TOUR DE FRANCIA 2024

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Al igual que en las demás grandes vueltas, el análisis estará dividido en varias partes, para facilitar la búsqueda de la información y que no quede una entrada excesivamente larga.

En esta 1ª parte: análisis general, con la participación y recorrido, e historia de la prueba.

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Durante las próximas semanas, del 29 de junio al 21 de julio, se disputa la 111ª edición del “Tour de France”, la carrera por etapas más prestigiosa, así como la más esperada por gran parte de los aficionados al ciclismo profesional, comenzando esta vez una semana antes de lo habitual al ser año Olímpico, con los Juegos celebrándose en París del 26 de julio al 11 de agosto, lo que además ha provocando el cambio de final, con el Tour acabando en Niza en lugar de la capital gala.

Por nombres, la participación es espectacular, con casi todos los grandes vueltómanos y clasicómanos actuales, si bien varios llegan con dudas debido a la accidentada primavera, con el esperado duelo entre Tadej Pogacar, vencedor en 2020-2021 y que viene de arrasar en el Giro, y Jonas Vingegaard, ganador los 2 últimos años pero que sin competir tras su caída en País Vasco, partiendo a priori descompensado a favor del de UAE, que además tiene una escuadra fortísima: Adam Yates, 3º el año pasado, Joao Almeida, reciente 2º en Suiza, Juan Ayuso, Marc Soler, Tim Wellens … (aunque habrá que ver como se organizan). El equipo Visma también es potente, con Matteo Jorgenson, 2º en Dauphiné, Wilco Kelderman y Van Aert como principales escuderos de Vingegaard, pero con la importante ausencia de Sepp Kuss, ganador de la Vuelta y que es baja por Covid.

Otros equipos con múltiples bazas: Ineos, que cuenta con Carlos Rodríguez, 5º en 2023 y vencedor Romandía, Egan Bernal, que se impuso en 2019, Thomas Geraint, vencedor en 2018 y reciente 3º Giro, y Tom Pidcock, ganador de la AGR; Bora-Red Bull, con el tridente de Primoz Roglic, 2º en 2020 y reciente ganador Dauphiné, Alexander Vlasov, 5º hace dos años, y Jai Hindley, vencedor del Giro 2022; Soudal, que tiene a Remco Evenepoel, ganador de la Vuelta, y Mikel Landa, 4º dos veces en el Tour, y Jan Hirt; y Bahrain, que cuenta con Pello Bilbao, 6º la última edición, Santiago Buitrago, Jack Haig y Wout Poels. Ojo también a Enric Mas (Movistar), varias veces top-6; Richard Carapaz (EF), podio en 2021; Simon Yates (Jayco), 4º la última edición; Felix Gall (Decathlon), revelación en 2023; Romain Bardet (DSM), podio en 2016 y 2017; David Gaudu (Groupama), 4º en 2022, y Lenny Martínez; Derek Gee (Israel), sorprendente 3º en Dauphiné; Giulio Ciccone (Trek) y Guillaume Martin (Cofidis).

Sobre los ciclistas «todoterreno», además de los ya mencionados, como Wout Van Aert, ganador de 9 etapas en otros Tours, destacan Mathieu Van der Poel, 2 Monumentos este año, y Kragh Andersen (Alpecin); Mads Pedersen, 8 victorias esta temporada, Jasper Stuyven y Tom Skujins (Lidl-Trek); Michael Matthews (Jayco), 4 etapas en otras ediciones; Max Van Gils, revelación del año, y Victor Campenaerts (Lotto); Alberto Bettiol, en su mejor temporada, Ben Healy, siempre combativo, y Neilson Powless (EF); Matej Mohorič (Bahrain), 3 etapas en Tours previos; Alex Aranburu, campeón de España, y Oier Lazkano, (Movistar); Jonas Abrahamsen y Magnus Cort, 2 etapas años anteriores (Uno-X); Christophe Laporte, campeón de Europa, Tiesj Benoot y Jan Tratnik (Visma); Valentin Madouas y Stefan Küng (Groupama); Alexey Lutsenko (Astana); Stephen Williams (Israel); Ion Izagirre y Jesús Herrada (Cofidis); Paul Lapeira, campeón de Francia (Ag2r); Luca Mozzato (Arkea) y Michal Kwiatkowski (Ineos).

De cara a las llegadas masivas, junto a Van Aert y Pedersen, sobresalen Jasper Philipsen (Alpecin), 6 triunfos en los 2 últimos Tours; Arnaud de Lie (Lotto), con 4 victorias los últimos meses; Dylan Groenewegen (Jayco), 5 triunfos en ediciones previas; Sam Bennett (Decathlon); el veterano Mark Cavendish (Astana), que busca desempatar con Merckx como máximo ganador de etapa; Alexander Kristoff (Uno-X), 4 triunfos en otras ediciones; Biniam Girmay, ya recuperado de su caída en el Giro, y Gerben Thijssen (Intermarche); Fernando Gaviria (Movistar); Danny Van Poppel (Bora); Arnaud Demare (Arkea), aunque no lleva buen año; Phil Bauhaus (Bahrain); Pascal Ackermann (Israel); Fabio Jakobsen (DSM); Marijn Van der Berg (EF); y Bryan Coquard (Cofidis), que busca romper su «maldición» en el Tour.

En cuanto al recorrido, si en 2023 el Tour salió desde España, con inicio en Bilbao, este año le toca el turno a Italia, comenzando en Florencia. Y lo hace de nuevo apostando por una 1ª etapa de media montaña, con más de 200 km camino de Rimini, incluyendo 7 puertos, los más duros Tre Faggi, Barbotto y San Leo, y con más de 3600 m de desnivel, pudiendo dar mucho juego y haciendo sufrir a quienes lleguen cortos de forma. La 2ª jornada, con otros 200 km entre Cesenatico y Bologna, también es tipo clásica, con 6 «muros» entre los que destaca el doble paso por San Luca, con 2 km al 10% y final del Giro de Emilia, aunque aquí estará a 13 km de meta, para al día siguiente afrontar la etapa más larga de la prueba, con 230 km camino de Turín (3ª), siendo muy favorable para los sprinters, con solo pequeñas cotas y lejos de meta.

El martes será el turno para la 1ª jornada de alta montaña, con 140 km entre Pinerolo y Valloire (4ª), ya en Francia, teniendo que superar el larguísimo Sestriere, el fronterizo Montgenevre y el mítico Col du Galibier, con más de 2600 m de altitud, aunque subiendo por su vertiente «blanda«, muy larga pero con solo rampas duras en el último km, teniendo un fuerte descenso (hasta km 17) hacia meta, repitiendo el final de 2019 con triunfo de Quintana. Las 2 jornadas siguientes son básicamente llanas, con casi 180 km camino de Saint Vulbas (5ª) y 164 km entre Màcón y Dijon (6ª), favoreciendo a los velocistas, para el viernes afrontar la 1ª crono de esta edición, con 25 km entre Nuit St.Georges y Gevrey-Chambertin (7ª), incluyendo a mitad de la ruta la cota de Reulle Vergy -> perfil, en un día importante para la general, aunque se echa de menos una distancia superior.

El fin de semana habrá dos etapas «rompepiernas«, con 183 km camino de Colombey les Deux Eglises (8ª) plagados de repechos, si bien los más duros están lejos de meta, que pica hacia arriba, pudiendo resolverse al sprint; y 200 km en torno a Troyes 9ª, con 4 cotas puntuables pero donde lo más llamativo es la presencia de 14 tramos de tierra, «chemin blanc», que suman 32 km sin asfaltar -> mapa / catalogación (de una a tres estrellas), estando en principio en buenas condiciones, aunque con mayor riesgo de pinchazos que en una ctra. normal, siendo más similares a los de la París-Tours que a los de Strade Bianche. Y ojo si llueve. En cualquier caso, una jornada muy atractiva y original para cerrar la 1ª semana

Tras el día de descanso, etapa para los sprinters en St. Amand de Montrond (10ª), aunque ojo a la posibilidad de abanicos, que ya rompieron el pelotón en 2013, y dura jornada de media montaña en el Macizo central, con 210 km camino de Le Lioran (11ª), , incluyendo los puertos de Nerone, Pas de Peyrol (5,5 km finales), Pertus y Font de Cere en la parte final -> últimos 45 km, pudiendo dar mucho juego si hay ganas de batalla, seguida por otra etapa quebrada de más de 200 km camino de Villeneuve sur Lot (12ª), aunque sin subidas duras, pudiendo triunfar tanto una escapada como resolverse al sprint. Esto último lo más probable en la jornada siguiente, con 164 km entre Agen y Pau (13ª), aunque hay una zona de cotas a 20-40 km de meta que puede añadir emoción a la parte final de la etapa.

El fin de semana turno para los Pirineos, con 152 km entre Pau y Pla d’Adet (14ª), incluyendo el famoso Col du Tourmalet, por esta vertiente 19 km al 7,4%, y Hourquette d’Ancizan, más suave aunque ojo al descenso, antes de la subida final, que tiene 11 km al 8%, con lo más duro al inicio, cumpliéndose el 50 aniversario de estreno en el Tour, con triunfo de Poulidor; y etapa de casi 200 km camino de Plateau de Beille (15ª), con Peyresourde de inicio, seguido por Mente y Aspet, para ya en los últimos 70 km afontar Agnes + Lers antes del duro ascenso final, sin rampas extremas pero muy constante, con 16 km a casi el 8%, siendo su 7ª subida en el Tour. Una jornada muy exigente, rondando los 4800 m de desnivel, pero lastrada por los llanos entre los puertos, algo evitable, con los favoritos pudiendo dejarlo todo para la subida final, aunque debería notarse el desgaste.

Ya en la 3ª semana, después del descanso, jornada llana camino de Nimes (16ª), siendo el último día claro para los sprinters, aunque ojo de nuevo al viento, seguida por dos jornadas de media montaña ya en los Alpes con un interesante final en Superdevoluy (17ª) precedido por las subidas a Bayard y Noyer, con 7,5 km al 8,4% -> encadenado final, una llegada vista en Dauphiné 2016; y la etapa de Barcelonette (18ª), con más 3000 m de desnivel y 5 puertos, destacando St. Apollinaire, aunque ninguno duro, siendo un día para escapadas, con los favoritos pensando en los días siguientes. Y es que la prueba termina con 2 etapas de alta montaña y una crono muy exigente.

Este bloque final comienza con una jornada de 145 km entre Embrun e Isola 2000 (19ª), incluyendo el ascenso al Col de Vars y el espectacular Col de la Bonette, con 23 km a casi el 7% y la cima a 2800 m de altitud, antes del falso llano previo a la subida final, que es el Col de la Lombarda sin el último tramo, con 16 km al 7% hasta meta, repitiendo los 3 puertos finales de la jornada de 1993, con el duelo Indurain vs Rominger, si bien esa etapa era más dura al afrontar de inicio el Col d’Izoard. Y como último día de alta montaña, jornada corta pero muy dura camino del Col de la Couillole 20ª), en los Alpes Marítimos, encadenado los puertos de Braus, Turini y Saint Martin / La Colmiane antes del exigente ascenso final, con 16 km al 7,3%, siendo muy constante, en una etapa con más de 4600 m de desnivel en apenas 130 km.

En lugar del clásico final en París, la prueba termina con una contrarreloj de 34 km entre Mónaco y Niza (21ª), teniendo un perfil quebrado al incluir el ascenso a La Turbie, con 8 km al 5,6%, y el muro del Col d’Eze, habitual en la última etapa de la París-Niza, antes del descenso y llano final, como si fuera una «mini-etapa», pudiendo decidir el podio final si la general llega apretada. Globalmente, un trazado con varios aspectos muy llamativos (salida en Italia, «sterrato», puertos altos, crono final …) y que si bien tiene de nuevo un inicio fuerte, esta vez concentra su mayor dureza en la parte final de la prueba, habiendo solo una jornada llana en las últimas 8 etapas

En el lado positivo, el recorrido está más equilibrado que otros años gracias a los casi 60 km de CRI, destacando también la media montaña, con varias jornadas muy interesantes durante las 3 semanas de carrera (las etapas italianas, el día del «sterrato», Le Lioran, Superdevoluy …), así como la recuperación de grandes puertos de los Alpes Marítimos, como La Bonette y Couillole. La parte negativa, junto al exceso de etapas llanas en la 1ª mitad de carrera, es el diseño de la alta montaña: excepto Valloire, todas acaban en un HC / 1ª duro, perjudicando ataques lejanos. Y no hay una auténtica «reina», al ser muy cortas, como las etapas de los Alpes, o tener mucho llano entre puertos, como la de Plateau de Beille. Sobre las cronos, se agradece que haya 2, pero en la 1ª faltan kms y la colocación de la 2ª puede perjudicar el desarrollo de la carrera: ya pasó en 2020 y Giro 2023.

No obstante, la última palabra será de los corredores. Y si son combativos, como ha ocurrido en las últimas ediciones, podrá verse un buen espectáculo.

Historia de la prueba


El origen del Tour de Francia data de inicios del siglo 20, cuando Geo Lefevre, redactor del periódico L´Auto (actualmente L’Equipe), le propuso a su director, Henry Desgranges, la celebración de una carrera ciclista que uniera las principales ciudades francesas, para conseguir aumentar las ventas del periódico y superar al diario competidor Le Velo. Así pues, en julio de 1903 y no sin dificultades, incluyendo un cambio de fechas respecto a lo que estaba previsto, se disputó la edición inaugural -> mapa, con 2.428 km divididos en 6 etapas y victoria final para Maurice Garin, con casi 3 horas de ventaja sobre el 2º clasificado y una velocidad media de 25,7 km/h.

Durante los primeros años los organizadores tuvieron muchos problemas para sacar la carrera adelante, lo que les llevó a buscar nuevos alicientes. De este modo, en 1905 la general se estableció en base a una clasificación por puntos (sumando la posición en cada etapa, siendo 1º el que acumulara menos puntos) en lugar de por tiempos, aunque volvería a calcularse de ese modo a partir del año 1913. Además, aumentó el nº de etapas, pasando de 6 a 11, y se sustituyó el Col de la Republique, la única dificultad montañosa de las primeras ediciones, por Ballon d´Alsace en los Vosgos y Bayard + Laffrey en los Alpes.

Esto reactivó la prueba, pero cuando en 1909 Francois Faber, un corredor de casi 90 kilos, ganó 6 etapas y la general, los organizadores decidieron arriesgar y estrenar los Pirineos en 1910, programando 2 etapas brutales, sobre todo por el kilometraje y condiciones de la época, con los puertos de tierra: Perpiñán-Luchon (289 km), con Port, Aspet y Ares; y Luchon-Bayona (326 km) -> perfil / galería de fotos, teniendo que subir Peyresourde, Aspin, TourmaletAubisque y Osquich. Durante esta 2ª etapa, al coronar el Aubisque, se produjo el famoso grito de Octave Lapize en contra de los organizadores: “Assassins, vous êtes des assassins!”. En el artículo Memoria de un asesinato se puede rememorar la gestación y desarrollo de esta etapa, aunque parece que la realidad fueraun poco distinta. De hecho el Tourmalet ya se había subido en 1902 por otra prueba menos conocida, aunque por la vertiente de Bareges.

Lapize en la 1ª subida al Tourmalet en el Tour (1910). Foto Arueda.com

A pesar de las quejas de los corredores, el éxito deportivo y mediático hizo que en 1911 los organizadores no sólo repitieran las jornadas pirenaicas sino que se atrevieran con el más difícil todavía: una etapa en el corazón de los Alpes, Chamonix-Grenoble (366 km) -> perfil, en la que se estrenó el impresionante Col du Galibier (cota 2550 m, atravesando el túnel), que hoy en día aún está entre los puertos más duros que se afrontan en carrera. El ciclista que coronó en primer lugar fue Émile Georget, que tras 2h y 38′ de ascensión sin poner pie a tierra exclamó ante los aficionados: “¡Os he dejado pasmados”!. El impacto del Galibier fue tal que el propio Desgranges abrió el periódico L’Auto al día siguiente con un “acta de adoración” a la grandiosidad del puerto y el esfuerzo de los corredores para superarlo.

Ya con Pirineos y Alpes consolidados en el recorrido, el Tour fue creciendo en importancia, aumentando el kilometraje y nº de etapas, con los récords de 5.745 km en 1926 y 31 etapas en 1937 (12 normales, 5 dobles sectores y 3 triples), dejando sólo de disputarse durante las Guerras Mundiales: de 1915 a 1918 y de 1940 a 1946. Y fue en 1919, tras el 1º de estos conflictos, en el que murieron 3 ganadores de la prueba (Lucien Petit-Breton, Francois Faber y el propio Lapize), cuando el Tour estrenó una de sus señas de identidad: el maillot amarillo para distinguir al líder de la general. El resto de maillots fueron introducidos mucho más tarde, con el verde de la regularidad y el blanco con puntos rojos de la montaña estrenándose en 1953 y 1975 respectivamente.

A lo largo de la historia de la carrera hay 4 corredores que destacan en el palmarés, teniendo 5 triunfos en la general: Jacques Anquetil (1957, 61, 62, 63 y 64), Eddy Merckx (1969, 70, 71, 72 y 74), Bernard Hinault (1978, 79, 81, 82 y 85) y de 1991 a 1995 Miguel Indurain, con “el caníbal” récord de etapas y días de amarillo, con 34 y 96 respectivamente, mientras que con 4 victorias figura Chris Froome (2013, 15, 16 y 17). Aclarar que hasta 2012 encabezaba el palmarés Lance Armstrong, con 7 triunfos consecutivos desde 1999 a 2005, pero su sanción por dopaje hizo que todos sus resultados desde agosto de 1998 fueran eliminados, quedando la victoria vacante debido a “la nube de sospechas que permanece desde ese periodo oscuro”, según palabras del comunicado oficial que publicó la UCI.

Mención especial merecen Philippe Thijs y “el fraile volador”, Gino Bartali, con 3 y 2 victorias respectivamente pero que sin los parones provocados por las guerras mundiales podrían haber alcanzado un palmarés aún mejor. De hecho, fueron capaces de ganar antes y después de los conflictos bélicos, con 10 años de diferencia en el caso de Bartali (1938 a 1948). Otros ciclistas con resultados de mucho mérito son Raymond Poulidor, con 8 podios, y Joop Zoetemelk, con 7 (incluída una victoria), ambos con carreras muy largas pero perjudicados al haber coincidido con Anquetil y Merckx en el caso de “Pou Pou” y el propio Merckx e Hinault en el de Zoetemelk.

Sobre los corredores españoles, hasta finales de los 50 sólo Bernardo Ruiz acabó en el podio (1952), pero desde entonces han sido grandes protagonistas, con victorias de F.M.Bahamontes en 1959 (más 2 podios y 6 maillots de la montaña); Luis Ocaña en 1973, un triunfo que podría haber conseguido ya en 1971 de no ser por su caída en el descenso de Mente, cuando era líder; Pedro Delgado en 1988 (más otros 2 podios); el “repóker” de Indurain en los 90; Oscar Pereiro en 2006, tras la descalificación de Landis por positivo; Carlos Sastre en 2008, con un gran ataque en Alpe d´Huez; y Alberto Contador en 2007 y 2009 (también acabó 1º en 2010 pero fue sancionado posteriormente), siendo el 3er país con más triunfos después de Francia y Bélgica, con 36 y 18 victorias respectivamente.

En cuanto al resto de categorías, el francés Richard Virenque tiene el mayor nº de victorias en la clasificación de la montaña, con 7 triunfos entre 1994 y 2004, superando las 6 que consiguieron dos de los mejores escaladores de la historia, el mencionado Bahamontes y Lucien Van Impe. Asimismo, el esloveno Peter Sagan domina la clasificación de la regularidad con 7 victorias (2012 a 2016 y 2018-2019), seguido por el alemán Eric Zabel, con 6 triunfos de 1996 a 2001, y el irlandés Sean Kelly, con 4 maillots verdes en la década de los 80; con Tadej Pogacar haciendo lo propio en la clasificación de los jóvenes, al haberla ganado.4 veces, frente a las 3 victorias de Jan Ullrich y Andy Shleck.

El año pasado la carrera fue de nuevo espectacular, repitiéndose el duelo entre Vingegaard (Visma) y Pogacar (UAE), con el danés golpeando 1º en el Marie Blanque, camino de Laruns; el esloveno anotándose las batallas de Cauterets y Puy de Dôme; y tras «empate técnico» en el Joux Plane y Saint Gervais, decidirse el ganador entre la crono de Combloux, con Vingegaard arrasando, y la etapa reina de Courchevel -> vídeos, con hundimiento de Pogacar en el Col de la Loze, aunque logró salvar el 2º puesto, Les acompañó en el podio Adam Yates (UAE), con su hermano Simon (Jayco) y Carlos Rodríguez (Ineos), vencedor en Morzine, en el top-5, seguidos por Pello Bilbao, que también logró etapa. Destacar igualmente a Jasper Philipsen (Alpecin), ganador de la regularidad tras dominar los sprints, con 4 etapas.

El podio final de 2023, con Vingegaard, Pogacar y A.Yates. Click para ver un hilo con los ganadores de todas las clasificaciones y etapas

  1. Jonas Vingegaard (Jumbo) 85 h 05′ 42″ (41.483 km/h)
  2. Tadej Pogacar (UAE)  a 7′ 29″
  3. Adam Yates (UAE) a 10′ 56″
  4. Simon Yates (Jayco) a 12′ 23″
  5. Carlos Rodríguez (Ineos) a 13′ 17″
  6. Pello Bilbao (Bahrain) a 13′ 27″
  7. Jai Hindley (Bora)  a 14′ 44″
  8. Felix Gall (Ag2r)   a 16′ 09″
  9. David Gaudu (Groupama) a 23′ 08″
  10. Guillaume Martin (Icofidis) a 26′ 30″

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Recorridos

A lo largo de su historia, una de las señas de identidad de la prueba han sido una serie de grandes puertos de paso que por su dureza, sin rampas exageradas pero largos y con mucho desnivel, y habitual presencia en carrera han sido claves en muchas ediciones, convirtiéndose en míticos, destacando, junto a los ya mencionados Tourmalet, Aubisque, Peyresourde y Galibier, los puertos alpinos del Col d’Izoard y Vars, estrenados en 1922; Glandon – Croix de Fer, en 1947; el Mont Ventoux en 1951, siendo después también meta; Madeleine en 1969, estrenándose en 1975 la dura vertiente S, aún más exigente; y el Joux Plane en 1978, más corto que los anteriores pero con mayor pendiente media, con casi 12 km al 8,5%, y teniendo además un peligroso descenso hasta Morzine.

En 1952 fue el turno para los primeros finales en alto, con el estreno de Alpe d´Huez“la montaña de los holandeses”Sestriere (desde km 11,2), en Italia, y el volcán del Puy de Dôme, en el Macizo Central, todos con victorias de Coppi. Lo curioso es que este tipo de llegadas, hoy en día muy abundantes, no gustaron en su momento, ya que la lucha podía quedar reducida a la subida final. Como ejemplo las declaraciones de Jacques Goddet, jefe de de ciclismo en L´Equipe: “Nada incita a militar por llegadas en alto”. Esto provocó que salvo cronoescaladas (Ventoux 1958 y Puy de Dôme 1959) no hubiera más finales en alto hasta 1961, y sólo 1 ó 2 en ediciones posteriores. Sería en la década de los 70 cuando empezaron a ganar protagonismo, incluyendo el retorno de Alpe d’Huez en 1976, desde entonces la subida más icónica de la prueba.

El lado negativo es que al repetir tanto ciertas subidas han dejado de lado otras igual o incluso más interesantes, con grandes puertos inéditos u olvidados desde hace años por los organizadores, destacando el potencial de varias regiones muy poco transitadas por el Tour, como los Pirineos Atlánticos (Arthaburu, Ahusquy, Burdinkurutzeta-Bagargi, etc), Alpes del Sur (CayolleChampsCouilloleTurini, etc) y la zona al este de Grenoble, destacando CoqLuitelAllevard, etc… así como las “caras b” de algunos puertos clásicos que siguen inéditas (salvo los tramos compartidos con la subida tradicional), como Luz Ardiden N, visto en Ruta del Sur 2017; o utilizadas desde hace décadas sólo de bajada, como Mont Ventoux O, sin subir desde 1972.

No obstante, en las últimos años ha habido grandes avances en este aspecto, con el estreno de Romme en 2009; Hourquette d´Ancizan en 2011; Grand Colombier, aunque no por vertiente más dura, y Peguere en la edición de 2012; Chatillón-Semnoz y la continuación de Alpe d´Huez, Col de Sarenne, con su espectacular descenso, en la edición de 2013; Petit Ballon y Chevreres en 2014; Col de Chaussy en 2015; el exigente Monte Bisanne (cota 1720 m) en 2016; y sobre todo en 2017, con la cordillera del Jura camino de Chambery, estrenando Col de Biche en profesionales, afrontando la vía directa de G.Colombier, con 3 km centrales durísimos, y recuperando Mont du Chat tras 4 décadas de olvido; y 2018, subiendo por 1ª vez en el Tour el Col de Gliéres, con 2 km de tierra, y el Col du Pré, además de estrenar el colosal Col de Portet tras asfaltar los km de tierra. En 2019 lo más novedoso fue el estreno de Prat d’Albis (hasta km 4,5) y recuperación del Col de Iseran, inédito como subida por vertiente sur desde 1963, mientras que en 2020 se estrenó Col de La Lusette en el Macizo Central, Issarbe-Hourcere en los Pirineos y el Col de la Loze en los Alpes, para ya en 2022 recuperar el terrible Col du Granon y estrenar Spandelles, que seguía inédito en el Tour, mientras que este año destaca la recuperación de La Bonette y La Couillole.

Otra característica desde 1934, cuando estrenaron las cronos en el Tour, ha sido la gran cantidad de contrarreloj, con multitud de ediciones que entre CRI y cronos por equipos sumaban más de 100 km, no bajando de 170 entre finales de los años 70 y mediados de los 90, lo que unido a la dureza de la montaña hacía que para luchar por la victoria los ciclistas tuvieran que ser muy completos, subiendo bien y a la vez siendo grandes rodadores (o muy superiores en algún terreno), con el equipo como otro factor clave si había CRE. Sin embargo, a partir de 2008 y con la única excepción del año 2012, cuando volvió a haber un prólogo y 2 cronos individuales largas, ha habido un claro descenso en el nº y longitud de las cronos, llegando a los extremos de 2015, cuando se batieron todos los records negativos de CRI, con apenas 14 km, y 2017, con el total más bajo de contrarreloj: 36,5 km (hasta el año pasado …), una tendencia que se ha mantenido las últimas ediciones, con solo 37 km en 2020 y apenas 22 km en 2023, aunque también ha habido años cercanos a los 60 km,

Las cronos en las GV desde 1955 hasta 2014. Click para ver el artículo completo

En cuanto a la estructura, durante mucho tiempo el esquema del recorrido fue similar, algo provocado por las características orográficas del país pero también por el inmovilismo de los organizadores una vez que dieron con su trazado ideal. De este modo, desde mediados de los 60 hasta hace una década lo habitual era empezar con un prólogo, seguido por una 1ª semana de etapas llanas (y hasta los 80 con alguna jornada de pavé), incluyendo una larga crono por equipos y otra individual, para a continuación afrontar la alta montaña, ya fueran Alpes o Pirineos y normalmente rotando de una edición a otra, seguida por varias etapas de enlace antes de encarar el 2ª bloque montañoso y las jornadas de aproximación a París, con una CRI el penúltimo día.

Sin embargo, ya en los últimos años, con Prudhomme como director del Tour, ha habido muchos cambios respecto a la tradición de la prueba, tanto para bien, con menos etapas llanas en la 1ª semana y más media montaña, como para mal, con la reducción de contrarreloj y la falta de etapas de alta montaña de gran fondo, haciendo además que la última acabe en un HC (salvo excepciones). Así, después del notable recorrido de 2007, con una estupenda alta montaña y dos buenas cronos, faltando sólo más media montaña para el sobresaliente, llegó una edición 2008 novedosa, con una 1ª semana atractiva pero que después resultaba decepcionante al haber sólo una jornada con 3 grandes puertos, además de una estructura donde las etapas se estorbaban entre sí, con las llegadas en alto como final de bloque perjudicando las jornadas previas.

El trazado de 2009 fue aún más original … pero también más decepcionante, ya que tenía ideas interesantes pero creemos que muy mal ejecutadas: etapas de montaña sin finales duros pero con demasiado llano entre puertos o hasta meta, y una última jornada decisiva de montaña en vez de crono pero con final en alto y encima unipuerto. De hecho, en la mayoría de etapas había opciones mejores que las programadas. Además, la carrera estaba descompensada, con una 2ª semana muy floja y poca CRI (aunque más que en las últimas ediciones). En el lado positivo, el etapón de Le Grand Bornand, que provocó grandes diferencias en meta, con el 10º a más de 6 minutos, siendo la mejor etapa de las tres grandes vueltas en la temporada 2009.

Comparado con 2009, el recorrido de 2010 (clasificaciones) fue un gran avance: no más de 2 etapas llanas seguidas, mucha media montaña y una alta montaña variada, además de incluir una etapa con pavé, siendo globalmente un trazado muy duro. Pero no todo era positivo: de nuevo pocos km de crono, un diseño mejorable en algunas etapas y ni un sólo gran puerto novedoso, algo que si habían aportado ediciones previas. A la hora de la verdad, la pobre actitud de los favoritos en algunas etapas clave hizo que fuera algo decepcionante, aunque también hubo jornadas preciosas, como St. Jean de Maurienne -> vídeo, con el grupo totalmente roto en la  Madeleine, a 40 km de la llegada, y la mencionada jornada del pavé en la 1ª semana.

El trazado de 2011 se podía dividir en 2 partes: una 1ª mitad donde abundaban las jornadas llanas pero con final en repecho, y una 2ª mitad donde se acumulaban todas las etapas decisivas, con exceso de finales en alto duros (4 llegadas HC/1ª muy exigente) y apenas 42,5 km de CRI, una cifra escasa para un GV y que encima no llegaba hasta el penúltimo día. Esta descompensación, unida a una actitud “amarrategui” de la mayoría de favoritos, hizo que las 2 primeras semanas fueran muy aburridas, además de haber múltiples caídas, si bien la espectacular semana final, con grandes ataques lejanos de Contador camino de Gap y Alpe d´Huez, y de Andy Schleck en la etapa con meta en el Galibier, salvó la prueba, dejando un buen recuerdo en los aficionados.

En 2012 hubo un cambio radical, reduciendo la cantidad y dureza de finales en alto, recayendo el protagonismo en los puertos de paso, y aumentando crono, con dos CRI largas (algo que no sucedía desde 2007), teniendo las etapas decisivas más repartidas. Sin embargo, pese a una buena idea general fallaba la ejecución, con un orden y diseño de etapas mejorable. Finalmente, la carrera tuvo 2 partes muy diferentes: una 1ª mitad muy entretenida, con ataques lejanos de los favoritos en varias etapas … pero una 2ª con Pirineos decepcionantes y notándose la ausencia de Contador y Schleck, con un exagerado dominio de Sky, donde estaban los 2 corredores más fuertes, Wiggins y Froome, y la general decidida muy pronto.

Al año siguiente los organizadores dieron marcha atrás a varios de los cambios de 2012, al aumentar la dureza de finales en alto y reducir la longitud de las cronos (además de hacer que la 2ª fuera mixta, incluyendo 2 puertos), con una cantidad sorprendente de novedades para ser la 100ª edición, como el inicio en Córcega y el estreno de Sarenne. En general, la carrera fue bastante entretenida, aunque con el regusto amargo de que salvo el día de S.A.Montrond, donde los abanicos destrozaron el pelotón, no hubo ninguna etapa de sobresaliente, con la lucha entre los favoritos reducida a las subidas finales o el “coitus interruptus” de Bagneres de Bigorre, donde sí hubo batalla inicial pero después todo se calmó pese a que Froome estaba aislado.

En 2014 fueron un paso más allá, alejándose de gran parte de las características habituales de la prueba, con un trazado repleto de etapas nerviosas, teniendo especial protagonismo la media montaña, sobre todo en los primeros 12 días, y una alta montaña más blanda, aunque con bastantes llegadas en alto, habiendo sólo una crono, aunque de 50 km, que no llegaba hasta la 20ª etapa. Curiosamente, y aunque por diferentes motivos, el desarrollo acabó siendo parecido al de 2012, con una 1ª mitad entretenida, destacando el etapón de Arenberg, con lluvia y pavé, pero viéndose unos Pirineos decepcionantes (salvo la etapa de Luchon) y la general decidida muy pronto a favor de Nibali, que tras las caídas de Froome y Contador arrasó a sus rivales.

El trazado de 2015 llevó al extremo la senda de cambios iniciada en 2008, con una 1ª semana muy movida, incluyendo jornadas tipo clásica y finales muro; aumento en el nº de etapas quebradas pero reduciendo a cambio las distancias, sin jornadas de alta montaña de >200 km; una enorme cantidad de finales en alto, con 9 llegadas en subidas puntuables (3 de ellas HC), más otros 3 finales en repecho; y sobre todo exagerada reducción de las cronos, con sólo 14 km de CRI, quedando un recorrido muy desequilibrado. A la hora de la verdad, el tiempo ganado por Froome en la Pierre St. Martin, más lo obtenido en la 1ª semana, resultó decisivo, si bien Quintana, que esperó demasiado, le puso en apuros el último día de montaña, con llegada en Alpe d’Huez.

El recorrido de 2016 era de nuevo favorable para los escaladores, sobre todo los más explosivos, debido a la abundante montaña, con multitud de etapas quebradas pero sin grandes kilometrajes, llegando el desgaste por acumulación al haber muchas jornadas exigentes pero ninguna agonística, si bien con la novedad de menos finales en alto, 5, y bastantes llegadas tras el descenso de un puerto, además de tener 2 cronos individuales, una de ellas cronoescalada, sumando 54 km. Sin embargo, pese a que a priori era un avance respecto a 2015, la falta de combatividad de la mayoría de favoritos, que desaprovecharon la montaña, hizo que la “lucha” por la general fuera muy aburrida, siendo más interesante la pelea por triunfos parciales y las escapadas.

El trazado de 2017 era bastante novedoso, destacando la distribución de la montaña, con etapas en las 5 cordilleras, incluyendo una jornada en el Jura con 3 HC, y la reducción de finales en alto, aumentando a cambio el protagonismo de los puertos de paso, mientras que en el lado negativo volvía a estar la escasez de crono, con dos CRI cortas que apenaban sumaban 36,5 km, quedando desequilibrado. A la hora de la verdad, la carrera fue más entretenida que en 2016, con hasta 4 etapas donde hubo batalla desde lejos entre los favoritos, si bien la sensación de que pese a las escasas diferencias Froome tuvo siempre la carrera controlada hizo que la valoración general no fuera muy positiva, aunque sí mejor que la del año anterior.

En 2018 el recorrido era una mezcla de años anteriores, sobre todo 2014 (pavé en la 1ª semana y Pirineos último bloque), 2015 (CRE y concentración de la montaña las 2 últimas semanas) y 2017 (estreno de grandes puertos y etapas de montaña interesantes), repitiendo de nuevo la poca contrarreloj, con solo una CRI y de 31 km, lo que unido a un aumento en la dureza de los puertos, tanto de paso como llegadas, hacía que estuviera muy desequilibrado. A la hora de la verdad, el excesivo dominio del equipo Sky, con 1º, 3º y mejor joven, junto a incidentes como la caída de Nibali en Alpe d’Huez, provocada por el público, dejó una sensación negativa, aunque también hubo buenas etapas, como La Rosiere y Laruns.

El Tour de 2019 tuvo mayor protagonismo de la media montaña, sobre todo durante la 1ª semana, con los Vosgos y Macizo Central, habiendo pocas jornadas llanas, y con etapas de alta montaña cortas: 3 de ellas de solo 120-130 km y no habiendo otras de gran fondo para compensar, con solo Valloire, que incluía Vars, Izoard y Galibier, superando los 190 km. además de la ya habitual escasez de crono, con apenas 27 km de CRI (más otros tantos de CRE). No obstante, lo que marcó la carrera fueron las tormentas en los Alpes, provocando que no se hiciera completa la etapa del Iseran, que estaba siendo la mejor con diferencia, con un gran Bernal, y que se modificara la ruta de Val Thorens, haciéndola unipuerto, volviendo a quedar un poso de decepción.

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  • En la próxima entrada, análisis detallado del recorrido.

4 comentarios en “TOUR DE FRANCIA 2024

  1. No doy entendido el tema de puntuación de los puertos que se hacen últimamente en las grandes vueltas…

    Puertos de paso de 2ª o casi de 1ª, (sobre todo en el Giro), que no se puntúan; puertos que otros años eran de primera (ejemplo, el col de Vars) y ahora son de categoría especial. Finales que deberían ser de categoría especial por kilómetros y desnivel (Isola 2000), y que los ponen cómo de primera.

    Esto podría estar bien anteriormente, cuándo los perfiles prácticamente sólo los conocían los equipos y los ciclistas, pero a día de hoy se me hace incomprensible…

    Debería de haber un sistema establecido para que se puntuaran directamente…

    • Hola, siento la tardanza en contestar.

      Estoy de acuerdo en que debería ser un tema más objetivo, pero a la hora de la verdad cada organizador puntúa como quiere, sin ningún criterio claro y con incoherencias ya no solo en una misma carrera, sino incluso dentro de la misma etapa.

      En el caso concreto del Giro, al no existir la categoría Especial puntúan a la baja, marcando de 2ª puertos que en otras carreras serían un 1ª, pero es verdad que dejan sin marcar puertos que incluso teniendo eso en cuenta deberían puntuar.

      Sobre lo que comentas de Vars e Isola, lo más sorprendente es que en 1993 los marcaron justo así, Vars de 1ª e Isola como HC, y sin embargo este año han «cruzado» sus categorías, poniendo Vars de HC y rebajando Isola a un 1ª. No tiene sentido.

      Saludos.

  2. Hace años que perdí la ilusión y dejé de ver las carreras en TV. En vez de mejorar, han empeorado.

    El recorrido de este Tour me parece una porquería. ¿La prueba? Pues lo que llevamos viendo 30 años: un espectáculo lamentable.

    Yo el ciclismo, y sobre todo para el espectador, lo concibo como épica. Y épica no veo ninguna.

    Los cambios que proponéis van por el buen camino pero yo iría mucho más allá.

    Saludos.

    • Hola Fingolfintf, gracias por el comentario.

      Sobre el tema de la épica, 100% de acuerdo. En cuanto al recorrido del Tour 2024, creemos que no todo era malo, con una media montaña interesante y estando más equilibrado que otros años gracias las dos CRI. Pero estamos de acuerdo en que también tenía aspectos negativos, como el exceso de etapas llanas en la 1ª mitad de carrera, el diseño de la alta montaña, abusando de finales en alto duros, y la falta de una auténtica etapa reina, echándose en falta jornadas de gran fondo. Y la 1ª crono también era demasiado corta.

      Saludos y perdón por el retraso en contestar.

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