TOUR DE FRANCIA 2023

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Al igual que en las demás grandes vueltas, el análisis estará dividido en varias partes, para facilitar la búsqueda de la información y que no quede una entrada excesivamente larga.

En esta 1ª parte: análisis general (participación y recorrido) e historia de la prueba.

Las demás entradas del Tour de Francia 2023:

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Durante las próximas 3 semanas, del 1 al 23 de julio, se celebra la 110ª edición del “Tour de France”, la carrera por etapas más prestigiosa, así como la más esperada por una gran parte de los aficionados al ciclismo profesional, celebrándose este año en sus clásicas fechas del mes de julio, aunque con la novedad de que 2 semanas más tarde se disputarán los Mundiales, este año «encajados» entre el Tour y la Vuelta.

La lucha por la general se presenta como un gran duelo entre Tadej Pogacar (UAE), vencedor en 2020 y 2021, haciendo este año una fabulosa temporada hasta su caída en Lieja; y Jonas Vingegaard (Jumbo), vigente ganador, 2º el año anterior y que llega tras arrasar en Dauphiné. Y por si fuera poco, tienen los equipos más fuertes, con gregarios como Adam Yates y Rafal Majka en el caso de Pogacar y de Wout Van Aert, Sepp Kuss y Wilco Kelderman en el de Vingegaard, aunque con la ausencia de Roglic, vencedor del Giro.

Asimismo, ojo al potencial de Ineos, con varios corredores que podrían luchar por el podio, como Carlos Rodríguez, Daniel F. Martínez y Egan Bernal, ganador en 2019, ya recuperado de su terrible accidente; Bora, con Jai Hindley, vencedor del Giro 2022, Emanuel Buchmann y Patrick Konrad; Bahrain, que tiene entre sus filas a Mikel Landa, dos veces 4º en el Tour, Pello Bilbao y Jack Haig; y EF, con Richard Carapaz, podio en las 3 GV, ganando el Giro 2019, Rigoberto Urán, 2º en 2017, y Esteban Chaves.

Otros corredores con opciones: Ben O’Connor, 4º en 2021 y reciente podio en Dauphine (Ag2r); Enric Mas, top-6 varias ediciones, y Matteo Jorgenson (Movistar); David Gaudu, 4º el año pasado, aunque no estuvo bien en Dauphiné, y Thibaut Pinot, 5º en el Giro (FDJ); Simon Yates, tan irregular como brillante (Jayco); Mattias Skjelmose, ganador de Suiza, y Giulio Ciccone (Trek); Romain Bardet, podio en 2016 y 2017 (DSM); y el veterano Michael Woods (Israel), que viene de ganar la Ruta de Occitania.

Sobre los clasicómanos, junto al ya mencionado Wout Van Aert (Jumbo), ganador de 9 etapas en Tours anteriores, y compañeros de equipo como Christophe Laporte y Tiesj Benoot, destacan Mathieu Van der Poel (Alpecin), vencedor de 2 Monumentos este año, y Soren Kragh Andersen; Julian Alaphilippe (Soudal), 6 etapas otras ediciones; Thomas Pidcock (Ineos), ganador de Strade Bianche; Mads Pedersen (Trek), etapa en 2022; Neilson Powless (EF), a gran nivel hasta su caída en la Amstel; Valentin Madouas (FDJ), campeón de Francia; Matej Mohorič (Bahrain); Alexander Kristoff (Uno-X); Biniam Girmay (Intermarche); Benôit Cosnefroy (Ag2r); Matteo Trentin (UAE); y Peter Sagan (Total), aunque lejos de sus mejores años.

De cara a las llegadas masivas, además del propio Van Aert y Pedersen, ojo a Jasper Philipsen (Alpecin), con 6 triunfos este año, además de podio en Roubaix; Fabio Jakobsen (Quick-Step), 5 victorias esta temporada; Caleb Ewan (Lotto), mejor sprinter Tours 2019-2020; Dylan Groenewegen (Bike Exchange); 6 triunfos en lo que va de año; Phil Bauhaus (Bahrain), que se le resiste la victoria desde Down Under; Mark Cavendish (Astana), con 34 victorias empatado con Merckx como máximos ganadores de etapa; Bryan Coquard (Cofidis), que busca romper su «maldición» en el Tour; Sam Welsford (DSM); Jordi Meeus y Danny Van Poppel (Bora).

El perfil general del Tour 2023, muy montañoso

Sobre el recorrido, este año el Tour sale desde Bilbao, 21 años después del anterior inicio en España, también en el País Vasco: San Sebastián 1992. Y lo hace con una etapa tipo clásica, destacando el Vivero y el muro de Pike, con 2 km al 10%, antes de la llegada en la capital vizcaína, seguida por otra jornada de media montaña, la más larga de la prueba y con final en San Sebastián (2ª) tras el puerto de Jaizkibel, hecho en sentido contrario a la «Klasikoa». Las 2 etapas siguientes, con finales en Bayona (3ª), ya en Francia, y Nogaro (4ª) son a priori para los velocistas, dando paso a los Pirineos, con una llegada en Laruns (5ª) tras los puertos de Soudet, Ichére y Marie Blanque, últimos 4 km al 11,5% y coronándose a 19 de meta, como en 2020, cuando ganó Pogacar; y el final en Cambasque (6ª), incluyendo el Aspin y el mítico Tourmalet, con 17 km al 7,4%, antes de una subida final vista en los Tour de 1989 y 1995, con triunfos de Indurain y Virenque.

Este año los Pirineos llegan muy pronto, con finales en Laruns (5ª) y Cambasque (6ª)

Después de los Pirineos, etapa llana en Burdeos (7ª) y rápidamente llega el Macizo Central, con una jornada de 200 km en Limoges (8ª) precediendo a la etapa del recuperado Puy de Dôme (9ª), un volcán junto a Clermont Ferrand con 13 finales entre 1952 y 1988, pero que no se incluía desde entonces, siendo una subida dura, con 4 km finales al 12%, lo que unido al desgaste previo marcará diferencias. Tras el día de descanso, media montaña camino de Issoire (10ª), con un terreno difícil de controlar y propicio para las escapadas, seguida por una etapa con meta en Moulins (11ª), en la última oportunidad para los velocistas en una semana. Y es que a partir de ahí se enlazan 6 etapas de montaña, empezando por Belville en Beaujolais (12ª), en la que destaca el encadenado de Casse Froide, Croix Montmain y Croix Rosier, con 5,5 km al 7,5% y coronándose a 28 km de meta.

La recuperación del Puy de Dôme (9ª), que no se subía desde hace 35 años

La 13ª jornada es corta y sin grandes dificultades de paso … pero acabando en el coloso del Jura, el Col du Grand Colombier, que se sube por la vertiente de Culoz, tan escénica como irregular, con 17,5 km a más del 7%, ganando Pogacar en 2020. El fin de semana llegan los Alpes, con una etapa de 150 km camino de Morzine (14ª) que incluye 6 puertos, entre ellos La Ramaz y sobre todo el clásico Joux Plane, con casi 12 km al 8,5% y un peligroso descenso hasta meta, con victoria de Izagirre en 2016; y la exigente etapa de Saint Gervais (15ª), en la base del Mont Blanc, con 180 km y múltiples puertos, destacando la Forclaz de Montmin, Croix Fry + Aravis y el encadenado final de Amerands, con 2,7 km al 11%, y Le Bettex, que también fue llegada hace 7 años, triunfando Bardet.

El final en Morzine (14ª) tras el Joux Plane regresa al Tour 7 años después

Ya en la 3ª semana, después del descanso, la única crono de esta edición, con 22 km entre Passy y Combloux (16ª), incluyendo una cota de inicio y tras el paso por Sallanches la subida a Combloux por Domancy, en una CRI para corredores completos -> perfil detallado. Al día siguiente, turno para la etapa reina, con 165 km entre St. Gervais y Courchevel (17ª), teniendo que superar el Col de Saisies, Cormet de Roselend, Longefoy y el temido Col de La Loze, que con 28 km al 6% y un tramo final de rampas brutales es uno de los puertos más duros en la historia del Tour, superando los 400 APM. Una vez coronado, a 2300 m de altitud, irregular descenso, con repecho incluído, antes del muro final en el altipuerto de Courchevel, con puntas del 18%. Señalar que Loze se estrenó en 2020, si bien por una variante más continúa, sin el descansillo central, y acabando en la cima, con victoria de López.

La jornada reina (17ª), superando los 5100 m de desnivel acumulado

Las dos jornadas siguientes, con llegadas en Bourg en Bresse (18ª) y la localidad de Poligny (19ª), son a priori mucho más sencillas, si bien a estas alturas de carrera puede triunfar una escapada, sobre todo en Poligny, con los favoritos teniendo la mente puesta en la etapa de los Vosgos, muy corta, con 134 km entre Belfort y Le Markstein (20ª), pero de sube y baja constante, con el Ballon d’Alsace de salida, una parte central muy «pestosa» y el encadenado del  Petit Ballon, estrenado en 2014, y Platzerwasel (Bretifirst) antes del corto llano final, en un día decisivo si las diferencias en la general son pequeñas. Y como despedida, la jornada de París (21ª), con el clásico circuito en los Campos Elíseos como homenaje a todos los corredores que logren acabar la prueba.

La penúltima etapa (20ª), con un «serrucho» en los Vosgos

En resumen, un trazado muy llamativo y favorable para los escaladores, incluyendo muchas etapas de montaña, tocando de hecho todas las cordilleras, pero sin jornadas de gran fondo y sin casi crono, teniendo un inicio de carrera más duro de lo habitual, por lo que los candidatos a la general tendrán que llegar muy en forma. Haciendo un análisis crítico, si se miran las etapas por separado hay cosas muy interesantes, con la montaña repartida y varias jornadas que pueden dar mucho juego, pero el problema es el global: muy descompensado al haber solo 22 km de crono (y no precisamente llana), la cifra más baja desde 1934, echándose también en falta alguna etapa de montaña para fondistas.

Un recorrido tan desequilibrado no solo es injusto, sino que traiciona la historia del Tour y lo que se supone representa una gran vuelta, que debería premiar a los ciclistas completos, no solo al mejor escalador. No obstante, como siempre la última palabra será de los corredores. Y si se muestran tan combativos como en 2022, que acabó resultando el mejor Tour de los últimos 20 años, la carrera será muy entretenida.

Historia de la prueba


El origen del Tour de Francia data de inicios del siglo 20, cuando Geo Lefevre, redactor del periódico L´Auto (actualmente L’Equipe), le propuso a su director, Henry Desgranges, la celebración de una carrera ciclista que uniera las principales ciudades francesas, para conseguir aumentar las ventas del periódico y superar al diario competidor Le Velo. Así pues, en julio de 1903 y no sin dificultades, incluyendo un cambio de fechas respecto a lo que estaba previsto, se disputó la edición inaugural -> mapa, con 2.428 km divididos en 6 etapas y victoria final para Maurice Garin, con casi 3 horas de ventaja sobre el 2º clasificado y una velocidad media de 25,7 km/h.

Durante los primeros años los organizadores tuvieron muchos problemas para sacar la carrera adelante, lo que les llevó a buscar nuevos alicientes. De este modo, en 1905 la general se estableció en base a una clasificación por puntos (sumando la posición en cada etapa, siendo 1º el que acumulara menos puntos) en lugar de por tiempos, aunque volvería a calcularse de ese modo a partir del año 1913. Además, aumentó el nº de etapas, pasando de 6 a 11, y se sustituyó el Col de la Republique, la única dificultad montañosa de las primeras ediciones, por Ballon d´Alsace en los Vosgos y Bayard + Laffrey en los Alpes.

Esto reactivó la prueba, pero cuando en 1909 Francois Faber, un corredor de casi 90 kilos, ganó 6 etapas y la general, los organizadores decidieron arriesgar y estrenar los Pirineos en 1910, programando 2 etapas brutales, sobre todo por el kilometraje y condiciones de la época, con los puertos de tierra: Perpiñán-Luchon (289 km), con Port, Aspet y Ares; y Luchon-Bayona (326 km) -> perfil / galería de fotos, teniendo que subir Peyresourde, Aspin, TourmaletAubisque y Osquich. Durante esta 2ª etapa, al coronar el Aubisque, se produjo el famoso grito de Octave Lapize en contra de los organizadores: “Assassins, vous êtes des assassins!”. En el artículo Memoria de un asesinato se puede rememorar la gestación y desarrollo de esta etapa, aunque no está claro que fuera realmente así. De hecho el Tourmalet ya se había subido en 1902 por otra prueba menos conocida, aunque por la vertiente de Bareges.

Lapize en la 1ª subida al Tourmalet en el Tour (1910). Foto Arueda.com

A pesar de las quejas de los corredores, el éxito deportivo y mediático hizo que en 1911 los organizadores no sólo repitieran las jornadas pirenaicas sino que se atrevieran con el más difícil todavía: una etapa en el corazón de los Alpes, Chamonix-Grenoble (366 km) -> perfil, en la que se estrenó el impresionante Col du Galibier (cota 2550 m, atravesando el túnel), que hoy en día aún está entre los puertos más duros que se afrontan en carrera. El ciclista que coronó en primer lugar fue Émile Georget, que tras 2h y 38′ de ascensión sin poner pie a tierra exclamó ante los aficionados: “¡Os he dejado pasmados”!. El impacto del Galibier fue tal que el propio Desgranges abrió el periódico L’Auto al día siguiente con un “acta de adoración” a la grandiosidad del puerto y el esfuerzo de los corredores para superarlo.

Ya con Pirineos y Alpes consolidados en el recorrido, el Tour fue creciendo en importancia, aumentando el kilometraje y nº de etapas, con los récords de 5.745 km en 1926 y 31 etapas en 1937 (12 normales, 5 dobles sectores y 3 triples), dejando sólo de disputarse durante las Guerras Mundiales: de 1915 a 1918 y de 1940 a 1946. Y fue en 1919, tras el 1º de estos conflictos, en el que murieron 3 ganadores de la prueba (Lucien Petit-Breton, Francois Faber y el propio Lapize), cuando el Tour estrenó una de sus señas de identidad: el maillot amarillo para distinguir al líder de la general. El resto de maillots fueron introducidos mucho más tarde, con el verde de la regularidad y el blanco con puntos rojos de la montaña estrenándose en 1953 y 1975 respectivamente.

A lo largo de la historia de la carrera hay 4 corredores que destacan en el palmarés, teniendo 5 triunfos en la general: Jacques Anquetil (1957, 61, 62, 63 y 64), Eddy Merckx (1969, 70, 71, 72 y 74), Bernard Hinault (1978, 79, 81, 82 y 85) y de 1991 a 1995 Miguel Indurain, con “el caníbal” récord de etapas y días de amarillo, con 34 y 96 respectivamente, mientras que con 4 victorias figura Chris Froome (2013, 15, 16 y 17). Aclarar que hasta 2012 encabezaba el palmarés Lance Armstrong, con 7 triunfos consecutivos desde 1999 a 2005, pero su sanción por dopaje hizo que todos sus resultados desde agosto de 1998 fueran eliminados, quedando la victoria vacante debido a “la nube de sospechas que permanece desde ese periodo oscuro”, según palabras del comunicado oficial que publicó la UCI.

Mención especial merecen Philippe Thijs y “el fraile volador”, Gino Bartali, con 3 y 2 victorias respectivamente pero que sin los parones provocados por las guerras mundiales podrían haber alcanzado un palmarés aún mejor. De hecho, fueron capaces de ganar antes y después de los conflictos bélicos, con 10 años de diferencia en el caso de Bartali (1938 a 1948). Otros ciclistas con resultados de mucho mérito son Raymond Poulidor, con 8 podios, y Joop Zoetemelk, con 7 (incluída una victoria), ambos con carreras muy largas pero perjudicados al haber coincidido con Anquetil y Merckx en el caso de “Pou Pou” y el propio Merckx e Hinault en el de Zoetemelk.

Sobre los corredores españoles, hasta finales de los 50 sólo Bernardo Ruiz acabó en el podio (1952), pero desde entonces han sido grandes protagonistas, con victorias de F.M.Bahamontes en 1959 (más 2 podios y 6 maillots de la montaña); Luis Ocaña en 1973, un triunfo que podría haber conseguido ya en 1971 de no ser por su caída en el descenso de Mente, cuando era líder; Pedro Delgado en 1988 (más otros 2 podios); el “repóker” de Indurain en los 90; Oscar Pereiro en 2006, tras la descalificación de Landis por positivo; Carlos Sastre en 2008, con un gran ataque en Alpe d´Huez; y Alberto Contador en 2007 y 2009 (también acabó 1º en 2010 pero fue sancionado posteriormente), siendo el 3er país con más triunfos después de Francia y Bélgica, con 36 y 18 victorias respectivamente.

En cuanto al resto de categorías, el francés Richard Virenque tiene el mayor nº de victorias en la clasificación de la montaña, con 7 triunfos entre 1994 y 2004, superando las 6 que consiguieron dos de los mejores escaladores de la historia, el mencionado Bahamontes y Lucien Van Impe. Asimismo, el esloveno Peter Sagan domina la clasificación de la regularidad con 7 victorias (2012 a 2016 y 2018-2019), seguido por el alemán Eric Zabel, con 6 triunfos de 1996 a 2001, y el irlandés Sean Kelly, con 4 maillots verdes en la década de los 80. Por otro lado, Jan Ullrich, Andy Shleck y Tadej Pogacar empatan a 3 victorias en la clasificación de los jóvenes.

El año pasado, en una edición «a cara de perro» entre Pogacar y Vingegaard, la carrera resultó espectacular, saltando todo por los aires en la etapa del Granon, donde el equipo Jumbo atacó con todo a Pogacar en el Galibier, que inicialmente resistió bien, incluso contraatacó … pero lo pagó en la subida final, donde perdió casi 3 minutos con el danés. No obstante, no se rindió, con un ataque «kamikaze» en Spandelles camino de Hautacam, pero Vingegaard no solo resistió sino que le remató en el último ascenso. Les acompaño en el podio Geraint Thomas, destacando también Wout Van Aert: 3 etapas, maillot verde y clave en el triunfo de Vingegaard en la general, tanto por su trabajo en la montaña como el día del pavé.

El podio final: Vingegaard, Pogacar y Thomas. Foto E. Garnier / L’Équipe, click ver galería

  1. Jonas Vingegaard (Jumbo) 79 h 33′ 20″ (42.106 km/h)
  2. Tadej Pogacar (UAE)  a 2′ 43″
  3. Geraint Thomas (Ineos) a 7′ 22″
  4. David Gaudu (Groupama) a 13′ 39″
  5. Alexander Vlasov (Bora) a 15′ 46″
  6. Nairo Quintana (Arkea) a 16′ 33″
  7. Romain Bardet (DSM) a 18′ 11″
  8. Louis Meintjes (Intermarché) a 18′ 44″
  9. Alexey Lutsenko (Astana a 22′ 56″
  10. Adam Yates (Ineos) a 24′ 52″

*Quintana fue descalificado al dar positivo por Tramadol, un análgesico.

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Recorridos

A lo largo de su historia, una de las señas de identidad de la prueba han sido una serie de grandes puertos de paso que por su dureza, sin rampas exageradas pero largos y con mucho desnivel, y habitual presencia en carrera han sido claves en muchas ediciones, convirtiéndose en míticos, destacando, junto a los ya mencionados Tourmalet, Aubisque, Peyresourde y Galibier, los puertos alpinos del Col d’Izoard y Vars, estrenados en 1922; Glandon – Croix de Fer, en 1947; el Mont Ventoux en 1951, siendo después también meta; Madeleine en 1969, estrenándose en 1975 la dura vertiente S, aún más exigente; y el Joux Plane en 1978, más corto que los anteriores pero con mayor pendiente media, con casi 12 km al 8,5%, y teniendo además un peligroso descenso hasta Morzine.

En 1952 fue el turno para los primeros finales en alto, con el estreno de Alpe d´Huez“la montaña de los holandeses”Sestriere (desde km 11,2), en Italia, y el volcán del Puy de Dôme, en el Macizo Central, todos con victorias de Coppi. Lo curioso es que este tipo de llegadas, hoy en día muy abundantes, no gustaron en su momento, ya que la lucha podía quedar reducida a la subida final. Como ejemplo las declaraciones de Jacques Goddet, jefe de de ciclismo en L´Equipe: “Nada incita a militar por llegadas en alto”. Esto provocó que salvo cronoescaladas (Ventoux 1958 y Puy de Dôme 1959) no hubiera más finales en alto hasta 1961, y sólo 1 ó 2 en ediciones posteriores. Sería en la década de los 70 cuando empezaron a ganar protagonismo, incluyendo el retorno de Alpe d’Huez en 1976, desde entonces la subida más icónica de la prueba.

El lado negativo es que al repetir tanto ciertas subidas han dejado de lado otras igual o incluso más interesantes, con grandes puertos inéditos u olvidados desde hace años por los organizadores, destacando el potencial de varias regiones muy poco transitadas por el Tour, como los Pirineos Atlánticos (Arthaburu, Ahusquy, Burdinkurutzeta-Bagargi, etc), Alpes del Sur (CayolleChampsCouilloleTurini, etc) y la zona al este de la ciudad de Grenoble, destacando CoqLuitelAllevard, etc… así como las “caras b” de algunos puertos clásicos que siguen inéditas (salvo los tramos compartidos con la subida tradicional), como Luz Ardiden N, visto en Ruta del Sur 2017; o utilizadas desde hace décadas sólo de bajada, como Mont Ventoux O, sin subir desde 1972.

No obstante, en las últimos años ha habido grandes avances en este aspecto, con el estreno de Romme en 2009; Hourquette d´Ancizan en 2011; Grand Colombier, aunque no por vertiente más dura, y Peguere en la edición de 2012; Chatillón-Semnoz y la continuación de Alpe d´Huez, Col de Sarenne, con su espectacular descenso, en la edición de 2013; Petit Ballon y Chevreres en 2014; Col de Chaussy en 2015; el exigente Monte Bisanne (cota 1720 m) en 2016; y sobre todo en 2017, con la cordillera del Jura camino de Chambery, estrenando Col de Biche en profesionales, afrontando la vía directa de G.Colombier, con 3 km centrales durísimos, y recuperando Mont du Chat tras 4 décadas de olvido; y 2018, subiendo por 1ª vez en el Tour el Col de Gliéres, con 2 km de tierra, y el Col du Pré, además de estrenar el colosal Col de Portet tras asfaltar los km de tierra. En 2019 lo más novedoso fue el estreno de Prat d’Albis (hasta km 4,5) y recuperación del Col de Iseran, inédito como subida por vertiente sur desde 1963, mientras que en 2020 se estrenó Col de La Lusette en el Macizo Central, Issarbe-Hourcere en los Pirineos y el Col de la Loze en los Alpes, para ya en 2022 recuperar el terrible Col du Granon y estrenar Spandelles, que seguía inédito en el Tour

Otra característica desde 1934, cuando estrenaron las cronos en el Tour, ha sido la gran cantidad de contrarreloj, con multitud de ediciones que entre CRI y cronos por equipos sumaban más de 100 km, no bajando de 170 entre finales de los años 70 y mediados de los 90, lo que unido a la dureza de la montaña hacía que para luchar por la victoria los ciclistas tuvieran que ser muy completos, subiendo bien y a la vez siendo grandes rodadores (o muy superiores en algún terreno), con el equipo como otro factor clave si había CRE. Sin embargo, a partir de 2008 y con la única excepción del año 2012, cuando volvió a haber un prólogo y 2 cronos individuales largas, ha habido un claro descenso en el nº y longitud de las cronos, llegando a los extremos de 2015, cuando se batieron todos los records negativos de CRI, con apenas 14 km, y 2017, con el total más bajo de contrarreloj: 36,5 km (hasta este año …), una tendencia que se ha mantenido las últimas ediciones, con solo 37 km en 2020, aunque los últimos 2 años ha habido un pequeño repunte, aunque sin llegar a los 60 km totales.

Las cronos en las GV desde 1955 hasta 2014. Click para ver el artículo completo

En cuanto a la estructura, durante mucho tiempo el esquema del recorrido fue similar, algo provocado por las características orográficas del país pero también por el inmovilismo de los organizadores una vez que dieron con su trazado ideal. De este modo, desde mediados de los 60 hasta hace una década lo habitual era empezar con un prólogo, seguido por una 1ª semana de etapas llanas (y hasta los 80 con alguna jornada de pavé), incluyendo una larga crono por equipos y otra individual, para a continuación afrontar la alta montaña, ya fueran Alpes o Pirineos y normalmente rotando de una edición a otra, seguida por varias etapas de enlace antes de encarar el 2ª bloque montañoso y las jornadas de aproximación a París, con una CRI el penúltimo día.

Sin embargo, ya en los últimos años, con Prudhomme como director del Tour, ha habido muchos cambios respecto a la tradición de la prueba, tanto para bien, con menos etapas llanas en la 1ª semana y más media montaña, como para mal, con la reducción de contrarreloj y la falta de etapas de alta montaña de gran fondo, haciendo además que la última acabe en un HC (salvo excepciones). Así, después del notable recorrido de 2007, con una estupenda alta montaña y dos buenas cronos, faltando sólo más media montaña para el sobresaliente, llegó una edición 2008 novedosa, con una 1ª semana atractiva pero que después resultaba decepcionante al haber sólo una jornada con 3 grandes puertos, además de una estructura donde las etapas se estorbaban entre sí, con las llegadas en alto como final de bloque perjudicando las jornadas previas.

El trazado de 2009 fue aún más original … pero también más decepcionante, ya que tenía ideas interesantes pero creemos que muy mal ejecutadas: etapas de montaña sin finales duros pero con demasiado llano entre puertos o hasta meta, y una última jornada decisiva de montaña en vez de crono pero con final en alto y encima unipuerto. De hecho, en la mayoría de etapas había opciones mejores que las programadas. Además, la carrera estaba descompensada, con una 2ª semana muy floja y poca CRI (aunque más que en las últimas ediciones). En el lado positivo, el etapón de Le Grand Bornand, que provocó grandes diferencias en meta, con el 10º a más de 6 minutos, siendo la mejor etapa de las tres grandes vueltas en la temporada 2009.

Comparado con 2009, el recorrido de 2010 (clasificaciones) fue un gran avance: no más de 2 etapas llanas seguidas, mucha media montaña y una alta montaña variada, además de incluir una etapa con pavé, siendo globalmente un trazado muy duro. Pero no todo era positivo: de nuevo pocos km de crono, un diseño mejorable en algunas etapas y ni un sólo gran puerto novedoso, algo que si habían aportado ediciones previas. A la hora de la verdad, la pobre actitud de los favoritos en algunas etapas clave hizo que fuera algo decepcionante, aunque también hubo jornadas preciosas, como St. Jean de Maurienne -> vídeo, con el grupo totalmente roto en la  Madeleine, a 40 km de la llegada, y la mencionada jornada del pavé en la 1ª semana.

El trazado de 2011 se podía dividir en 2 partes: una 1ª mitad donde abundaban las jornadas llanas pero con final en repecho, y una 2ª mitad donde se acumulaban todas las etapas decisivas, con exceso de finales en alto duros (4 llegadas HC/1ª muy exigente) y apenas 42,5 km de CRI, una cifra escasa para un GV y que encima no llegaba hasta el penúltimo día. Esta descompensación, unida a una actitud “amarrategui” de la mayoría de favoritos, hizo que las 2 primeras semanas fueran muy aburridas, además de haber múltiples caídas, si bien la espectacular semana final, con grandes ataques lejanos de Contador camino de Gap y Alpe d´Huez, y de Andy Schleck en la etapa con meta en el Galibier, salvó la prueba, dejando un buen recuerdo en los aficionados.

En 2012 hubo un cambio radical, reduciendo la cantidad y dureza de finales en alto, recayendo el protagonismo en los puertos de paso, y aumentando crono, con dos CRI largas (algo que no sucedía desde 2007), teniendo las etapas decisivas más repartidas. Sin embargo, pese a una buena idea general fallaba la ejecución, con un orden y diseño de etapas mejorable. Finalmente, la carrera tuvo 2 partes muy diferentes: una 1ª mitad muy entretenida, con ataques lejanos de los favoritos en varias etapas … pero una 2ª con Pirineos decepcionantes y notándose la ausencia de Contador y Schleck, con un exagerado dominio de Sky, donde estaban los 2 corredores más fuertes, Wiggins y Froome, y la general decidida muy pronto.

Al año siguiente los organizadores dieron marcha atrás a varios de los cambios de 2012, al aumentar la dureza de finales en alto y reducir la longitud de las cronos (además de hacer que la 2ª fuera mixta, incluyendo 2 puertos), con una cantidad sorprendente de novedades para ser la 100ª edición, como el inicio en Córcega y el estreno de Sarenne. En general, la carrera fue bastante entretenida, aunque con el regusto amargo de que salvo el día de S.A.Montrond, donde los abanicos destrozaron el pelotón, no hubo ninguna etapa de sobresaliente, con la lucha entre los favoritos reducida a las subidas finales o el “coitus interruptus” de Bagneres de Bigorre, donde sí hubo batalla inicial pero después todo se calmó pese a que Froome estaba aislado.

En 2014 fueron un paso más allá, alejándose de gran parte de las características habituales de la prueba, con un trazado repleto de etapas nerviosas, teniendo especial protagonismo la media montaña, sobre todo en los primeros 12 días, y una alta montaña más blanda, aunque con bastantes llegadas en alto, habiendo sólo una crono, aunque de 50 km, que no llegaba hasta la 20ª etapa. Curiosamente, y aunque por diferentes motivos, el desarrollo acabó siendo parecido al de 2012, con una 1ª mitad entretenida, destacando el etapón de Arenberg, con lluvia y pavé, pero viéndose unos Pirineos decepcionantes (salvo la etapa de Luchon) y la general decidida muy pronto a favor de Nibali, que tras las caídas de Froome y Contador arrasó a sus rivales.

El trazado de 2015 llevó al extremo la senda de cambios iniciada en 2008, con una 1ª semana muy movida, incluyendo jornadas tipo clásica y finales muro; aumento en el nº de etapas quebradas pero reduciendo a cambio las distancias, sin jornadas de alta montaña de >200 km; una enorme cantidad de finales en alto, con 9 llegadas en subidas puntuables (3 de ellas HC), más otros 3 finales en repecho; y sobre todo exagerada reducción de las cronos, con sólo 14 km de CRI, quedando un recorrido muy desequilibrado. A la hora de la verdad, el tiempo ganado por Froome en la Pierre St. Martin, más lo obtenido en la 1ª semana, resultó decisivo, si bien Quintana, que esperó demasiado, le puso en apuros el último día de montaña, con llegada en Alpe d’Huez.

El recorrido de 2016 era de nuevo favorable para los escaladores, sobre todo los más explosivos, debido a la abundante montaña, con multitud de etapas quebradas pero sin grandes kilometrajes, llegando el desgaste por acumulación al haber muchas jornadas exigentes pero ninguna agonística, si bien con la novedad de menos finales en alto, 5, y bastantes llegadas tras el descenso de un puerto, además de tener 2 cronos individuales, una de ellas cronoescalada, sumando 54 km. Sin embargo, pese a que a priori era un avance respecto a 2015, la falta de combatividad de la mayoría de favoritos, que desaprovecharon la montaña, hizo que la “lucha” por la general fuera muy aburrida, siendo más interesante la pelea por triunfos parciales y las escapadas.

El trazado de 2017 era bastante novedoso, destacando la distribución de la montaña, con etapas en las 5 cordilleras, incluyendo una jornada en el Jura con 3 HC, y la reducción de finales en alto, aumentando a cambio el protagonismo de los puertos de paso, mientras que en el lado negativo volvía a estar la escasez de crono, con dos CRI cortas que apenaban sumaban 36,5 km, quedando desequilibrado. A la hora de la verdad, la carrera fue más entretenida que en 2016, con hasta 4 etapas donde hubo batalla desde lejos entre los favoritos, si bien la sensación de que pese a las escasas diferencias Froome tuvo siempre la carrera controlada hizo que la valoración general no fuera muy positiva, aunque sí mejor que la del año anterior.

En 2018 el recorrido era una mezcla de años anteriores, sobre todo 2014 (pavé en la 1ª semana y Pirineos último bloque), 2015 (CRE y concentración de la montaña las 2 últimas semanas) y 2017 (estreno de grandes puertos y etapas de montaña interesantes), repitiendo de nuevo la poca contrarreloj, con solo una CRI y de 31 km, lo que unido a un aumento en la dureza de los puertos, tanto de paso como llegadas, hacía que estuviera muy desequilibrado. A la hora de la verdad, el excesivo dominio del equipo Sky, con 1º, 3º y mejor joven, junto a incidentes como la caída de Nibali en Alpe d’Huez, provocada por el público, dejó una sensación negativa, aunque también hubo buenas etapas, como La Rosiere y Laruns.

El Tour de 2019 tuvo mayor protagonismo de la media montaña, sobre todo durante la 1ª semana, con los Vosgos y Macizo Central, habiendo pocas jornadas llanas, y con etapas de alta montaña cortas: 3 de ellas de solo 120-130 km y no habiendo otras de gran fondo para compensar, con solo Valloire, que incluía Vars, Izoard y Galibier, superando los 190 km. además de la ya habitual escasez de crono, con apenas 27 km de CRI (más otros tantos de CRE). No obstante, lo que marcó la carrera fueron las tormentas en los Alpes, provocando que no se hiciera completa la etapa del Iseran, que estaba siendo la mejor con diferencia, con un gran Bernal, y que se modificara la ruta de Val Thorens, haciéndola unipuerto, volviendo a quedar un poso de decepción.

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