / vídeo; y en la edición de 2015, imponiéndose el francés Vuillermoz -> clasificacion / vídeo, con Martin 2º y Valverde encabezando el grupo. La 7ª etapa es la más larga de esta edición, superando los 230 km entre Fougéres y Chartres, capital del departamento de Eure et Loir, cercano a París, con un perfil llano y donde el viento podría hacer de las suyas, sobre todo en la parte final, siendo una jornada favorable para los velocistas, con el único antecedente de una etapa en línea en 2004 (hubo una CRI en 2012, imponiéndose Wiggins), si bien ese año llegó una escapada, con triunfo de O’Grady y Voeckler nuevo líder. Al día siguiente, otra etapa llana, aunque más corta, entre las localidades de Dreux y Amiens, siendo de nuevo una jornada propicia para los sprinters, como en 2015 cuando se impuso Greipel, pero donde los favoritos no pueden despistarse debido al peligro de abanicos.

 

En vísperas de la jornada de descanso, una de las etapas a priori más importantes de este Tour, con nada menos que 15 tramos de pavé, sumando en total 21,7 km sobre esta superficie, antes de la llegada en Roubaix, localidad famosa por la clásica homónima, también conocida como “El infierno del norte“. De hecho, la 2ª mitad de la ruta es similar a la de la clásica, esquivando sólo los sectores de Orchies, Carrefour de l’Arbre y Gruson, además de recortar Mons en Pevele -> explicación detallada, aunque sin la meta en el velódromo. Señalar que es la etapa del Tour con más pavé de los últimos 30 años. Y muy repartido, con tramos en la zona de 70 a 50 km de meta que pueden romper el pelotón, viéndose bonitas persecuciones, siendo también clave las condiciones meteorológicas, que ya marcaron Arenberg 2014 con triunfo bajo la lluvia para Lars Boom y el “tiburón” Nibali siendo el gran beneficiado de entre los candidatos a la general -> clasificación / vídeo, mientras que por el contrario Froome tuvo un día aciago, retirándose tras varias caídas (sobre asfalto, no en el pavé). En cambio en la etapa de Cambrai 2015, con algo más de 13 km adoquinados pero disputada con buen tiempo, casi todos los candidatos a la general llegaron juntos, imponiéndose Tony Martin tras un ataque a 3 km de meta -> clasificación / vídeo, si bien los tramos de pavé eran más sencillos, con sólo uno 4 estrellas, mientras que este año hay 3 de esa categoría.

SEGUNDA SEMANA

Después del día de descanso y un largo traslado hasta Annecy, turno para la alta montaña, con un duro tríptico que se inicia con una etapa de casi 160 km entre esta localidad y Le Grand Bornand, teniendo que superar en la 1ª mitad de la ruta la Croix Fry, con 11,7 km al 7% de media, destacando un tramo de 2,5 km al 9,5%, y Plateau des Gliéres, inédito en el Tour y que cuenta con 6 km iniciales al 11% antes de un final mucho más tendido pero sin asfaltar, con los últimos 2 km de tierra, aunque en buen estado. Tras su complicado descenso se afrontará Col de Fleuries, no puntuado, seguido por un tramo llano de 20 km hasta Cluses, inicio del Col de Romme, con 9 km al 9%, y tras su corta bajada el Col de la Colombiere (desde cruce), 7,5 km al 8,5%, incluyendo 2 km finales al 10%, coronándose a 15 km de la llegada. Una etapa muy interesante, con estreno de Gliéres y un encadenado final que en la edición de 2009 resultó espectacular, con la carrera rota ya desde Romme y grandes diferencias en meta -> clasificación / vídeo. Le Grand Bornand también fue final en 2013, si bien con Croix Fry como último puerto, ganando Rui Costa. Sobre la etapa de 2018, más allá de que se podía reducir el llano intermedio con Brizon (hasta cota 990 m), la pega es su colocación, antes de 2 llegadas en alto, lo que podría provocar que los favoritos fueran muy conservadores, aunque terreno hay para ver un gran espectáculo si se muestran combativos.

Al día siguiente, etapa corta pero muy dura, con casi 110 km entre Albertville, sede de los Juegos Olímpicos de invierno de 1992, y la estación de esquí de La Rosiére, incluyendo de inicio Signal de Bisanne (hasta km 2), estrenado en 2016 y que tiene 12,4 km al 8,2% de media, y tras su fuerte bajada el perfecto encadenado del Col du Pré, inédito en el Tour (aunque subido en carreras como Avenir y Dauphiné), con 7 km finales al 9,4%, y el último tramo del ya conocido Cormet de Roselend (desde Meraillet), pudiendo incluso considerarse un único puerto -> perfil del encadenado, antes del largo y peligroso descenso, con varias caídas otros años, hasta llegar a Bourg Saint Maurice, localidad de inicio de la subida final a La Rosiére, con la meta a 8 km de la cima del Petit St. Bernard, frontera con Italia. Por esta vertiente se puede dividir en 3 partes: un comienzo suave, con 8 km al 4-5% hasta Montvalezan; zona central exigente, con casi 6 km al 8,5%; y un último tramo tendido, de 4,7 km al 4,5%, para un total de 18,5 km al 5,6%, pudiendo hacer daño si hay buen ritmo y batalla en los puertos previos, aunque habrá que ver la actitud de los favoritos en vísperas de la etapa reina. Señalar que esta ruta, variando sólo el inicio, ya se vio en Critérium Dauphiné, con triunfo de Bilbao y Thomas consolidando el liderato -> vídeo. Igualmente, La Rosiére también ha sido final de etapa en el Tour del Avenir 2015 -> crónica / vídeo, con ruta muy similar y victoria Guillaume Martin; y 2014 -> clasificación, con triunfo de «Super» López, que se impuso también en la general.

Como cierre del tríptico, la jornada reina del Tour 2018, con 175 km entre Bourg St. Maurice y la estación de esquí de Alpe d’Huez, incluyendo 3 auténticos colosos: el Col de la Madeleine, 25 km de subida, con zonas muy exigentes y seguido por un impresionante descenso hasta La Chambre; el larguísimo Col de la Croix de Fer -> otro perfil, con más de 1600 m de desnivel acumulado, destacando el tramo central, con 5 km al 9%, y los últimos 7 km, a casi el 8% de media, y que esta vez irá precedido por Lacets de Montvernier, con 3,6 km al 8% por una vía estrecha plagada de curvas; y tras el largo e irregular descenso de la Croix de Fer, con varios repechos intercalados, y una zona llana hasta Bourd d’Oisans el famoso Alpe d´Huez -> historia y características, con 2 km iniciales al 10%, rondando después el 8-9% hasta casi la cima, aunque los últimos km, ya en la estación, son más suaves, para un total de 14 km al 8% de media. Una etapa durísima, rondando los 5000 m de desnivel acumulado, una cifra que no se alcanzaba en el Tour de Francia desde Le Grand Bornand 2013, pudiendo de hecho incluirse dentro de la lista de etapas más exigentes de la historia, y donde si bien es muy posible que la lucha entre los favoritos quede reservada a la subida final, la dureza de ésta, unida al fuerte desgaste previo, puede provocar grandes diferencias en meta, quedando la general muy definida.

Alpe d’Huez fue el primer final en alto del Tour, en 1952, convirtiéndose tras su re-estreno de 1976 en un puerto muy habitual, con 30 subidas en 40 años, todas como llegada salvo primer paso en 2013 -> clasificación / vídeo, cuando se subió 2 veces, bajando entremedias por el Col de Sarenne y con triunfo para Riblon, mientras que en la jornada de 2015 tuvo como puerto previo la Croix de Fer, si bien en una etapa muy corta, con victoria de Pinot y Quintana poniendo en apuros a Froome -> clasificación / vídeo, aunque finalmente el corredor de Sky pudo conservar el maillot amarillo, llegando líder a París. En cuanto a las posibles alternativas a la ruta de 2018, se podría haber eliminado llano previo a Alpe d´Huez subiendo por vertiente oeste (del km 21 al 2), favoreciendo a priori los ataques lejanos, sobre todo con Glandon norte como penúltimo puerto, con 8 km finales al 9% -> encadenado / ruta completa. Otra opción sería llegar por el este, con Galibier + Col de Sarenne (últimos 13 km) antes de meta, pudiendo acabar directamente en la estación o con un rodeo final al estilo de Dauphiné 2017 -> recorrido alternativo.

Superados los Alpes, etapa en general llana aunque con algunas cotas, la última a 35 km de meta, entre Bourg d’Oisans y la ciudad de Valence, perteneciente a Drôme, siendo favorable para los sprinters, como ya ocurrió en 2015, con triunfo de Greipel. Al día siguiente, media montaña, con una jornada de casi 190 km atravesando las “gargantas del Ardeche” y el macizo central, incluyendo el encadenado de Croix de Berthel, 5 km finales al 7%, y La Baraque de L´Air por Fraissinet de Lózere, antes del suave descenso y una zona llana previa a Mende, localidad de inicio de la corta pero dura subida a la Croix Neuve, con 3 km al 10,5% de media camino del aeródromo, donde estará la llegada tras 1,5 km de falso llano. Estrenada en 1995, en una preciosa etapa con victoria de Jalabert y en la que la Once puso en jaque al Banesto, aunque el equipo de Indurain logró salvar el liderato -> clasificación / vídeo, la Croix Neuve se ha convertido en un clásico de las pruebas francesas, habiéndose afrontado en otras 5 carreras: Paris-Niza, Midi Libre, Languedoc-Rousillon, Gevaudan y Porvenir. Y varias veces, como en el propio Tour, con finales en el aeródromo en 2005 -> vídeo, con triunfo Marcos Serrano; 2010 -> vídeo, con victoria de “Purito”; y 2015 -> vídeo, imponiéndose Cummings. Valorando la ruta de 2018, una pena que no se aprovechen mejor las opciones de la zona. Por ejemplo se podría haber incluído Mas de l’Ayre antes de Berthel y Finiels + Loubière antes de Croix Neuve S -> perfil alternativa, acabando en Mende tras el descenso.

En vísperas del descanso, continúa la media montaña, con 182 km entre Millau y Carcassonne, esta última conocida por su ciudadela amurallada, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997. Tras un inicio quebrado, con varias cotas entre los que destaca Luzencon (3 km al 6%), los corredores tendrán que superar el tendido Col de Sié, con 13 km al 4-5%, dando paso a un largo tramo con tendencia descendente, aunque con repechos intercalados, hasta llegar a Mazamet, comienzo de Pic de Nore -> perfil y mapa, con 7 km centrales al 7,5%, si bien el inicio y final son más blandos, aunque ojo al viento en la parte alta. Una vez coronado, a 42 km de meta, descenso por una vía secundaria atravesando el bosque, aunque después hay terreno para reagrupamientos, siendo en cualquier caso un día propicio para escapadas. Sobre los antecedentes, el único final en Carcassonne durante los últimos 35 años tuvo lugar en 2006 -> clasificación, con triunfo de Popovich tras sorprender a sus compañeros de fuga, si bien el recorrido era muy diferente, mientras que para el Pic de Nore es su estreno en el Tour, aunque ya fue final en el Critérium Internacional en la década de los 90, con victorias de Jalabert, Gianetti, M.García y Massi respectivamente, así como en Tour de l’Aude, una de las grandes vueltas por etapas femeninas hasta su desaparición en 2011, además de puerto de paso en la reciente Ruta de Occitania (antigua Ruta del Sur), con triunfo de Roux en Cazouls les Beziers después de que el grupo atrapara a Valverde y Luisle justo antes de meta -> vídeo.

TERCERA SEMANA

Ya en la última semana de carrera, turno para los Pirineos, con una etapa de casi 220 km con meta en Bagnères de Luchon, incluyendo en el tercio final de la ruta el encadenado del Portet d’Aspet, con 2,5 km finales cercanos al 9%, y el Col de Mente, que destaca por los últimos 7 km al 8%, para tras su rápido descenso y una zona llana, entrando en España, afrontar Col du Portillón, con alrededor de 8 km al 7% y coronándose a sólo 10 de meta, con fuerte bajada, ya de regreso en Francia, en busca de Bagnères de Luchon, siendo el km y medio final llano. Una etapa que puede dar juego, aunque lo más probable es que los favoritos esperen a la última subida, donde eso sí, el día de descanso y el largo kilometraje pueden provocar sorpresas, como ya ocurrió en 2014, con triunfo de Rogers y donde varios de los candidatos al podio, como Bardet y Van Garderen, perdieron mucho tiempo -> clasificación / vídeo, si bien la etapa era más larga y con un último puerto, Port de Balés, más duro que el Portillón, aunque a cambio se subía el modesto Ares en lugar de Mente. En cuanto a las llegadas previas, si bien Bagnères de Luchon es un final clásico del Tour, albergando la 1ª etapa pirenaica de la historia, en 1910, y siendo meta por última vez en 2016, con triunfo de Froome, habría que remontarse a la edición de 1979 para encontrar la última etapa con el Portillón como puerto final, siendo los antecedentes más famosos de esa misma década: 1971 -> vídeo, con victoria de Fuente y la grave caída de Ocaña en el descenso de Mente; y 1973, con el corredor de Priego resarciéndose de lo ocurrido 2 años antes.

La 17ª etapa, entre Bágneres de Luchon y el Col de Portet, es una de las más llamativas de esta edición, tanto por su kilometraje, apenas 65 km, como por el estreno del mencionado Col de Portet, un autentico coloso, con 16 km al 8,7%, entrando en la lista de puertos más duros en carrera, siendo de hecho la subida más exigente de esta edición, con un coeficiente APM de 390. Antes los corredores tendrán que superar el clásico Col de Peyresourde, con 13 km al 7%, más su prolongación hasta Peyragudes, final en 2012 y 2017 (así como en Vuelta 2013) pero subiendo el último tramo por la vertiente contraria, y tras el paso por Loudenvielle el Col de Azet, con 4 km iniciales a más del 9% y cuyo descenso termina en St. Lary Soulan, inicio de Portet. Una etapa tan corta como exigente, sin apenas llano y con 3000 m de desnivel en 65 km, aunque habrá que ver si los favoritos tienen ganas de marcha ya desde el inicio, con una salida ordenada según puesto en la general, o se ven intimidados por el ascenso a Portet, con una 2ª mitad reasfaltada entera para la etapa. Aclarar que aunque el final es inédito, el inicio ya es conocido por los ciclistas al coincidir hasta km 8 con Pla d’Adet, meta en 10 ocasiones, la última en 2014 con un recorrido de similar dureza (subida final más blanda pero con Portillón antes de Peyresourde) y victoria de Majka siendo el más fuerte de la fuga -> clasificación / vídeo, con Nibali ampliando diferencias en la general.

Al día siguiente, turno para una etapa llana entre Trie sur Baïse y la ciudad de Pau, capital de los Pirineos Atlánticos y un clásico del Tour, con la última llegada en 2017, ganando Kittel al sprint, si bien este año, por su situación en la carrera, podría triunfar una escapada de varios corredores, como pasó en 2012 con victoria de Fedrigo. En cuanto a los favoritos, jornada de transición en vísperas de la última etapa de montaña, Lourdes-Laruns, con 200 km y puertos muy conocidos, como el Col d’Aspin, con 12 km de subida al 6,5%; y el mítico Col du Tourmalet (desde km 5,7) -> perfil detallado, con 13 km finales al 8,5% y el puerto más transitado en la historia del Tour, con más de 80 pasos sumando las dos vertientes; para tras su largo descenso, con exhibición Indurain en 1993, y 18 km de falso llano hasta A.Gazost, afrontar Col de Bordéres, irregular pero con tramos duros, y  justo después Aubisque por Soulor (desde Arrens), con 7,5 km al 8% hasta coronar Soulor, dando paso a un corto descenso antes del precioso “Cirque du Litor” y el final del Aubisque, con los últimos 3,5 km al 7%, coronándose a 20 km a meta, la mayoría de fuerte descenso aunque con un pequeño repecho a 3 km de la llegada, ya en la población de Laruns.

En resumen, una jornada exigente y con un gran encadenado  final, combinando puertos clásicos con la novedad de Borderes y el estreno de Laruns como llegada, pudiendo dar mucho juego si los corredores se muestran combativos. No obstante, se podría haber reducido el llano intermedio con Saint Savin (inicio de una variante de Borderes), además de añadir Luz Ardiden -> fotos (hasta cota 1415 m), utilizado por 1ª vez como puerto de paso en la Ruta del Sur 2017. Por otro lado, señalar que la carretera de bajada del Aubique, concretamente el tramo entre La Gourette y Eaux Bonnes, sufrió graves daños debido a las lluvias durante la pasada primavera, hundiéndose el terreno, pero parece que al final se podrá arreglar a tiempo, como ya que ocurrió con el Col d’Agnes en 2017. Si no es así, el cambio menos traumático sería acabar directamente en La Gourette, que ya acogió un final en 1971.

En el penúltimo día de carrera, turno para la única crono individual de esta edición, con 31 km entre las localidades de Saint Pee Sur Nievelle (en euskera Sempere) y Espelette, en el País Vasco francés (Iparralde), atravesando un terreno quebrado, que si bien no es tan duro como aparenta el exagerado perfil sí incluye repechos importantes, como Bidegurutzea de salida y Pinodieta en la parte final, con 900 m al 10%, pudiendo suponer un auténtico muro para los corredores que lleguen justos de fuerzas. Una CRI para corredores completos, aunque siendo la única de la prueba habría sido más lógico hacerla más larga, rondando los 50 km, y con un recorrido más llano, para equilibrar la montaña y que los rodadores también tuvieran su oportunidad. Sobre los antecedentes, por colocación se parece a Marsella 2017, si bien ésta era más corta y llana (aunque con un muro similar a Pinodieta), imponiéndose Bodnar y Froome sentenciando la general. Volviendo a la edición de 2018, después de la CRI y el largo traslado a París ya solo restará la clásica etapa con múltiples pasos por el circuito de los Campos Elíseos -> perfil, siendo una jornada muy favorable para los sprinters y que como es habitual servirá de homenaje para todos los ciclistas que hayan logrado completar las 3 semanas de carrera.

Globalmente, un Tour durísimo, sobre todo a nivel de puertos (otra cuestión son los kilometrajes o las cronos, como analizaremos más adelante), con 8 Especiales, 3 de ellos inéditos en la carrera, y multitud de Primeras duros, con 18 subidas por encima de 160 de coeficiente APM. De hecho, el top-15 de puertos no sólo es el más elevado en lo que va de siglo, sumando alrededor de 3850 APM (superaría los 3900 si Pre + Roselend se consideran un único puerto), sino que en la historia de la carrera sólo es superado por el impresionante Tour de 1987, que rondaba los 4000 APM. Además, aunque hay algunos muy exigentes, como Portet y Alpe d’Huez, no abusa de los finales en alto, habiendo similar cantidad de llegadas en la cima de un puerto que tras el descenso de éste, dando un gran protagonismo a los puertos de paso. Y con un diseño montañoso muy variado, incluyendo jornadas de características muy diferentes entre sí, lo que puede favorecer una carrera más impredecible, y con terreno para la batalla desde lejos, destacando encadenados como Romme + Colombier y Borderes + Aubisque. Por otro lado, ojo también a la 1ª semana, sin grandes puertos pero donde al ya conocido riesgo de caídas se unen etapas bastante traicioneras (especialmente con viento y/o lluvia) destacando la jornada de Roubaix, que con casi 22 km de pavé podría resultar, además de espectacular por sí sola, clave en el desarrollo posterior de la prueba, forzando a que los favoritos que pierdan tiempo tengan que ser más combativos.

Sin embargo, en el lado negativo, como ya es habitual en los últimos años, está la escasez de crono individual, con una sola etapa de este tipo y que encima no llega hasta el penúltimo día de carrera, siendo además bastante corta. De hecho, el total de CRI, 31 km, es el 2º más bajo en la historia del Tour desde que se hacen este tipo de etapas (1934), solo “superado” por los infames 14 km de 2015. Es cierto que hay a lo largo de la prueba hay otra contrarreloj, la CRE de Chôlet, pero la presencia de una crono por equipos no puede servir como excusa para arrinconar de este modo a la CRI, siendo un tipo de etapa diferente y que no tiene por qué favorecer a los mismos corredores. Aunque el rechazo a las cronos largas no es único de ASO, estando hoy en día extendido entre los organizadores (salvo excepciones), en el Tour resulta muy lamentable dada la historia de la prueba, donde hasta hace poco había que ser un corredor completo, rindiendo bien en todos los terrenos, o arrasar en alguno, para optar al podio. Ahora no, dando la sensación de que quieren evitar que las cronos tengan influencia en la general, poniendo contrarrelojes con distancias más propias de una carrera de 7 días que de una Gran Vuelta, quedando un recorrido desequilibrado. Una pena, ya que con una CRI en la 1ª semana se habría evitado el exceso de etapas llanas en los primeros días, además de provocar que los escaladores tuvieran que ir «a cuchillo» en la montaña.

Las cronos en las GV desde 1955 hasta 2014. Click para ver la entrada completa

Volviendo a la montaña, si bien hay etapas con un diseño muy interesante, la pega es su colocación, con las jornadas más favorables para ataques lejanos situadas como inicio de bloque y antes de finales en alto duros o la CRI, lo que podría provocar que fueran desaprovechadas por los favoritos, más pendientes de reservar fuerzas. En ese sentido, llama la atención como en el bloque alpino las etapas están colocadas justo al revés de lo que sería recomendable, con la jornada de Alpe d´Huez pudiendo condicionar negativamente las etapas previas. En cuanto a los Pirineos, había opciones alternativas, por ejemplo acabar en Superbagneres la 16ª etapa, para al día siguiente hacer una jornada estilo Foix 2017 pero más dura, con Peyresourde, Aspin, Tourmalet y final en Luz St.Sauveur (o en Gavarnie pueblo, final tipo Aprica); después la etapa de Pau, seguida por la crono individual y el penúltimo día la jornada de Laruns pero llegando por el oeste, con Burdinkurutzeta-Bagargi, Soudet, Ichere y Marie Blanque, este último a 20 km de meta. De este modo las etapas no se estorbarían entre sí, el Tourmalet no quedaría sólo como desgaste y se recuperarían puertos olvidados, como Burdinkurutzeta.

Respecto a los kilometrajes, si bien es cierto que jornadas en línea tan cortas como la de Portet son muy poco habituales en últimos 25 años, tampoco son algo inédito en el Tour, habiendo etapas de menos de 60 km en décadas anteriores, como Luz St. Sauveur – Aubisque (1985), de sólo 52 km, imponiéndose Roche, y Luchon – Superbagneres (1971), de apenas 20 km y con triunfo de Fuente. Pero la diferencia es que la mayoría de etapas “ultracortas” formaban parte de dobles sectores (aunque no la de 1971) y además a cambio había múltiples jornadas de gran fondo, algo que no pasa en el Tour 2018, donde hay más etapas en línea por debajo 120 km (3) que superando los 210 km: 2, sólo una de montaña. De hecho, la distancia media de las etapas en línea, algo menos 173 km, es la más baja en la historia del Tour. Con esto no queremos decir que haya que volver a las jornadas de 300 km, pero sí que si se incluyen etapas muy cortas, que efectivamente pueden dar juego, se compensen con el resto de etapas. El ciclismo en ruta siempre ha sido un deporte de fondo. Y si hoy en día, con mejores carreteras y materiales, encima se reducen drásticamente los kilometrajes, se pierde su esencia.

Sobre la reducción de corredores, sentimientos encontrados. Por un lado, creemos positiva la disminución de ciclistas por equipo, por los motivos comentados en este artículo de 2011, con encuesta incluída, dificultar a priori el control de la carrera y favorecer a los atacantes. Pero nos parece un error que no se incluyan más equipos, algo que era factible sin aumentar el total de corredores de años anteriores, ya que con 24 equipos habría 192 ciclistas, 6 menos que en las últimas ediciones. El motivo dado por los organizadores y la UCI para permitir sólo 22 equipos es que un pelotón más pequeño (176 ciclistas) es más seguro, una afirmación que si bien puede ser cierta está obviando que hay otros aspectos más peligrosos que el propio tamaño del pelotón, como el exceso de coches y motos, causante de varios accidentes muy graves en los últimos años; el incomprensible trazado de algunas llegadas en etapas propicias para el sprint, con curvas cerradas y estrechamientos; y el comportamiento temerario de algunos corredores.

En resumen, si hubiera que definir el trazado con una sola frase, ésta podría empezar igual que en 2017, “notable en montaña, suspenso en contrarreloj”, pero con la ventaja este año de la etapa del pavé, que podría romper la general en la 1ª semana y favorecer que la montaña, de gran dureza, se aproveche mejor; así como la incógnita de cual será el impacto real de un pelotón más reducido. En cualquier caso, la última palabra será de los ciclistas. Y si muestran una actitud valiente y ambiciosa, aprovechando el terreno, podrá verse un gran espectáculo, algo que lamentablemente no ha ocurrido en las últimas ediciones (salvo excepciones).

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