Enlaces a las entradas con el análisis de otros años:
- Las primeras ediciones (1935 – 1955)
- Los años de El Pueblo Español – El Correo Vaso (1956 – 1978)
- Los ocho años anteriores al cambio de fechas ((1987 – 1994)
- La Vuelta tras el cambio de fechas (1995 – 2007)
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Los ocho primeros años de Unipublic
En 1978 El Correo Español-El Pueblo Vasco organiza su última edición de la Vuelta, que se ve enturbiada por graves disturbios el último día hasta el punto de tener que suspender la contrarreloj final. La situación sociopolítica en el País Vasco durante la transición democrática española no aconseja que la carrera siga disputándose por allí, pero además es que la situación económica de la prueba no debía ser muy boyante precisamente.
Desde un punto de vista deportivo la Vuelta estaba bajo mínimos, con un recorrido tan flojo como de costumbre y, aún peor, con una participación realmente mala, especialmente la extranjera, algo que además se lleva arrastrando varios años. La realidad de la carrera era que por aquella senda no tenía ningún futuro.
En Enero del 79 El Correo Español-El Pueblo Vasco anuncia que no seguirá organizando la prueba. En poco más de tres meses Unipúblic tiene que hacerse cargo de la carrera y pese al poco tiempo de que dispuso las diferencias se hacen notar desde el principio.
Resulta evidente que hubo cambios espectaculares con el relevo de los organizadores. Hasta el 78 los recorridos de la Vuelta se caracterizaban por tener pocos puertos y de muy poca entidad, los contadísimos de primera categoría (Navacerrada, Pajares, Orduña…) solían estar muy alejados de la meta, y los finales en alto eran muy cortos y rara vez pasaban de segunda categoría, tal vez con la excepción de Urkiola. Por si fuera poco la inmensa mayoría de las etapas montañosas se disputaban en territorio vasco, lo cual en esos momentos era ya inasumible.
Sin embargo a partir del 79 surgen numerosas novedades, tanto por la aparición de puertos inéditos como por la estructura de esas etapas. Sólo en las 5 primeras ediciones organizadas por Unipúblic ya habría 14 nuevos puertos catalogados como de primera categoría (por supuesto habría que añadir un montón más de puertos de segunda):
- Sierra Nevada, Peña Cabarga y La Morcuera en 1979.
- Cantó, Bonaigua y Cotos en 1980.
- Rasos de Peguera en 1981.
- Super Molina y La Creueta en 1982.
- Castellar de n’Hug, Balneario de Panticosa, Lagos de Covadonga, Peña Negra y Serranillos en 1983.

Rasos de Peguera se estrena en la Vuelta durante esta época, precedido normalmente por algún puerto de primera, como el Collformic.

Por diversas razones, el Giro empieza a suavizar sus recorridos, aunque nunca faltaba algún que otro coloso en la carrera.
Por fin aparecen finales en alto realmente selectivos, como Sierra Nevada, Lagos de Covadonga o Rasos de Peguera. Por fin aparecen puertos de paso largos y bastantes de ellos claramente por encima de los 1000 metros de altitud e incluso acercándose a los 2000 metros, algo impensable en la época anterior, salvo por la habitual subida a Navacerrada. También se verán etapas con bastantes puertos encadenados y con poco llano entre ellos, y hasta veremos etapas con puertos no demasiados duros pero con el último muy cerca de meta, que tampoco se prodigaban en los años precedentes.
Por si fuera poco en 1983 se retransmite por primera vez en directo la carrera, todo un éxito memorable que logra un impacto espectacular. Vuelve a ganar Hinault, que el año anterior había hecho el doblete Giro-Tour, pero sufriendo todos los días a una jauría de corredores españoles desbocados que le hacen frente como nunca desde que el francés domina el ciclismo mundial, hasta el punto de que le pusieron en muy serio peligro de caer derrotado, algo inimaginable por aquel entonces. El sobresfuerzo al que le sometieron en la Vuelta le pasó factura a Hinault y le resultó imposible recuperarse para disputar el Tour ese mismo año.
Al mismo tiempo, el Giro pasa por una época muy peculiar en que los corredores italianos más importantes, Saronni, Moser y Visentini, se caracterizan por no ser buenos escaladores y por lo tanto los recorridos se diseñan pensando en ellos. El Giro está perdiendo prestigio debido a la suavidad de los recorridos mientras que la Vuelta avanza gracias a ese incremento de dureza comentado y por supuesto a la televisión en directo.
Probablemente los organizadores de la Vuelta consideraron que ya habían alcanzado sus objetivos, que habían superado con creces el periodo anterior y además habían alcanzado al Giro al menos en el nivel de los recorridos si es que no lo habían conseguido también en interés gracias a las audiencias y a que el mejor corredor del momento había querido correr la Vuelta del 83.
Nos parece muy significativo que en el 84 ya no hubiera ninguna novedad montañosa, que tirasen de todo lo que habían sacado en los años precedentes. Luego en el 85 y el 86 volvieron a aparecer puertos nuevos de primera categoría como Alto Campoo, Pal (en Andorra), Pontón, San Isidro o Las Palomas.
Aún así la participación de la Vuelta en esos primeros años sigue sin ser demasiado brillante, e incluso en el 81 resulta extremadamente pobre, con Battaglin tan sólo como corredor destacado. Y eso que la edición del 79 supuso una mejora sustancial y muy prometedora en la nómina de participantes ilustres. Había un ganador del Tour como Van Impe, un ganador del Giro como Pollentier (que además había sido top ten antes tanto en la Tour como en la Vuelta), un ganador de la Vuelta como Pesarrodona (top ten en el Giro), un podium del Tour como López Carril (top ten en Giro y Vuelta), un podium del Giro como Galdos (top ten en Tour y Vuelta), otro podium del Tour como Zoetemelk (top ten de la Vuelta), un podium de la Vuelta como Lasa (top ten del Giro) y otros dos que alcanzaron algún podium en la Vuelta, como Perurena y Nazábal. Además estaban Aja y Torres (top ten de Tour y Vuelta), Seznec (quinto en el último Tour), Pujol (top ten del Giro), y por último los cinco que faltan para completar la lista de top ten de la Vuelta, Eulalio García, Martínez Heredia, González Linares, Manzaneque y Viejo.

Los Lagos se estrenan en la Vuelta y pronto adquieren un gran prestigio, hasta el punto de convertirse en el puerto fetiche de la prueba.
Por lo tanto, estaban prácticamente todos los españoles buenos, también una corta pero muy buena representación de las figuras extranjeras, y eso con sólo 90 corredores en la salida. Desde luego nada que ver con el desastre del año anterior, cuando sólo Gandarias, Aja y López Carril se habían metido alguna vez entre los diez primeros de algún Tour. Por desgracia esa circunstancia no tuvo continuidad. En esos primeros años de Unipúblic no venían las figuras mundiales y encima ya no había figuras españolas, principalmente porque los mejores corredores españoles se retiran en masa y no hay un relevo para ellos a corto plazo. Fuente se había retirado en el 76, Ocaña en el 77, Gandarias en el 78, López Carril, Pesarrodona, Aja, Perurena y González Linares en el 79, Galdos, Torres y Manzaneque en el 80, Lasa en el 81, Nazábal y Viejo en el 82.
Desde el 76, en que Pujol quedó décimo del Giro, no habrá ningún español entre los diez primeros de esa carrera hasta que rompe el maleficio Rupérez en el 82, quedando también décimo ese año. En el Tour, Galdos había quedado séptimo de la edición del 78, pero hasta el 82 no habrá ningún español en el top ten, cuando lo consigue Alberto Fernández metiéndose también décimo.
Ya en el 83 la situación parece que cambia a mejor, con 4 españoles entre los 10 primeros del Giro incluido un tercer puesto de Alberto Fernández y añadiendo los puestos sexto, séptimo y octavo que consiguen respectivamente Lejarreta, Rupérez y Chozas. También en el 83 Angel Arroyo se mete segundo del Tour, con Perico Delgado deslumbrando pues llegó a ir segundo a un minuto de Fignon tras la etapa de Alpe d´Huez y con sólo una etapa montañosa en línea por cubrir, lástima que fallase el día del Joux Plane.
Por lo tanto el escenario consiste en una Vuelta bastante más dura que en la época de El Correo, con una estructura de las etapas más acorde con lo que se hacía en las otras grandes rondas, con una nueva generación de ciclistas españoles que ilusionan a la afición y, sobretodo, con una carrera que se retransmite en directo y que alcanza un gran éxito de audiencia.

En el 82 la Vuelta supera por tercera y última vez en carrera la cara norte del Portillo de la Sía. Una ascensión espectacular y tremendamente exigente (17km finales al 6%) que inexplicablemente ha caído en el olvido. En esta etapa de inicios de los 80 se superaba además El Escudo antes de alcanzar la meta en Reinosa.

Monte Grappa y San Martino de Castrozza, dos buenos puertos en la parte final de esta etapa del Giro ’82.
Por contra en el Giro los recorridos habían bajado su nivel considerablemente como ya se comentaba antes. Tampoco es que la dureza no existiese en absoluto. Había poca, pero había. Ocurre que el tipo de etapas de la época no fue la habitual del Giro antes y después. Tal vez lo que resulte más significativo de ese periodo no sea tanto la falta de puertos duros como la tipología de las etapas. Se puede apreciar la tendencia a no encadenar varios puertos de primera, en bastantes ocasiones sólo se ve uno o dos por etapa, y en muchas de ellas vemos que las etapas son bastante llanas y con una subida final en cuya cima estaría la meta, algo que rara vez ocurría antes y que en periodos posteriores se corrigió para volver a la senda habitual.
Sin embargo no se puede decir que los puertos elegidos fueran especialmente suaves, al contrario, se suben puertacos como el Monte Grappa, San Marco, Croce Domini, Val Gardena, Tre Cime di Lavaredo, Stelvio, Vivione, Terminillo, Blockhauss, Sempione, Duran, etc (es cierto que algunos por sus vertientes menos duras). Obviamente no se subieron todos en la misma edición, pero está claro que algún puerto realmente selectivo había cada año. Aunque sólo subieran uno de esos en cada etapa ya era más de lo que podían poner en España, o al menos más de lo que en España se aprovechaba por aquel entonces. Es el diseño de las etapas lo que hace que la Vuelta se iguale en calidad con el Giro, cuando no lo superaba.
Donde las diferencias entre la Vuelta y las otras grandes se puede apreciar mejor es en la comparativa con el Tour. Sigue habiendo finales clásicos como Puy de Dome o Alpe d´Huez, pero aparecen otros finales nuevos como Granon, Guzet Neige o La Plagne. En realidad hay un cambio de inflexión y los finales en alto, que antes eran un complemento, empiezan a cobrar mayor protagonismo. Pero no sólo hay finales en alto pues las etapas de alta montaña sin final en alto siguen siendo fundamentales. Los encadenados de puertos son formidables y la dureza enorme. Abundan en casi todas las etapas los puertos largos con pendientes altas sostenidas y con poca distancia entre ellos. Ahí están el Galibier, el Glandon, la Madeleine, el Joux Plane, el Izoard, el Tourmalet, el Aubisque…

En el 79 la Vuelta llegó a Peña Cabarga, una subida corta y explosiva cercana a Santander que estuvo precedida por las ascensiones a La Sía y Alisas.

A la cima del Granon llegó el Tour por primera y única vez en el año 86, en una etapa que ganó Eduardo Chozas. Aún hoy en día sigue siendo el final en alto de mayor altitud de la historia de la ‘Grande Boucle’.

Los Dolomitas siempre han tenido cabida en el Giro. En esta etapa del ’86 no se superaban las vertientes más duras de algunos puertos, pero el encadenado de los mismos es igualmente espectacular.
Como es lógico, los grandes ciclistas del pelotón internacional se vuelcan con el Tour, que en esos momentos además de ser la carrera más prestigiosa también tiene el recorrido más selectivo y que ofrece más alicientes personales y profesionales. El Giro no está haciendo honor a su historia con recorridos mucho más flojos de lo habitual y se resiente de ello, mientras que la Vuelta está creciendo pero todavía no llega a la altura de poder competir realmente con las otras dos.
De todas maneras la participación de la Vuelta no empezaría a tener un cierto empaque hasta el 85, mientras que los corredores realmente buenos durante todo este periodo del 79 al 86 seguían prefiriendo participar en el Giro. Era costumbre hacer dos grandes al año, pero resultaba más cómodo preparar el Tour corriendo el Giro pues participar en la Vuelta requería dos puntas de forma al terminar unos dos meses antes que el Tour, mientras que el Giro sólo acababa unas tres o cuatro semanas antes de la ronda francesa y era más factible mantener el estado de forma que se alcanzaban en Italia. Además pese a que la Vuelta le comía algo de terreno al Giro, estaba claro que tanto por prestigio como por nivel de premios como por intereses comerciales, los equipos y los corredores importantes preferían el Giro.
En realidad, de los corredores prestigiosos, sólo Pollentier y algo menos Criqueillion fueron habituales en la Vuelta durante los 6 primeros años de Unipúblic. Los Hinault, Van Impe, Thurau, Nillson, Prim, Bernaudeu, Van de Velde o Fuchs prefieren el Giro (aunque alguno de ellos corrió también al menos una vez en la Vuelta durante esa época), aparte de que por aquel entonces hay bastantes corredores italianos más o menos prestigiosos, Moser, Saronni, Visentini, Contini, Bertoglio, Panizza, Baronchelli, Bertolotto o Battaglin, mientras que había pocos españoles realmente conocidos, apenas Alberto Fernández, Arroyo y en menor medida Rupérez, aunque empezaba a hacerse notar esa generación que tanto daría al ciclismo español en los años posteriores y de la que hablaremos en el siguiente capitulo.

Creueta – Cantó – Bonaigua. Tres buenos puertos en esta etapa de La Vuelta del ’83 con final en Viella, aunque quizás faltaba un poco de continuidad entre las subidas.

En el Giro no se ven muchos puertacos por edición, pero los que aparecen son auténticos colosos. En el ’86 es el turno de San Marco antes del final en Foppolo.
Una prueba de que esto era así puede verse en el hecho de que, por término medio, en cada edición de la Vuelta durante estos 8 años participaron unos 6 ciclistas que habían hecho alguna vez entre los diez primeros del Tour, menos incluso que en los tiempos de El Correo (y eso que gracias a la participación del 85 y el 86 la media subió algo), mientras que en el Giro participaron durante este periodo unos 8 hombres-Tour también por término medio, 3 menos por edición que la media de los 24 años anteriores probablemente como consecuencia de esos recorridos tan flojos aunque incluso así todavía había más corredores importantes en el Giro que en la Vuelta. El efecto llamada del crecimiento de la Vuelta no se dejó sentir realmente hasta mediados de la década de los 80.
De hecho, la crisis del ciclismo español de finales de los 70 se arrastró bastante tiempo y ni tan siquiera el buen hacer de Unipublic en sus inicios consiguió paliar esos efectos. Desde 1974 hasta 1984 se disputaron 11 ediciones de la Vuelta, a caballo entre la organización de El Correo y la de Unipúblic, y la media de top-ten del Tour que participan cada año en nuestra carrera sólo es de 5. Hay que esperar hasta el año 85 para que la partipación mejore, tanto en cantidad como en calidad (Kelly, Winnen o Millar, más los nuevos españoles y la llegada de los colombianos encabezados por Herrera y Parra).

El Tour continúa buscando nuevos finales en alto. En el año ’80 se estrena Prapoutel – Les Sept Laux con un buen desgaste previo.

Sólo 130km de etapa, con las vertientes menos duras de Vivione y Tonale en el camino, al paso por los Alpes del Giro ‘82.
Sin embargo estaba claro que el interés internacional por la Vuelta estaba creciendo mientras que el interés por el Giro menguaba. La Vuelta tenía unos recorridos muchos mejores que los de la década anterior, mientras que los del Giro eran francamente peores. La participación de la Vuelta al final de este periodo comentado no estaba muy lejos en calidad y cantidad de la del Giro y, por supuesto, la retransmisión en directo de la carrera española hacía mucho. A simple vista se diría que la carrera española le estaba comiendo terreno a la italiana desde que Unipúblic se hizo cargo de la organización.

‘Tres en una’ a modo de resumen de este periodo: en el Giro los recorridos se suavizan considerablemente durante esta época. Se reduce el número de grandes puertos encadenados en las etapas, aunque siempre hay hueco para los puertos míticos como el Stelvio. Por su parte, el Tour sigue fiel a sus tradiciones, manteniendo sus habituales puertos de paso y probando nuevos y duros finales en alto como La Plagne. Por último, La Vuelta mejora sustancialmente sus recorridos. Se incluyen más y mejores puertos y sobretodo se mejora el diseño global de las etapas, como las disputadas por la sierra madrileña durante la época.
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