Enlaces a las entradas con el análisis de otros años:
- Las primeras ediciones (1935 – 1955)
- Los años de El Pueblo Español – El Correo Vaso (1956 – 1978)
- Los ocho primeros años de Unipublic (1979 – 1986)
- La Vuelta tras el cambio de fechas (1995 – 2007)
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Los 8 años anteriores al cambio de fechas, desde 1987 hasta 1994.
La Vuelta había sacado mucho partido del cambio de organizadores aprovechando además que la oposición presentada por el Giro no fue demasiado intensa. No sólo era que los recorridos del Giro fueran más flojos que de costumbre y los de la Vuelta bastante más selectivos que antes, sino que , de hecho, los mejores del Tour preferían correr el Giro antes que la Vuelta pero tampoco es que se implicaran mucho, hasta el punto de que durante 5 temporadas consecutivas, del 77 al 81, ni un solo corredor consigue meterse entre los diez primeros del Tour y del Giro el mismo año. En ese mismo lustro Hinault, Zoetemelk y De Muynck sí que se metieron entre los diez primeros del Vuelta y Tour en la misma temporada, mientras que Pollentier se metería entre los diez primeros de la Vuelta y el Giro el mismo año y hasta Battaglin consiguió un doblete Vuelta-Giro.
Es decir, que durante los tres primeros años en que Unipúblic organizó la Vuelta, del 79 al 81, participaron bastantes menos figuras que en el Giro pero su rendimiento sería mejor, lo que venía arrastrándose de las dos temporadas anteriores. Luego, a partir del 82, la implicación de las estrellas extranjeras en el Giro mejoraría considerablemente, pero casi coincidió con la primera retransmisión en directo de la Vuelta, que para entonces ya había crecido lo suficiente como para competir más que dignamente con la carrera italiana

Una de las pocas etapas que aprovecharon la cara norte de Lunada es esta del ’93, en la que además se ascendieron Escudo y Alto Campoo.

El Giro ’88 atravesó el Gavia en medio de una enorme ventisca de nieve. Resultado:una de las jornadas más épicas de la historia del ciclismo.
A partir del año 87 se da un cambio de rumbo en el Giro para volver a la senda que nunca debió abandonar. Los recorridos de la carrera italiana vuelven a ser los de antaño y eso se deja sentir casi de inmediato. Por el contrario en la Vuelta parecía que los organizadores se daban por satisfechos y no se marcaban nuevos retos. Con esos recorridos habían conseguido un notable éxito y no tenían intención de cambiarlos sustancialmente.
De todas formas hay un dato muy revelador que debería ser tenido en cuenta. Durante los tres primeros años de Unipúblic, los tres ganadores del Tour ni corrieron la Vuelta ni el Giro, pero en los 13 años siguientes, once de esos ganadores del Tour habrían corrido ese mismo año el Giro, por sólo dos que prefirieron correr la Vuelta. En tiempos de El Correo las cifras estaban 10 a 7 a favor del Giro, así que en este sentido el empeoramiento de la Vuelta era muy sustancial.

En el ’92 la Vuelta se adentra en Francia para disputar una ‘etapa Tour’, con Tourmalet y Luz Ardiden (entre otros) en el menú.

En el Giro un coloso como San Marco siempre tiene cabida. En el ’88 se superó este puertaco antes del final en Chiesa – Valmalenco.
Además no sólo ganaron el Tour sino que en el Giro hicieron muy buen papel por regla general. Hinault gana el Giro en el 82 y en el 85, Roche hace lo propio en el 87 e Indurain gana el Giro del 92 y del 93, quedando tercero en el 94. Fignon fue segundo en el 84, Lemond fue cuarto en el 86 y Delgado fue séptimo en el 88. Únicamente Lemond no se emplearía a fondo pues en el 89 y el 90 participó en el Giro tan solo para ir cogiendo la forma.
Los ganadores del Tour, es decir, los considerados mejores ciclistas del momento para carreras por etapas, estaban prefiriendo el Giro a la Vuelta y casi siempre disputando la victoria. Hasta las figuras españolas, primero Delgado y luego Indurain, acaban por renunciar a la Vuelta en algún momento.
Curiosamente la tendencia a favor del Giro se agrava a partir del año 87, cuando de nuevo los recorridos se endurecen tras acabar la etapa de Saronni, Moser y Visentini. Ya no serán los ganadores del Tour sino también los que alcanzaron el podium quienes prefieran el Giro antes que la Vuelta. No hay una sola edición del Giro a partir del año 87 y hasta el 94 que no la disputen al menos 4 podiums del Tour, mientras que en la Vuelta sólo se llega en dos ocasiones a 4 podiums del Tour como participantes, en el 92, cuando la corrieron Delgado, Roche, Parra, Rooks y Breukink, y en el 94, cuando la corrieron Delgado, Rominger, Jaskula y Breukink.

La Cobertoria se estrena en esta época en la Vuelta. En el ’88 actúa a modo de filtro antes del final en Pajares – Brañilín. Es una lástima que este exigente puerto nunca se halla ascendido en carrera por su vertiente oeste: 11km al 8% desde Pola de Lena hasta la cima.

El final en Serre Chevalier evita la tendidísima bajada del Lautaret camino de Briançon una vez superado el Galibier.
Es más, los podiums del Tour de un año, desde el 87 hasta el 94, solían correr al año siguiente el Giro antes que la Vuelta. Así lo hicieron hasta en tres ocasiones Indurain y Chiapucci, y en una ocasión Delgado, Lemond, Fignon, Bugno, Bernard y Jaskula respectivamente. Sólo prefirieron la Vuelta en dos ocasiones Delgado y en una Parra y Jaskula.
En realidad durante los 16 primeros años en que Unipúblic organizó la carrera hubo hasta 23 corredores que se meterían entre los diez primeros de la Vuelta y el Tour el mismo año, por tan sólo 3 más que lo conseguirían en el Giro y el Tour, 26 en total. También es cierto que la participación en la Vuelta de corredores que hubieran alcanzado el top-ten del Tour había crecido considerablemente desde el año 85, pasando de apenas 5 por edición durante los seis primeros años de organización de Unipúblic a 9 de media durante los siguientes diez años (la participación de corredores buenos casi se dobla en cantidad). Pero el problema principal era que los mejores preferían masivamente el Giro, y más todavía desde que la carrera italiana volvió a endurecer sus recorridos.
Digamos que el Giro durante esos diez años del 85 al 94 referidos, contaba a 11 top-ten del Tour por edición, dos más que en la Vuelta, y encima casi todos los podiums del Tour estaban también en el Giro, de manera que la participación de la Vuelta estaba por debajo de la del Giro tanto en cantidad como en calidad.
Sin embargo la Vuelta no haría gran cosa para contrarrestar esa preferencia de los corredores por el Giro y no reaccionó hasta que ya fue demasiado tarde. Probablemente si Unipúblic hubiera optado por tomar alguna medida de cara al futuro en el momento que Delgado renuncia a la Vuelta del 88 para correr ese año el Giro, tal vez se hubiera podido competir con la carrera italiana, pero al volver Perico al redil de la Vuelta en el 89 entendemos que Unipúblic pensó que todo estaba controlado.

A veces las comparaciones resultan odiosas. Año 94: en el Giro se disputa la famosa etapa de Aprica con Berzin, Induráin y Pantani en pugna por el Giro. Por el camino, Stelvio y Mortirolo. En el Tour, la etapa reina del bloque alpino supera en 150km el Glandon, la Madeleine y el interminable final en Val Thorens. La Vuelta por su parte, llega a Arcalís tras superar Comella y Ordino como desgaste previo.
Es cierto que se abrió un nuevo periodo de novedades montañosas. En el 87 se suben por primera vez CERLER, PEDRO BERNARDO, GRAU ROIG (Es Envalira más o menos hasta la cota 2000) y LA TORRETA (este puerto está en Tarragona y resulta poco conocido aunque tampoco hubiera debido ser catalogado como de primera categoría). En el 88 las novedades serían VALDEZCARAY (otra subida tendidísima), COBERTORIA, EL PICO y ERJO (la Vuelta viajó por primera vez a las Canarias).
Pero otra vez hay un parón en el 89. Durante tres años consecutivos las únicas subidas nuevas serían EL CAMPELLO (es la parte dura del Portixol en Valencia, demasiado corta como para merecer ser de primera categoría), LAS PALOMAS, LUNADA y PLA DE BERET (que además no se pudo subir por el mal tiempo).
Por supuesto, el mero hecho de que no haya novedades no implica por sí solo que el recorrido sea flojo. Pero si demuestra que, fuese flojo o no, tampoco es que hubiera el menor interés por mejorarlo, no se tenía la intención de cambiar nada. Se diría que habían encontrado el tipo de recorrido que les parecía bueno y las subidas que les convenían más. En nuestra opinión fue lo mismo que ponerse una venda en los ojos dado que resultaba evidente la falta de atractivo que la Vuelta mantenía para las figuras desde hacía ya varios años y aún más evidente la mediocridad de los puertos españoles comparados con los que estaban poniendo en el Giro desde el 87.
Y es que comparando los perfiles de las etapas que se veían por aquella época en la Vuelta con las del Giro o las del Tour se pone de manifiesto con suma claridad algo que hubiera debido resultar obvio para los organizadores, periodistas, directores, ciclistas y aficionados.

En La Vuelta aparece La Cruz de la Demanda, casi siempre en etapas unipuerto, y pronto se gana un hueco entre los finales en alto más exigentes de la prueba.
En territorio español la última tendencia era que los puertos de paso no tuvieran demasiada enjundia, poca longitud y poca pendiente en general, que la última subida fuera casi siempre la más dura del día y, en cualquier caso, tampoco es que se hiciera demasiado factible romper la carrera desde un puerto anterior porque, tanto si era más duro como si no, solía estar demasiado alejado y con demasiado llano entre ambos, por no hablar de que casi todas las etapas montañosas terminaban en alto y por ello los ciclistas preferían reservar fuerzas para esa subida final a la que casi siempre llegaban todos los buenos juntos y bastante frescos.
En Italia se había vuelto a la rutina de los años anteriores al periodo de Moser y Saronni. Lo que solíamos ver era un montón de puertos realmente duros en cada etapa y casi siempre alguno de una dureza extraordinaria pero que rara vez resultaba el último del día. Tampoco se veían tantos finales en alto, de manera que las características de la etapa típica del Giro propiciaban que la carrera se rompiera desde lejos o que al menos el desgaste antes de la última subida fuera muy grande y que pocas veces el ataque definitivo llegase en los últimos kilómetros del último puerto.
Por su parte el Tour siempre ha estado en el mismo sitio por lo que se refiere a las etapas montañosas y que se materializa en una dureza sobresaliente tanto por el número de puertos como por la dureza de cada uno medida en longitud y en pendiente. Igual en Francia no hay colosos de una dureza tan tremenda como algunos puertos italianos, pero seguían siendo etapas durísimas. sólo cabe anotar como novedad que cada vez hay más finales en alto y más variados comparando con épocas anteriores. Desde luego habrá más finales en alto que en el Giro, pero en todo caso casi nunca se ve que el puerto final sea el más duro del día con las implicaciones que eso tiene y que ya están comentadas.

Buen encadenado final de puertos en esta etapa de la Vuelta del ’92, aunque quizás Bonaigua y Beret resultan demasiado ‘tendidos’ como para provocar grandes diferencias en la clasificación general.

También en el Tour nos encontramos de vez en cuando alguna jornada de esas denominadas ‘tácticas’. A buen seguro todos los participantes de la edición del ’87 recuerdan esta etapa entre Bayona y Pau, con Soudet y Marie Blanche, pero sobretodo con el hasta entonces desconocido Burdinkurutzeta (9,2km al 8,8%) en el camino.

En el ’89 el Giro programa un etapón en los Apeninos, con San Pellegrino in Alpe y Abetone muy lejos de la meta. Etapa idónea para poner en práctica las tácticas de equipo e intentar dar un vuelco a la clasificación general.
El caso es que Unipúblic no hizo nada por remediar la sangría. Es cierto que en el 89 estaban en la Vuelta el ganador y el tercero del Tour del año anterior, Delgado y Parra (que corría en un equipo español) respectivamente, pero la participación extranjera destacada brillaba por su ausencia. Había unos cuantos italianos que venían a preparar su carrera, Saronni, Giuponni, Contini o Giovanetti, y estaba Caritoux, el ganador de la Vuelta del 84, que tampoco había confirmado ese nivel en carreras posteriores. No había nadie más aparte de algunos colombianos, aunque no los mejores, y de la selección rusa patrocinada por Alfa Lum. La incertidumbre en el resultado final de la edición del 89, con aquel ataque a la desesperada de Parra en Navacerrrada y con Delgado quedándose y siendo ayudado por un tercero que pasaba por allí, el ruso Ivanov, ocultó aún más si cabe el problema.
El nivel tan bajo de la participación se mantuvo en el 90, sólo cabe destacar a Bernard como novedad, más la habitual presencia de los colombianos. Claro que se contaba con toda esa generación de corredores españoles que desde mediados de los 80 elevaron considerablemente el nivel de nuestro ciclismo. Ahí estaban los Delgado, Chozas, Fuerte, Lejarreta, Muñoz, Pino, Echave , Gorospe o Cabestany (sólo faltó Cubino), y hasta Indurain empezaba a destacar, pero las participación extranjera era testimonial. En el 91, tal vez hubiera una participación un pelín más fuerte pues se suman Rooks, Winnen y Alcalá, pero nada especialmente brillante. Una participación internacional floja y unos recorridos muy pobres harían que la carrera perdiera cada vez más prestigio de manera que los corredores importantes la despreciaban. Es más, los vencederos del 90 y el 91 fueron corredores de poco prestigio, como Giovaneti y Mauri respectivamente, y eso no contribuyó precisamente a mejorar el interés por la carrera.
No se podía seguir por ese camino y de ahí que en el 92 se decidieran a programar un etapón pirenaico de los habituales del Tour (PORTILLON – PEYRESOURDE – ASPIN – TOURMALET – LUZ ARDIDEN) para tratar de atraer a las figuras. Y de hecho funcionó, pero a medias. Sí que vinieron más corredores de los buenos, ya se ha dicho que fue el año con más podios del Tour entre los participantes en la época de Unipublic, los Roche, Rooks, Breukink y Parra, aparte de Delgado, pero los que más estaban brillando en esos momentos siguieron participando en el Giro y así tendríamos que de los participantes de la Vuelta del 92 solo Delgado había acabado entre los diez primeros del Tour del 91, mientras que en el Giro del 92 estuvieron Indurain, Chiapucci, Fignon, Hampsten y Rue, más otras figuras como Tonkov, Kelly, Herrera o Zimmerman y en general todos los italianos buenos (excepto Bugno) o los extranjeros que corrían en equipos italianos. En aquella Vuelta también participaron otros corredores más o menos destacados como Giovanetti, Herrera, Millar, Theunisse, Alcalá, Giuponni, Poulnikov o Ugrumov, y por supuesto casi todos los españoles, pero claro, faltaba Indurain y, en general, las mayores figuras del momento. Además, los corredores realmente buenos que si participaron tampoco tuvieron demasiadas opciones y al final los que se jugaron la carrera fueron Rominger, que por aquel entonces era un corredor emergente pero no tan importante, y el español Montoya.

Etapa por la Sierra Madrileña con final en D.Y.C. Se disputó en los años ’89 y ’90 y a nivel deportivo siempre aportó algo

En el ’93 el Tour recupera a un gigante dormido desde la década de los 60’s: La Bonette - Restefond. 2.802m de altitud para el puerto de paso más alto de Europa.
En el 93 se optó por aumentar el número de finales en alto hasta 6, algo sin precedentes en la Vuelta, con la novedad de LA CRUZ DE LA DEMANDA, tratando de hacer más selectiva la carrera. Pero la participación seguía siendo pobre, mientras que la del Giro mejoró aún más si cabe, con los 4 primeros del Tour del año anterior, Indurain, Chiapucci, Bugno y Hampsten, más el décimo, Heppner, a los que habría que añadir Roche, Lemond, Rooks, Leblanc, Bauer, Poulnikov, Tonkov, Ugrumov, Jaskula y todos los italianos buenos. Mientras que en la Vuelta sólo participaron el sexto y el séptimo de aquel Tour, Delgado y Breukink y los habituales Rominger, Millar, Giovanetti, Bernard, Breukink, Giuponni, más los españoles pero otra vez sin Indurain.
En el 94 la situación no mejora nada, tercer año consecutivo en que Indurain renuncia a la Vuelta, y ya se hace insostenible. De nuevo hubo 6 finales en alto y esta vez la novedad sería una muy buena etapa andorrana, con COMELLA, ORDINO y ARCALIS. Pero es que además la carrera fue ganada de principio a fin por Rominger sin la menor oposición, ni española ni mucho menos extranjera. Unipúblic tenía que tomar medidas y obligada por la UCI, cambió… las fechas. En el ’93 el Tour recupera a un gigante dormido desde la década de los 60’s: La Bonette – Restefond. 2.802m de altitud para el puerto de paso más alto de Europa. En el Giro ’92 se llega a Pila (17km al 7%) con un buen desgaste previo.

De nuevo un ‘tres en uno’ para finalizar: en el Giro nos encontramos con un retorno a los recorridos clásicos, de una dureza inusitada. Como muestra, el ‘taponne’ dolomíticos del ’92 con el Passo Giau en el camino. En el Tour continua la dureza de siempre, con alguna que otra sorpresa. En el ’92 se disputa una etapa burtal con final en Sestriere en la que Chiapucci a punto está de cambiar el rumbo de la historia. Por último, la Vuelta parece atascarse en el diseño de recorridos, manteniendo los diseños ya conocidos y confiándolo todo a la subida final, como en la etapa de Cerler del ’87.