Enlaces a las entradas con el análisis de otros años:
- Las primeras ediciones (1935 – 1955)
- Los años de El Pueblo Español – El Correo Vaso (1956 – 1978)
- Los ocho primeros años de Unipublic (1979 – 1986)
- Los ocho años anteriores al cambio de fechas (1987 – 1994)
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La Vuelta tras el cambio de fechas: desde 1995 hasta 2007.
Había muchos argumentos posibles para justificar dicho cambio, pero también había motivos más que sobrados como para que muchos no lo desearan ni le vieran ventaja alguna y sí bastantes inconvenientes. Nosotros no vamos a entrar ahora en esa controversia. El cambio se hizo, no hubo vuelta atrás ni perspectivas de que vaya a ocurrir a corto plazo, y esto ha tenido unas consecuencias que debemos asumir. Nuestro objetivo es analizar qué se pretendía con el cambio de fechas y qué se ha conseguido realmente, comprobar los problemas reales que comporta y tratar de buscar soluciones si es que ello fuera posible.
Lo que se buscaba era obvio. Había que mejorar la participación de la Vuelta porque se había llegado a un extremo en que prácticamente no venía ninguno de los corredores importantes. Por un lado la temporada de primavera de las clásicas concluía justo antes de empezar la Vuelta y casi nadie de los habituales en ellas tenía previsto continuar corriendo sino que lo normal era tomarse un descanso. Por otro lado los mejores del Tour acudían casi en masa al Giro. Y encima muchos de los que no iban al Giro veían más interesante preparar las clásicas antes que la Vuelta a España.
Se pensó que huir de la competencia del Giro y de las clásicas de primavera podría ser positivo porque los corredores no se verían en la tesitura de tener que elegir. También se pensó que muy pocos corredores tras el Tour tendría colmadas sus expectativas y que no sería difícil convencerles de que en la Vuelta podían conseguirlo, de que era esa su última oportunidad de salvar la temporada.
¿Qué efectos tuvo el cambio de fechas? La temporada de clásicas se alejaba en el tiempo de la disputa de la Vuelta, y también desapareció la competencia directa con el Giro. Sin embargo, el Giro no ha cedido protagonismo a La Vuelta, sino que éste lo ha concentrado en mayor cantidad el Tour de Francia.

Sierra Nevada vuelve a aparecer en la Vuelta del ’95, esta vez en algo más que una etapa ‘unipuerto’, pues se superaba con anterioridad el Mirador de la Cabra Montés. No obstante, los organizadores siguen apostando por la subida tradicional a la estación, sin atreverse a pasar por la carretera vieja que asciende por el municipio de Güéjar Sierra y el Collado de las Sabinas.

La etapa de Pamplona del ’96. Pensada para homenajear a Induráin, la etapa acabó convirtiéndose en un auténtico suplicio para el campeón navarro. Se trataba de una jornada durísima, con 260km y el tremendo Port de Larrau (15km al 8%) en el camino.

El tremendo San Pellegrino in Alpe, en los Apeninos, regresa al Giro en el ’95. Pese a estar muy lejos de meta, el terreno posterior era tremendamente complicado y la etapa se presentaba favorable para los valientes que quisieran dinamitar la carrera en el coloso.
En estos momentos la inmensa mayoría de los ciclistas destacados en carreras por etapas lo único que preparan específicamente es el Tour. Al Giro sólo se va para que sirva como entrenamiento, salvo los corredores italianos y los extranjeros en equipos italianos, y no todos. La excusa es que se trata de una carrera muy dura y que si se disputa a tope puede perjudicar el estado de forma pretendido para el Tour. A la Vuelta en Septiembre sólo vienen a disputar la victoria los españoles y los extranjeros en equipos españoles, y no todos, pero con la particularidad de que la temporada está terminando y se cuenta con la excusa de que los corredores llegan muy cansados y con la mayoría de sus objetivos cumplidos, de manera que ni hay fuerzas ni hay motivación para disputarla.
Pero no sólo se han visto perjudicados el Giro y la Vuelta, es que tampoco en otras carreras de las tradicionalmente importantes es ya habitual que los mejores corredores del Tour las disputen a tope, Y el perjuicio no se limita a las carreras por etapas de una semana, sino que también se extiende a las clásicas de un día. Los mejores corredores del Tour tiene un calendario muy limitado y aún dentro de él disputan muy pocas de esas carreras con intención de ganarlas.
Objetivamente los datos fríos no dejan lugar a dudas. Sólo hay que comparar las cifras de las 13 ediciones del Giro tras el cambio de fechas de la Vuelta con las de las 13 ediciones anteriores a dicho cambio. En ese tiempo podemos comprobar que:
- Antes del cambio hubo hasta 11 vencedores del Tour que disputaron el Giro, mientras que después del cambio sólo hubo un vencedor del Tour que disputara también el Giro, en concreto fue Pantani en el 98 ganando ambas carreras.
- Antes del cambio hubo hasta 26 corredores que quedaron el mismo año entre los diez primeros del Giro y del Tour, mientras que después del cambio sólo habría 4 ciclistas entre los diez primeros del Giro y el Tour la misma temporada. Y lo que es más grave, tras el doblete de Pantani en el 98 ni un solo corredor bien clasificado en el Giro haría un buen papel en el Tour del mismo año.
- Antes del cambio cada edición del Giro contaba hasta con 10 top-ten del Tour por término medio, mientras que después del cambio la cifra baja a 8 top-ten del Tour participando en cada edición del Giro.

En el ’97 la Vuelta estrena el tremendo Morredero como final en alto. Lamentablemente esta montaña ha sido siempre final en alto, precedida de poco o nada antes. Nunca ha sido aprovechada, junto a otros puertos de la zona del Bierzo y La Cabrera como Fonte da Cova, para diseñar auténticos ‘taponnes’ en la Vuelta.

En el ’98, Pantani dinamita el Tour en el Galibier con un ataque de leyenda. En el coloso alpino consigue zafarse del férreo marcaje de Ullrich y llegar en solitario a la cima de Les Deux Alps, dónde se enfundaría el maillot amarillo que lograría defender con éxito hasta París.

En el Giro del ’96 Olano pierde la ‘maglia’ rosa en la última etapa de montaña de aquella edición. El bravo corredor de Anoeta consigue superar los Passos de Mendola, Tonale y Gavia, pero el terrible Mortirolo le hace ceder ante el empuje de Tonkov y los escaladores italianos.
Es decir, que en el Giro participan ahora muchos menos corredores importantes que antes del cambio de fechas de la Vuelta, y aún los que lo hacen rinden bastante menos. El Giro se ha quedado en una carrera muy especializada, en la que sólo intervienen algunos de los mejores italianos o de los extranjeros en equipo de ese país, más algún que otro joven meritorio en búsqueda de rodaje de cara al futuro.
La Vuelta es evidente que ha mejorado la participación, al menos en cantidad. En esos 13 años anteriores al cambio de fechas había 8 top-ten del Tour por edición y en los 13 posteriores se ha llegado a 12 top-ten del tour por edición, que supone un crecimiento muy alto. Es más, en esos 13 años anteriores hubo hasta 21 corredores que se meterían el mismo año entre los diez primeros de la Vuelta y del Tour, mientras que en los 13 años posteriores al cambio esa cifra es de 20, prácticamente la misma.
Aún hay más. Durante los siete años de dominio de Armstrong en el Tour, del 99 al 2005, corrieron la Vuelta hasta 15 top-ten del Tour por edición, mientras que sólo había 7 top-ten del tour por edición del Giro. Nunca ha habido mayor diferencia en la cantidad de corredores buenos que participaban en la Vuelta con respecto a los del Giro.
Sin embargo en esos últimos 14 años sólo dos ganadores del Tour han participado ese mismo año en la Vuelta, Pereiro en el 2006, que lo hizo sin saber todavía que había ganado la carrera francesa pues le adjudicarían la victoria un año después tras la descalificación definitiva de Landis, y Sastre en 2008. Es decir, que los ganadores del Tour ya no participan en el Giro, pero tampoco lo hacen en la Vuelta.
Además las cifras de participación de la Vuelta son un tanto engañosas, sobretodo a partir del 98. Durante las últimas 9 temporadas, de los 12 corredores que han coincidido entre los diez primeros del Tour y la Vuelta el mismo año, 11 de ellos eran españoles (Sastre y Mancebo lo consiguieron tres veces, Heras dos veces, y una cada uno Sevilla, Beloki y Escartín). Es decir, que la mejora experimentada en la participación de nuestra carrera se debe más bien a que los corredores nacionales han subido sus prestaciones, y no tanto a que los corredores extranjeros se hayan visto seducidos por la Vuelta.

En el ’99 la Vuelta programa un etapón pirenaico que no se ha vuelto a repetir. Cantó, Rabassa, Ordino y Arcalís en tan sólo 150km.
Como mejor ejemplo tenemos la edición del 2004. Ese año participarían en la Vuelta corredores importantes del Tour como Vinokourov, Hamilton o Botero, tres ganadores del Giro (incluido el campeón vigente) como Tonkov, Garzelli y Cunego, más otros ciclistas que habían destacado alguna vez en el Giro o el Tour, como es el caso de Luttemberger, Buenahora, Cioni o Valjavec. No era una participación extranjera de campanillas pues faltan los Armstrong, Kloden, Basso, Ullrich, Azevedo, Totschnig y Leipheimer de entre los diez primeros del Tour de ese año, (también faltaba Pereiro), pero tampoco era despreciable. Sin embargo en la clasificación final de esa Vuelta los diez primeros fueron españoles. O dicho de otro modo, los buenos extranjeros que llegaron a participar en nuestra carrera no rindieron como cabría esperar de ellos.
En realidad no podemos hablar de una diferenciación acusada de la Vuelta de primavera con respecto a las primeras cuatro ediciones de septiembre. Mejora muy ligeramente la participación de la carrera española mientras que la del Giro se mantiene ligeramente por debajo de lo habitual en años anteriores. Y los recorridos son muy similares pues entre el 95 y el 98 apenas aparecen novedades. Nos limitamos a Cabra Montés en el 95, La Ragua en el 97 y Santa Inés en el 98 , más los finales inéditos de El Morredero en el 97, Xorret de Catí en el 98 y Lagunas de Neila también en el 98.
De hecho el 96 fue un año especialmente pobre, sin un puerto nuevo que llevarse a la boca y con la única noticia significativa del regreso de Indurain a la carrera, con los decepcionantes resultados ya conocidos. Tal vez lo más llamativo fue que en el 97 programaron 4 finales en alto consecutivos, Morredero, Brañillín, Naranco y Lagos de Covadonga. En el 95 se volvió al Pirineos francés pero no tuvo mucha incidencia porque la carrera ya venía resuelta debido a la escapada de Jalabert en la primera semana camino de Ávila.

En el ’06 regresa La Covatilla, en una etapa en la que previamente se ascendían Piornal, Honduras y Lagunilla.
Pero el cambio en la edición del 99 fue sustancial. Por lo pronto la aparición del Angliru, debidamente publicitada para que ejerciera como reclamo, eclipsó todo lo demás. Pero hubo otra variación también importante y que han perdurado corregida y aumentada. Se trata de una notable reducción del kilometraje, sobretodo en las etapas montañosas. Además el tipo de etapas también presentaba una variación porque los encadenados de puertos fueron en general más duros y con las subidas más seguidas. Y ese año aparecen otros puertos de paso novedosos como El Portillo de las Batuecas, El Cordal o La Rabassa, este último en Andorra.
La participación del año 99 fue buenísima. Aparte de los mejores del Tour de ese año, los Zulle, Escartín, Dufaux, Casero, Olano, Nardello y Belli (sólo faltaban Armstrong, Virenque y Peron de entre los diez primeros), es que también participaron Ullrich, Julich, Rinero y Meier segundo, tercero, cuarto y séptimo del año anterior en el Tour respectivamente, dos ganadores de la Vuelta como Jalabert y Mauri que también habían sido top ten en algún Tour, otros corredores destacados en el Tour de años anteriores como Jiménez ( además tercero de la Vuelta del 98) o Luttemberger, algunos podiums del Giro como Lelli, Guerini o Tonkov (Olano también lo era) y algunos top ten del Giro como Heras, Rubiera, Serrano, Bettini, Rebellin, De Paoli, Miceli, Faresin, Camenzind o Shefer, más otros corredores que habían destacado en la Vuelta únicamente como Zarrabeitia, David García, Álvaro González de Galdeano o Faustini.
Además de los esfuerzos del organizador por mejorar la participación, la existencia de un recorrido selectivo y la presencia de una estrella mediática como el Angliru favoreció de hecho ese gran cambio en la participación. Esto desmonta la teoría de que en septiembre no se puede meter demasiada dureza. A la inmensa mayoría de los ciclistas lo que les importa es el prestigio, y evidentemente otorga más prestigio vencer en una carrera realmente selectiva.
El año 2000 siguió siendo bueno para la Vuelta, nuevamente vinieron casi todos los que habían hecho un buen Tour, incluído Ullrich que defendía la victoria de la Vuelta del 99. La participación fue parecida en calidad y en cantidad a la del año anterior. Estuvieron de los diez primeros del Tour los Ullrich, Beloki, Heras, Virenque, Botero y Escartín, cambiaron ligeramente los procedentes de Italia, entre ellos Tonkov, Gotti, Simoni, Gonchar, Miceli,Camenzind, Shefer, Di Grande, Faresin, Peron o Sgambelluri, y se redujo el número de extranjeros buenos en general, Zulle y Luttemberger como más destacados de los restantes, a lo que había que añadir todos los españoles buenos. Mientras tanto el Giro sigue en caída libre y ningún extranjero importante acude ese año.

En el ’99 La Vuelta estrena el Angliru. El coloso asturiano levanta una expectación nunca antes vista y se convierte en mito antes incluso de ser ascendido. La etapa tiene además una gran dureza previa, con Cobertoria y Cordal en el camino.
Por lo que se refiere al recorrido de la Vuelta ese año, todavía se redujo mucho más el kilometraje de las etapas, perdiéndose unos 500km en total respecto al año anterior, que ya había perdido casi 300 respecto al precedente. Ni una sola etapa de montaña, ya fuese alta o media, supera los 175km, e incluso habrá una por debajo de los 140km y otra por debajo de los 130km. Eso sí, se repitió la llegada al Angliru, si bien en una etapa tal vez un pelín más suave, sustituyendo el paso por La Cobertoria por el de la inédita Colladiella.
A partir del año 2001 se mantienen los criterios de kilometrajes reducidos, y en general la participación seguirá siendo en la Vuelta bastante superior en calidad a la del Giro, si bien el efecto llamada del Angliru se pierde. Sin embargo lo que se convierte en una constante definitiva es la de programar muchos finales en alto, en buena parte deseando compensar la falta del coloso asturiano pero sobretodo pensando en la audiencia televisiva.
En esta edición lo que destaca es principalmente que habrá hasta 7 finales en alto, cifra sin precedentes en el ciclismo profesional y no sólo en la Vuelta. Pero se busca un tipo de etapa donde los finales sean no demasiado duros, como La Molina, Pal o Abantos, o bien donde el último puerto esté bastante aislado, como Lagos de Covadonga o La Demanda, o una etapa como la de Aitana donde sólo el último puerto es significativamente duro y además hay muchos kilómetros desde el penúltimo al último. Se añadiría una cronoescalada a otra subida que tampoco es demasiado dura, como Arcalís. También se vieron algunas etapas que se echaban en falta, las de media montaña puras, es decir, varios puertos de segunda y tercera encadenados, como fue la de Torrelavega, y las llanas pero con un segunda o tercera cerca de meta, como la de Murcia subiendo Cresta del Gallo y la de Cuenca con el alto del Castillo.
El problema de esta edición fue que los finales en alto, por muchos que fueran, no daban para sacar mucha ventaja dadas las características de las etapas. En Lagos de Covadonga, la subida más dura de España durante varios lustros hasta la irrupción del Angliru, entraron 13 corredores en un minuto y medio. En el resto de etapas tampoco hubo unas diferencias considerables, incluyendo la cronoescalada. Si a esto le añadimos que pusieron tres cronos más o menos llanas, el resultado final es que gana un rodador que además no destacaba ni tan siquiera en las cronos y que no fue capaz de ganar ninguna etapa. Casero se limitó a no fallar ningún día y a esperar que cada uno de sus rivales fallase en algún momento, es decir, todo lo contrario a la épica.

La Sierra de La Pandera es un final en alto reciente que poco a poco se va ganando un hueco entre los mitos de La Vuelta.

El Mont Ventoux regresa al Tour en el ’00. Allí se vive una intensa lucha por la etapa entre Pantani y Armstrong.
Además un dato especialmente significativo. Pese a que la participación extranjera resultaba aceptable, incluyendo al ya decandente Pantani, varios podiums del Tour como Zulle o Virenque, o a varios ganadores del Giro como Gotti, Savoldelli y Simoni, los 13 primeros ese día de los Lagos fueron españoles. La participación en la Vuelta empezaba a ser buena sólo porque los corredores españoles eran competitivos, pero no porque se atrajese a las figuras extranjeras.
En los años siguientes la Vuelta sencillamente frenó su crecimiento y empezaría una época de paulatino retroceso en la participación extranjera. Ya ni tan siquiera el Angliru servirá para atraer figuras de fuera, por lo menos las procedentes del Tour, porque las del Giro si que vienen, muchas de ellas debido a que renuncian al Tour directamente.
En el 2002, de nuevo con el Angliru y otras novedades como la Pandera, la Covatilla, Marabio y Tenebredo, la participación extrajera no será demasiado brillante. Vienen los que corren en equipos españoles como Azevedo o Botero, bastantes podiums del Giro como Tonkov, Savoldelli, Simoni, Casagrande, Caucchiolli o Lelli, y algún corredor más no demasiado importante como Luttemberger, Di Grande o Noe. pero siguen faltando Armstorng y Ullrich, a los que se suman en la lista de ausencias otros como Rumsas o Leipheimer, que tampoco había participado en el Giro.

Etapa con final en Pla de Beret en la Vuelta ’03. El falso llano previo a la última ascensión prácticamente imposibilitaba los ataques lejanos.

En el ’99 el Giro estrena un coloso impresionante llamado Fauniera. ‘Chava’ Jiménez intenta dinamitar allí la carrera, aunque luego acabaría cediendo ante el empuje de Pantani y el resto de escaladores italianos.
Al estar el Angliru reducen el número de finales en alto dejándolo en 4, si bien la estructura de esas etapas sigue siendo la de siempre, pocos puertos anteriores al último y más bien suaves. Ese año habrá varias etapas con puertos durillos no demasiado lejos de meta, como Las Palomas con final en Ubrique, Navacerrada con final en Villalba y Pajares con final en León, pero tampoco es una tendecia que cuaje.
En el 2003 se vuelve a los 6 finales en alto, y de nuevo se pasa a Francia. Pero no habrá novedades en cuanto al perfil de las etapas, todo lo contrario, o hay pocos puertos, en ocasiones solo la subida final, y poco desnivel acumulado, o bien hay varios puertos largos pero muy separados entre sí o muy alejados del último. Encima los puertos elegidos para ser final de etapa no son excesivamente selectivos salvo la Pandera.
Tal vez lo único que podamos destacar es que la primera etapa en línea tiene un primera corto como el Fito a poco de la meta de Cangas de Onís, y que la carrera se decide al final en dos etapas, una como la de Villalba del año anterior, con Navacerrada como último puerto pero la meta tras la bajada, y la otra una cronoescalada pura y corta al monte Abantos. También dan juego, como de costumbre las etapas de Cuenca, con el Alto del Castillo, y la de Córdoba, con San Jerónimo, ambos puertos muy cerca de las metas respectivas. Y resultó interesante la etapa de Burgos, con El Escudo a casi 100km de meta.

En 2004 aparece la subida a Calar Alto en la Vuelta, con un gran desgaste previo en tan sólo 150 km de etapa.

El Giro trata de buscar un antídoto contra el Angliru, y parece haberlo encontrado en el tremendo Zoncolan.
Sin embargo las etapas de alta montaña que estaban previstas en el Pirineo no dan juego en absoluto porque su diseño no lo propicia. Y eso que van seguiditas y previamente se ha disputado una crono muy dura por el viento en Zaragoza, de manera que son 4 días de alta exigencia. Las diferencias serán exiguas y en la última etapa del bloque se llega al punto de acabarla con abanicos subiendo y llegada en un sprint de más de diez corredores (en medio minuto llegan 16 ciclistas). De nada servirá que en tres días se suba un coloso como el Aubisque, otros 4 puertos de los habituales en el Tour como Cauterets, Aspin, Peyresourde y Portillon, y 5 puertos de más de 20km cada uno, Portalet, Pla de Beret, Bonaigua, Cantó y Envalira.
Y sobre la participación, más de lo mismo. Vienen los españoles, y no todos porque faltan Zubeldia y Mayo que acabaron ese año quinto y sexto del Tour respectivamente. Los extranjeros buenos ni aparecen, sólo vemos a Azevedo o Leipheimer o Julich como más destacados, más los ya muy decadentes Virenque y Zulle o los italianos Frigo y Belli.
Lo más característico de la edición del 2004 en la Vuelta es que el diseño fue muy atípico y a nuestro juicio bastante acertado, probablemente porque los organizadores se dejaron aconsejar por profesionales en varias de las etapas montañosas. Hubo por fin una etapa que sin lugar a dudas podemos considerar de alta montaña en territorio español, con varios puertos de primera categoría enlazados sin apenas llano entre ellos, la de Calar Alto (que se subió por dos vertientes distintas, más una previa a Velefique). Hubo varias etapas en las que antes de la última subida había bastante desgaste aunque fuese con puertos cortos, así tenemos las etapas de Aitana, Xorret de Cati o Covatilla, y hasta hubo una etapa sin final en alto y con un primera relmente selectivo muy cerca de meta, la de Granada subiendo y bajando El Purche. Hubo bastante media montaña que por fin se pone sin final en alto, como las etapas de Castellón, Ávila o Villalba, y alguna emboscada como las de Soria o Morella. Habría que añadir una cronoescalada dura de verdad, la de Pradollano por Monachil, y el típico final en Navacerrada. Por si fuera poco, en la última semana hubo hasta 4 etapas seguidas con puertos de primera categoría y a continuación una contrarreloj ondulada, es decir, nada de descanso.

Etapa con final en Granada en la Vuelta del 2006. El desgaste provocado por el Puerto de la Contraviesa pasa factura en Monachil, en cuya bajada consigue marcharse Vinokourov para arrebatar el maillot oro a Valverde.

En 2004 el Tour regresa a Plateau de Bieille tras una sucesión interminable de puertos. Como consecuencia, en la cima se abren diferencias muy notorias.

En 2007 regresan al Giro las Tres Cimas de Lavaredo, con el terrible Passo Giau como desgaste previo.
El espectáculo ciclista resultó muy interesante, por competido y porque se dio bastante batalla y unas diferencias mayores de las que venían siendo habituales. Seguía sin haber ataques lejanos, pero en los puertos finales se notaba el desgaste, tanto el de cada día como el acumulado, de manera que no llegaban fresquitos a pie de puerto y no se mantenían juntos hasta los últimos 5 kilómetros. La carrera se hizo muy dura no sólo por la dureza del terreno sino por la manera de correr, precisamente propiciada por las características del terreno escogido. Si hubiera habido algo menos de distancia entre puertos o si el puerto final de cada día no hubiera sido siempre el más duro, probablemente estaríamos hablando de una edición brillante, hasta sobresaliente, pero aún así resultó muy notable y digna de recordar.
Por desgracia ni los extranjeros que vinieron se implicaron en la carrera, como ya quedó dicho antes, ni los medios de comunicación valoraron positivamente este recorrido al no pasar ni por la Cordillera Cantábrica ni por los Pirineos, crítica errónea pues esa ausencia no fue en detrimento ni de la dureza ni del espectáculo.
El 2005 por el contrario supuso varios pasos atrás en el diseño del recorrido, volviendo prácticamente a los años 80 o principios de los 90. Los finales en alto fueron más o menos los de siempre, Arcalís, Cerler, Lagos de Covadonga o Pajares, con la única novedad de Valdelinares en una etapa ondulada pero con mucha llano antes de la subida final, a lo que habría que añadir una etapa de media montaña con final en un puerto de tercera categoría que ya se había visto en el 78, el Santuario de la Bien Aparecida. La distancia entre el penúltimo y el último puerto de cada día volvía a ser casi siempre muy amplia, de manera que la posibilidad de que los corredores no llegasen juntos a pie del último puerto era casi nula a priori, máxime teniendo en cuenta que los puertos previos eran siempre muy suavecitos.
Ni siquiera las etapas de media montaña o las emboscadas eran novedosas, otra vez la típica etapa de Ávila, otra vez la de la sierra madrileña con Navacerrada como último puerto, otra vez la llegada a Córdoba tras subir San Jerónimo, otra vez la llegada a Cuenca con la emboscada de El Castillo. La única novedad fue la etapa de Vinaroz, con varios segundas y terceras inéditos pero con muchísima distancia desde el último a meta.

Dos grandes encadenados de puertos en la Vuelta. En 2004 se llega a Aitana tras un recorrido plagado de puertos de 2ª y 3ª, sin un metro llano entre ellos y algunos con rampas verdaderamente exigentes. En 2006, la etapa que une Fonsagrada con La Cobertoria se convierte en una de las mejor diseñadas de las historia de la carrera. Por el camino Connio, Rañadoiro, el terrible San Lorenzo y La Cobertoria. El desgaste acumulado provoca buenas diferencias en la cima pese a que nadie se atrevió a mover el árbol en San Lorenzo y que todavía nos encontrábamos en la primera semana.

En 2007 el Tour programa unos Pirineos tremendos, con la novedad de Balès y con el retorno de Larrau en una etapa final de bloque que terminaba en la cima del Aubisque.

En el Giro se atreven con casi todo. Encadenar en una misma etapa Fauniera y Sampeyre antes del final en Chianale solo puede servir para que el mejor Simoni de todos los tiempos ponga patas arriba la carrera. En 2005 se programa como puerto de paso el tremendo Finestre, con sus últimos 8km sin asfaltar, antes del final en Sestriere.
La participación fue peor que la del 2004. Nuevamente faltaban la inmensa mayoría de los primeros del Tour, es decir, los Armstrong, Basso, Ulrich, Vinokourov, Leipheimer, Rasmussen o Evans. Sólo estaban los españoles Mancebo y Pereiro, cuarto y décimo del Tour respectivamente, más Floyd Landis, noveno. Otros top ten de ediciones anteriores del Tour eran Botero, Azevedo, Peron o Nardello, más un ganador del Giro como Simoni, pero el resto de los participantes destacados eran españoles, y esta vez faltó la figura emergente, Alejandro Valverde.
El desarrollo de la carrera fue muy flojo, aunque en la etapa de Pajares se vio un espectáculo fenomenal con un ataque de Heras en una bajada desde muy lejos que terminó siendo definitivo. Sin embargo en el resto de etapas las diferencias fueron muy pequeñas, apenas se vieron ataques que merecieran la pena y muy poca combatividad en general, claro que tampoco el recorrido favorecía la posibilidad de que se plantease un ciclismo de batalla continua. Para colmo de males el ganador final fue descalificado y como quiera que el resto de corredores no ofrecieron precisamente un brillante espectáculo, el sabor de boca fue bastante amargo.
En el 2006 nuevo bandazo de la Vuelta, que diseña un recorrido bastante novedoso sobretodo en la distribución de las etapas, con una primera semana de muchas etapas de montaña con final en alto pero alternándose con etapas llanas , una segunda semana prácticamente llana pero con emboscadas muy interesantes y una crono de terreno quebrado, y una tercera semana que empieza con tres etapas de montaña y termina con una etapa ondulada que finaliza en Ciudad Real, una crono no demasiado larga y una etapa llana en Madrid.
Además de nuevo vemos la alta montaña de verdad, repitiéndose la etapa de Calar Alto o añadiendo otra en Asturias que incluye varios primeras, Connio sería novedad, así como un puerto que puede catalogarse de categoría especial, San Lorenzo, que además no será el último del día. Por si fuera poco los cinco finales en alto, Covatilla, Morredero, Cobertoria, Calar Alto y Pandera, son realmente selectivos, aunque dos de ellos, los de Morredero y Pandera, en etapas sin otros puertos antes. Habría que añadir otra etapa que funcionó muy bien dos años antes, la de Granada subiendo y bajando Monachil, que a la postre resultaría la decisiva contra todo pronóstico.

En 2003 la Vuelta supera el Col d’Aubisque, en plenos pirineos franceses, antes de alcanzar el final en la cima de Cauterets.

En 2006, el Tour decide prácticamente calcar la etapa con final en Beret de la Vuelta ’03. La presencia del Tourmalet provoca que las dferencias sean al final sensiblemente más grandes, pero nuevamente el llano previo a Viella vuelve a confiarlo todo a una subida final no demasiado exigente.

Pantani gana el Giro del ‘98 tras un ataque sostenido en las rampas del Montecampione. Tonkov acabaría cediendo ante el empuje del mítico escalador italiano.
Desde luego que fue considerablemente más duro este recorrido que el del año anterior, probablemente uno de los más duros de la historia, desmintiendo una vez más a los que opinan que en Septiembre se deben poner recorridos suaves. No obstante los medios de comunicación consideraron que era un edición suavizada respecto al año anterior, no entendemos bien el por qué.
Por lo que se refiere a la participación, estuvo en la línea del año precedente pero con la suerte de que hubo más participantes de entre los diez primeros del Tour incluyendo al ganador Pereiro, tras la descalificación de Landis. El caso es que estuvieron Menchov, Sastre, Dessel y Zubeldia, más el mencionado Pereiro, a los que debemos añadir Vinokourov, antiguo podium del Tour, y otros top ten como Boogerd, Rasmussen, Nardello y Mayo. También hubo unos cuantos italianos como Caucchiolli, antiguo podium del Giro, Di Luca, Rebellin, Cioni, Bettini o Piepoli, más Karpets, todos ellos top ten del Giro, y algún extranjero que ya había destacado en la Vuelta como Ardila o Danielson. Entre las ausencias contamos a Kloden, Evans , Moreau o Rogers, y desde luego que, al contrario de otros años, no vino ningún ganador del Giro.
La edición del 2007 en cambio es la culminación de todos los defectos que se habían venido dando en el diseño de la carrera durante la última década. Poquísimos puertos de primera, nunca más de dos en una sola etapa; muchísima distancia entre puertos, predominando la etapa en la que el último puerto es el único más o menos duro y previamente apenas se programa dureza; finales en alto repetitivos, con la particularidad de que en tres de ellos la parte más dura no estaba al final del puerto y como no había desgaste antes, todos los favoritos llegaban juntos a los últimos kilómetros, que como eran más suaves tampoco generaban diferencias; y muy poca media montaña. Todos estos factores consumaron un recorrido descompensado, que sumado a la presencia de un claro dominador extranjero, derivó en un espectáculo pobre y reducido a los 2 últimos días de carrera.
Tal era la falta de dureza que una simple contrarreloj llana en la primera semana de 50km, Unipúblic ha programado cronos más largas en más de una ocasión, decide la carrera por completo porque las diferencias que obtuvo el ganador, que ni siquiera era un especialista, imposibilitaron que nadie pudiera recortarlas en las 5 o 6 etapas supuestamente montañosas que quedaban.
La participación no estuvo del todo mal, aunque los sancionados por dopaje y los vetados sin sanción provocarían que el número de top-ten del Tour que participase se redujera bastante. Aún así estarían en la salida el segundo, el cuarto, el quinto y el décimo del último Tour, respectivamente Evans, Sastre, Zubeldia y Pereiro, más el quinto del año anterior, Menchov. También habría varios top-ten del Giro, como Karpets, Rubiera, Mc Gee, Rebellin, Pellizotti o Garate, incluyendo también un ganador como Cunego y dos podiums como Cauchiolli y Guerini. Por desgracia faltarían varios de los españoles buenos, empezando por el vigente ganador del tour, Contador, y siguiendo por Valverde o Astarloza, sexto y octavo respectivamente del último Tour.
Entre la falta de dureza, la clasificación decidida tan pronto, y la ausencia de las principales figuras españolas, la audiencia terminó cayendo espectacularmente, aunque en realidad no hacía más que seguir la tendencia de los últimos años.
Por último, en 2008 se vuelve a la senda del 2006, con alguna etapa larga y con puertos bien enlazados (Rabassa), a la vez que se busca innovar con trampas al final de algunas etapas llanas (Jaén, Toledo…) así como con la inclusión de auténticas jornadas de media montaña (Sabiñánigo, Ponferrada, Suances…). Todo ello unido a la presencia de una participación excepcional en cuanto a españoles y más o menos habitual en cuanto a extranjeros provocaron un buen espectáculo ciclista y una recuperación parcial de las audiencias.

Nuestro último ‘tres en uno’: en el Giro del ’95 la tremenda combinación Pennes- Giovo antecede al final en Val Senales, en una etapa que además contaba con 240km. El Tour del ’06 introduce un diseño bastante novedoso en la etapa reina de los Alpes. El Glandon antecede al encadenado Mollard-Toussuire. Ni un solo metro llano en los últimos 80km de la etapa. La Vuelta del 2007 cuenta con una única etapa para hacer daño desde lejos. Es la penúltima de la ronda con final en Abantos tras un paso previo por este puerto de la sierra madrileña.
Una visión conjunta de los recorridos diseñados en la Vuelta desde el cambio de fechas indica que por regla general, salvo muy pocas excepciones, ha habido más etapas montañosas y más puertos que antes del cambio de fechas, con la particularidad de que aparecieron bastantes puertos inéditos considerablemente más duros casi siempre que los habituales hasta entonces, y no solo el ANGLIRU, sino también EL MORREDERO, CATÍ, LAGUNAS DE NEILA, LA RABASSA, AITANA, LA PANDERA, MARABIO, LA COVATILLA, AUBISQUE, VELEFIQUE, CALAR ALTO, MONACHIL, VALDELINARES, SAN LORENZO y ALBONDÓN, además de otros primera no tan duros pero respetables como son CABRA MONTÉS, LA RAGUA, PORTILLO DE LAS BATUECAS, CONNIO, CORDAL, COLLADIELLA, SANTA INÉS, PORTALET o CAUTERETS, manteniéndose también en la lista buena parte de los puertos que ya se habían subido en los 80 y principios de los 90. Por si fuera poco, la cantidad de participantes destacados sube de manera notable.
Y sin embargo, en los últimos años el interés por la carrera ha decrecido, principalmente porque la participación era mejor pero las grandes figuras seguían sin venir y las pocas que vienen no se emplean a fondo, porque hasta las principales figuras españoles han desaparecido con mucha frecuencia, y porque los recorridos, aún habiendo sido más duros casi todos los vistos en septiembre que los de primavera de antaño, no resultan atractivos por los aficionados, de manera que la ausencia de estrellas no se ve compensada por un espectáculo ciclista satisfactorio.
La proliferación de finales en alto, siendo casi todas esas metas las subidas más duras del día, unido a la gran distancia entre el penúltimo (cuando lo hay) y el último, o el escasísimo kilometraje, ha supuesto que a los corredores no les merezca la pena moverse desde lejos porque el recorrido no lo propicia, y que tampoco saquen demasiadas diferencias moviéndose desde cerca porque no hay gran desgaste y apenas se producen desfallecimientos. Tampoco hay muchas oportunidades de moverse en etapas de alta montaña sin final en alto porque prácticamente no existen, o en etapas de media montaña porque el esfuerzo de mantener la ventaja sacada antes del último puerto cuando todavía queda toda una bajada y algún llano hasta meta es demasiado en comparación con lo que se puede sacar teniendo tantas oportunidades para atacar a menos de 5km de meta en esa multitud de etapas con final en alto.
Los espectadores no esperan divertirse salvo en los últimos kilómetros de las etapas con final en alto, y tampoco demasiado, y ni siquiera tienen el aliciente de ver a los mejores ciclistas en liza. De ahí que las audiencias hayan bajado tanto. En consecuencia si hay alguna esperanza de remontar la caída sólo puede provenir de un cambio radical en el diseño de los recorridos, de tal manera que incluso faltando las estrellas los aficionados esperen un buen espectáculo.
Es justo lo que ha pasado en el Giro. La participación internacional es realmente floja, considerablemente peor que la de la Vuelta, y aunque estén casi todas las figuras italianas tampoco es que en estos momentos destaquen especialmente entre los mejores corredores mundiales para pruebas por etapas. Y sin embargo la audiencia no ha caído debido a unos recorridos espectaculares que atraen a los aficionados y que generan grandes expectativas.
Probablemente no podamos competir con la montaña italiana, ni tan siquiera con la francesa, al menos en cantidad de grandes puertos, pero en este informe habrá quedado más que demostrado que existe terreno de sobra en España para construir una carrera prestigiosa que todos los aficionados quieran ver y que todos los ciclistas quieran correr. Y no es tanto cuestión de incluir más dureza como de distribuirla con eficiencia y de aprovechar puertos que hasta ahora se han mantenido inexplicablemente inéditos.
Qué diferencia entre las etapas del Giro y del Tour con las de la Vuelta!
Hay recorridos de vueltas pequeñas que han tenido más nivel: las que se hacían en Asturias con final en el Acebo (primero con Somiedo y Leitariegos y luego con Pozo y Connio) y, cómo no, la de ayer con San Lorenzo y Campa Dosango.
Tienes razón Montero, en cuanto a lo de las vueltas «pequeñas» tanto en España (esta última Vuelta a Asturias es un gran ejemplo, pero carreras como Setmana Catalana o Volta a Cataluña han hecho cosas interesantes, duras y con puertos inéditos en el pasado) como en el extranjero, con Dauphine y Suiza como puntas de lanza. De esto ya hablamos un poco en la entrada sobre Las etapas más duras de la historia.
Es por eso que la vuelta siempre a ocupado la 3ª posicion siempre, y no será por falta de puertos, je, je. Ah con el nuevo alfaltado del gamoniteiro se me ocurre una etapa regular para la vuelta con alto de pajares por leon, descenso hacia asturias, llegada a pola de lena y finalmente encadenado cobertoira – gamoniteiro. ¡Mas crono y mas montaña que en españa hay puertos por un tubo!